Es en esencia una batalla entre el pasado y el futuro de Estados Unidos. Las nuevas generaciones son progresistas –algunas se proclaman hasta socialistas– y las más diversas en la historia del país, y están participando en esta elección en cantidades sin precedente, junto con un amplio abanico de sectores unidos en resistencia al régimen de Trump. Se enfrentan a las fuerzas que prometen un regreso al mito de un país blanco y que alimentan el temor y el odio al invitarlos a que “America sea grande otra vez”.
Las encuestadores y analistas pronostican un resultado mixto en estas elecciones, en las cuales están en juego toda la Cámara de Representantes, poco más un tercio del Senado y 36 gubernaturas estatales.
El consenso de último momento es que los demócratas lograrán superar la actual mayoría por 23 curules de los republicanos y reconquistar la cámara baja, mientras los republicanos mantendrán el control del Senado (donde tienen una ventaja de dos curules, 51-49).
Una derrota para los republicanos, aun si es sólo en la cámara baja, conllevaría serias preocupaciones para Trump y sus estrategas, ya que no es secreto que los demócratas de inmediato lanzarán nuevas investigaciones sobre la Casa Blanca, incluida la posibilidad de iniciar un proceso de impeachment.
En esta elección, un número sin precedente de mujeres participan como candidatas. Unas 183 demócratas y 52 republicanas están en contiendas para la cámara baja, y 15 demócratas y siete republicanas para el Senado; y cientos más para puestos estatales y locales. De las candidaturas demócratas al congreso o gobernador, 42 por ciento son mujeres, en comparación con sólo 14 por ciento de republicanas.
Hay 10 millones más mujeres que hombres empadronados en esta elección, y suelen votar más que los hombres. Todo indica que si hay un triunfo demócrata este martes será gracias a las mujeres.
Por su parte, el nivel de entusiasmo entre los jóvenes también podría registrar índices de participación sin precedente en una elección intermedia. Una encuesta de Harvard indicó que 40 por ciento de los millennials tienen la intención de votar, casi el doble de la tasa en elecciones intermedias anteriores. Ese voto favorece a los demócratas, y una parte notable de jóvenes y candidatos millennials apoyan una agenda socialista democrática.
Alexandra Ocasio es la cara más conocida de esta generación de nuevos políticos, una autodeclarada socialista democrática, quien de ganar será la representante más joven en llegar al Congreso federal.
Tal vez la contienda por el Senado federal que ha recibido la mayor atención nacional es la de Texas, estado que ha sido sólidamente republicano, y donde ningún demócrata ha ganado una elección estatal en más de 25 años. Un cambio ahí tendría inmensas implicaciones para el mapa electoral nacional.
El demócrata Beto O’Rourke, representante de El Paso, está amenazando la curul del poderoso senador y ex candidato presidencial conservador Ted Cruz, al adoptar posiciones abiertamente progresistas con las cuales ha generado entusiasmo entre los que suelen no votar, sobre todo el sector de los jóvenes. Inspirado en parte por el veterano líder progresista popular texano Jim Hightower, O’Rourke suele citarlo en respuesta a quienes argumentan que uno tiene que ser centrista para ganar: la única cosa que encontrarás al centro de un camino en Texas son líneas amarillas y armadillos atropellados.
Pero hay mucho más. En Georgia, la demócrata Stacey Abrams está en una contienda feroz por llegar a ser la primera gobernadora afroestadunidense en el país. Trump declaró recientemente, en apoyo al aspirante republicano, que si ponen a Stacey ahí (en la gubernatura), van a convertir a Georgia en Venezuela.
En Florida, el demócrata Andrew Gillum podría ser el primer afroestadunidense en ser gobernador de ese estado clave en el mapa electoral nacional. En Colorado Jared Polis podría ser el primer gay declarado abiertamente en ocupar la gubernatura.
Deb Halaand está por ser elegida representante federal en Nuevo Mexico y convertirse en la primera indígena en el Congreso. Ilan Omar, de Minnesota, ex refugiada somalí, junto con la palestina-estadunidense Rashida Tlaib, de Michigan, podrían ser las primeras mujeres musulmanas en la cámara baja.
Jesús Chuy García sería el primer representante federal de origen mexicano electo por Chicago, y se sumará a otros colegas, como el representante Raúl Grijalva, en lo que será una muy amplia corriente progresista dentro del Congreso.
El dinamismo progresista en estos comicios intermedios tiene mucho que ver con una resistencia que nació con la elección de Trump en 2016, con el movimiento detonado contra el abuso sexual de hombres poderosos (entre ellos el presidente), así como por el extraordinario movimiento impulsado por estudiantes después del tiroteo masivo en una preparatoria en Florida (March for our Lives), y también por la diáspora de las campañas electorales de Bernie Sanders y Hillary Clinton. Esto, junto con movimientos anteriores, desde Black Lives Matter hasta el ambientalista y otras iniciativas políticas progresista han nutrido este momento.
A pesar de todas estas expresiones, Trump y sus aliados no esperan una derrota política fatal, y el presidente sigue usando su retórica oscura, racista, antimigrante y repleta de falsedades, alertando sobre un Apocalipsis si los republicanos no mantienen por lo menos el Senado. Está apostando a que esto funcionará, y eso está por verse en unas horas.
Para lograrlo, varios republicanos y sus operadores han llevado a cabo múltiples intentos para suprimir el voto de ciertos sectores, han emprendido campañas de intimidación y toda una gama de viejos trucos sucios que manchan estos procesos electorales supuestamente sagrados.
Ante todo ello, el veterano representante federal, John Lewis, de Georgia, quien marchó con Martin Luther King, quien fue golpeado y arrestado múltiples veces al exigir el respeto al voto de los afroestadunidenses, entre otras demandas del movimiento por los derechos civiles, suplicó hace unos días: dejé un poco de sangre en ese puente en Selma. Casi fallecí. Algunos de mis amigos y colegas fueron asesinados. No estoy pidiendo a ninguno de ustedes que den su sangre. Sólo les estoy pidiendo que salgan a votar como nunca antes.
El pasado y el futuro están presentes en esta batalla, parte de una guerra mucho más larga.
Es posible que no se puedan conocer los resultados de toda esta batalla electoral la noche de este martes, en el caso de que varias votaciones sean demasiado cerradas para declarar triunfador, o si hay irregularidades que pongan en duda algunos resultados.
(Tomado de La Jornada)
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