Septiembre tras septiembre hay cosas que nunca cambian. Se me ocurre pensar entonces en el siempre bien recibido “todo está garantizado” que respaldan los montones de libros que, desde mucho antes, esperan en almacenes; la magia de la costurera para sacar a mamá de apuros con la enorme talla de uniforme que alcanzó, o el esfuerzo familiar para agenciarse un par de zapatos o una mochila a la altura de la ocasión pues, por fortuna, suelen ser esas, y no otras, las preocupaciones a las que estamos acostumbrados cuando el almanaque indica que las aulas aguardan.
Aun así, ningún curso escolar se parece a los demás. Tal vez, para este, debamos lamentar la maestra que no volverá a estar porque se incluye entre quienes “cuelgan los guantes”. Sin embargo, en su lugar, llegará otra voz dispuesta a captar atenciones puesto que, a pesar de las manchas imposibles de disimular, no resulta casualidad ser referentes para otros que, en materia de educación, ansían sacar nuestras notas. También pueden parecer distintos los libros de texto por forrar y leer este septiembre, por aquello del experimento que alguien explicó detalladamente, pero que igual muchos no entendieron porque lo nuevo, aunque sea para mejor, siempre te hace sentir incómodo hasta que, como dicen por ahí, “se le coge el paso”.
Si bien el hecho de comenzar nuevamente las clases, luego de dos meses de impás, se lee igual para maestros, alumnos, padres y hasta abuelos, no en todos los casos lleva la misma traducción. En casa, regresará la contienda por el despertar temprano y las tareas realizadas antes de salir a jugar, mientras las tablas de los productos se vuelven interrogatorio sin lugar ni horario fijado. El cambio de pañoleta o de uniforme, ahora de otro color, hará pensar que se ha crecido, por lo que el bolsito de merienda y la espera de la abuela a la salida de la escuela estarán de sobra; eso sin contar “la libertad” que supone una beca lejos de casa. Por su parte, “la profe” quizás reciba nuevas caras que terminarán, en su mayoría, amándola, pero ella se dará por satisfecha con lograr que aprendan algo nuevo que algún día sabrán agradecerle.
Y, probablemente, en octubre habrá quien pida vacaciones hasta por señas luego de pasado el embullo inicial de retornar al aula, mas tiene septiembre el mérito de revolucionar emociones porque está demostrado que, seas estudiante o no, siempre quedará algo para contar del primer día de escuela.
(Tomado de Invasor)
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