El levantamiento armado del 10 de octubre de 1868 en Cuba, protagonizado por Carlos Manuel de Céspedes, marcó el inicio de las luchas por la independencia contra el colonialismo español.
A diferencia de otros casos de la historia universal, existían en la mayor de las Antillas condiciones objetivas y subjetivas bien definidas para este empeño.
El hecho estaba previsto para el 14 de octubre del mismo año, pero Carlos Manuel de Céspedes, considerado el Padre de la Patria, fue delatado, y como corría el riesgo de ser apresado en cualquier momento por las autoridades, decidió adelantar el acontecimiento.
Esa mañana en el ingenio azucarero La Demajagua -a 13 kilómetros de la ciudad de Manzanillo, en el oriente de la isla-, Céspedes, quien se presentó con una bandera, símbolo de la insurrección y con palabras emocionadas cargadas de amor y rebeldía, comunicó a sus esclavos que a partir de ese momento eran hombres libres y los exhortó a unirse a la lucha por la libertad de Cuba.
Allí se leyó el Manifiesto de la Junta Revolucionaria, conocido como el Manifiesto del 10 de Octubre, que se convirtió en la primera declaración de independencia de Cuba.
No se trataba de una locura; por ese entonces, en la década de 1850-1860 el mundo capitalista fue sacudido por una profunda crisis económica.
A la isla antillana también llegaban los ecos de la Guerra de Secesión en los Estados Unidos (1861-1865). Dicha contienda -en opinión de varios historiadores- daba en cierto modo una lección de abolicionismo.
En España, con la llamada Revolución Gloriosa, en septiembre de 1868 se observó un alejamiento de la metrópoli de sus colonias, en tanto creció el ambiente antiespañol en América debido a las intervenciones de Madrid en México, Santo Domingo, Perú y Chile.
Por esa fecha, la corona cobraba 76 tipos de impuestos que ahogaban a los cubanos, además de mantener el control comercial sobre la isla caribeña.
La economía cubana estaba en crisis, se veían solo algunos avances en la industria azucarera pues el resto de las ramas estaban estancadas, había malversación de impuestos y eran visibles las contradicciones en diferentes aspectos entre Occidente y Oriente.
Asimismo, los cubanos no tenían derechos políticos y no podían ocupar cargos en el gobierno colonial, que en aquel entonces era tiránico, represivo y militarista.
En lo social, los esclavos, campesinos, pequeños productores, negros y mulatos libres y otros sectores eran sometidos a una doble explotación, por los funcionarios españoles y los terratenientes criollos.
Por tales razones, las condiciones objetivas para el estallido de la guerra habían madurado y esto se evidenció a través de la contradicción colonia-metrópoli.
En lo subjetivo, podemos decir que muchos cubanos estaban agrupados en las logias masónicas -única posibilidad permitida a los criollos para reunirse- y estos vieron la necesidad de enfrentar al yugo español, por lo que iniciaron el movimiento conspirativo, integrado por todos los interesados en lograr la independencia de Cuba.
Entre ellos se destacaron personalidades como Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Vicente Aguilera, Perucho Figueredo, Ignacio Agramonte, Salvador Cisneros Betancourt, Vicente García, Antonio Lorda, Eduardo Machado y Miguel Gerónimo Gutiérrez, entre otros.
Todos tenían posibilidades económicas, pero se veían afectados políticamente ya que no tenían derechos y asumieron como única salida la guerra.
De esto se comprende que no los movía el factor económico, sino la conciencia patriótica.
Estas personalidades eran los llamados terratenientes radicales, quienes iniciaron la lucha a través del movimiento conspirativo, llegando a diferentes acuerdos en varias reuniones efectuadas como en San Miguel de Rompe y el ingenio el Rosario, entre otras.
Aunque estaban de acuerdo en iniciar la guerra, unos la querían rápido y otros preferían esperar a que terminara la zafra.
El inicio de la guerra por la independencia estuvo acompañado por el programa de la Revolución, conocido como el Manifiesto del 10 de octubre. Dicho documento constituyó una guía para el proceso emancipatorio y fue la primera declaración de independencia de Cuba.
A través de este texto Céspedes expuso las causas que motivaron las luchas por la independencia en lo económico, político y lo social, así como los objetivos que perseguían en aquella gesta: independencia de Cuba y abolición de la esclavitud.
El documento planteaba que en la nación por la que se luchaba existían plenos derechos y libertad de palabra para los ciudadanos, y que se mantendrían relaciones de libre comercio con todos los países.
Se destacaba también que los cubanos tenían derecho de elegir a sus gobernantes; en general, el documento recogía las aspiraciones de los cubanos y los principios fundamentales de su lucha.
En el manifiesto, al problema de la esclavitud no se le daba la solución más rápida pues se pedía su abolición gradual y bajo indemnización con el único objetivo de no afectar bruscamente las riquezas de los hacendados y así ganar su simpatía para la causa independentista.
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