Emisión 25/10/2019
Por: Roberto Garaicoa
La Subdirectora Artística del Ballet Nacional de Cuba y Primera Bailarina Viengsay Valdés, el Primer Bailarín Dani Hernández y el Historiador del Ballet Nacional de Cuba Miguel Cabrera evocaron el viernes en la Mesa Redonda el lugar de Alicia Alonso en la danza universal, su impronta en la escuela cubana de Ballet y el camino futuro de la compañía que por 70 años dirigiera la Prima Ballerina Assoluta.
En estos días en que llegan a Cuba desde todos los rincones decentes del planeta la expresión vehemente de un luto de sobra justificado por la magnitud de esta pérdida, me he acercado a su recuerdo. A su amistad con mis padres, con mi otra madre, Cuca Rivero, con mi hermano Sergio, con mi tío Eliseo, que le dedicó un soneto perfecto, que Sergito y yo pusimos en música hace como 40 años.
Luego, recuerdo su reaparición, después de un largo alejamiento forzado por su última operación de la vista, cuando eligió entre tantas infinitas posibilidades, un pequeño fragmento de música mía para salir a escena en su teatro y volver a bailar eternamente.
Mucho más tarde fue que entramos en el círculo imantado de su sensibilidad, cuando, hace de esto unos 12 años, empezamos a concebir un gran espectáculo teatral y danzario junto a otro mito de nuestra escena, Roberto Blanco. Con ambos nos reunimos hasta una decena de veces Silvia y yo, en nuestra casa o en la de ella, soñando juntos aquel suceso artístico necesario e imposible. Nada parecía imposible para aquella aldeana sutilísima, aquella “Giselle” habanera, suspicaz y franca, loca de amor, no solo en la famosa escena de la locura. La recuerdo humilde y a la vez, altiva. Recuerdo su habla sin poses. Su natural señorío. La imaginación visual que se convertía en rápidas decisiones, sus puntos de giro, sus impromptus, sus silencios. Todo parecía tener un sentido. Era un ser plantado frente a su destino. Todo el tiempo.
Ya sé que mis recuerdos no son muy glamorosos. Fui casi siempre apenas un testigo, que contemplaba el mito viviente y trataba de entender por qué aquello era tan importante, para todos, incluso, para mi mismo.
Ahora, mientras escribo, siento que mis fugaces recuerdos evocan mejor mi pequeñez que su grandeza, pero aún así, me pregunto:
¿Cómo logró ella que hoy su Carmen, su “Giselle”, sus cisnes y sus lagos brumosos, sean parte inseparable de esta isla, tan aparentemente lejana de esos sueños? Eso es algo que desborda y a la vez desata mi comprensión. Es un cerrado enigma que deja entreabiertas las ventanas de la imaginación.
¡Cuánto misterio en esa mujer!
¡Cuánta Cuba secreta y universal!
El telón no se cierra esta vez con la muerte. La función continúa.
Comienza el tercer acto de la eterna Giselle.
http://www.cubadebate.cu/opinion/2019/10/20/el-telon-no-se-cierra-esta-vez-con-la-muerte/#.XbSBSBu23IU.
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