Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda
Fotos: Roberto Garaicoa
Nikolai S. Leonov recuerda los hilos casuales y causales que tejieron su amistad con Raúl, la cual han mantenido por más de 60 años y le abrió las puertas a la posibilidad de escribir el libro biográfico del actual Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba: Raúl Castro, un hombre en Revolución.
“Yo venía a bordo del Andrea Gritti, cuando conocí a los tres jóvenes latinoamericanos. El viaje duraría casi un mes. Imagina, no estaba acostumbrado al modo de vida de Occidente, y traté de acercarme a ellos y entablar una conversación. Aunque lo tenía prohibido, la necesidad de tener amigos es normal.
“Primero me llamó la atención que uno de ellos estaba leyendo un libro que me resultaba familiar, de Antón Makárenko. Ello me facilitó entender que el compañero que tenía ese libro en sus manos compartía mi filosofía de vida. Era Raúl. Él me dijo que se lo había regalado un soviético en Viena. Me enseñó la dedicatoria y, para mi sorpresa, era de un compañero mío. Todo esto robusteció mi curiosidad.
“Le dije que iba a México a profundizar mis conocimientos de Español y él se presentó como un estudiante de segundo año de la Universidad de La Habana, de la carrera de Derecho. Les tomé varias fotos a ellos, y las conservé como recuerdo valioso de ese viaje.
“Pude haber hecho este viaje en avión, pero las instrucciones era hacerlo en barco. Todo fue puramente casual. En tanto, una huelga en París fue la que los obligó a ellos a cambiar el itinerario de su regreso y abordar el Andrea Gritti.
“Este era un barquito modesto, un trasatlántico pequeño. Pero había, no obstante, divisiones de clases: los inmigrantes de la bodega no tenían el mismo estatus de los que íbamos arriba. En la cubierta iban como 200, y nosotros éramos unos 20. Yo tenía casi 25, y a Raúl le celebramos el 3 de junio los 22 años.
“Durante el trayecto se hicieron varias paradas en Europa, pero yo no podía bajarme porque esos países no tenían relaciones con la Unión Soviética, o eran españoles o portugueses. Los latinoamericanos, en cambio, sí tenían libertad para moverse, y nos ayudaban a comprar algunos souvenirs. En la Unión Soviética no conocíamos las frutas tropicales, y en el viaje sentí ganas de probar las frutas exóticas. Le di 20 dólares para comprar plátanos, esto era mucho dinero, pero ellos, para mi asombro, se aparecieron con un racimo.
“Cuando finalizamos el viaje, yo le pedí a ellos que me entregaran los negativos de las fotos en las que yo aparecía. Raúl era terco, pero accedió. Me regaló como 12 o 13 negativos de recuerdo de aquella experiencia.
“En México fui a trabajar a la embajada soviética. Como al mes y medio, a través de los titulares enormes conocí que los líderes del asalto al Cuartel Moncada eran Fidel y Raúl Castro. Él me había hablado un poco de Fidel, pero no tratamos nunca el tema del Moncada.
“En México me interesé por un curso de historia de Cuba. Y no solo estudiaba Español en la Universidad, sino historia de América Latina. Teníamos la tarea de informar cómo se iba desarrollando la situación en Cuba. Yo recibía por el correo el Diario de la Marina y Bohemia. Y enviaba la información a Moscú.
“Seguí detenidamente, además, las informaciones vinculadas a los moncadistas. Me enteré por la prensa que estaban en México. No conservaba comunicación con Raúl y de pronto un día, haciendo compras, me encontré por las calles céntricas de México con alguien parecido a Raúl. Como a los 20 metros de habernos cruzado, ambos volteamos nuestros rostros y vino el abrazo.
“Él me dio la dirección de la casa de María Antonia González. Allí conocí a Ernesto Che Guevara. María Antonia me abrió la puerta, pero con rostro de pocos amigos, porque yo era extranjero. En la casa, en ese momento, había un compañero tecleando un documento. Tenían igualmente un par de fusiles arrimados a la pared. Cuando entré al cuarto, Raúl estaba encamado porque tenía gripe. Y al lado suyo estaba el Che, quien comenzó una conversación conmigo que duró 4 o 5 horas. El Che me asaltaba con miles de preguntas. Le di mi tarjeta, y quedamos en que me visitaría en la embajada, donde guardaba varios libros que a él le interesaban y quería regalárselos. Un día fue y le di los libros. Salimos a tomar un cafecito también.
“Lo tremendo fue que después hubo una redada policiaca, y cuando le descubrieron al Che la tarjeta mía, apareció lo de la mano peluda de Moscú. Por la parte nuestra, cuando conocieron que yo tenía esos contactos, que estaban tildando de actos subversivos, consideraron que yo no estaba apto para el servicio diplomático.
“De estos jóvenes me llevé una impresión muy profunda, yo no había conocido antes a personas cargadas de tanta energía revolucionaria, de tanta decisión… por lo que intuí tempranamente que no tenían otra alternativa que ser héroes o mártires.
“Cuando en Moscú se supo la historia de los barbudos, aparecieron los señores del Kremlin y me preguntaron si yo conocí a los hermanos Castros y al Che en México, y les enseñé las fotos. Entonces confirmaron que yo tenía contacto con ellos, y por varios años me convertí en asesor de asuntos cubanos.
“Bajo mi responsabilidad estuvo comprar los primeros detalles para los revolucionarios, por supuesto, rápido pensé en las pistolas de combate y de entrenamiento, las cuales me encargaron entregársela personalmente a Raúl. A Fidel se lo entregó un alto dignatario.
“Después de que se le cerraran las posibilidades a Cuba de adquirir armamentos en otros mercados, Raúl fue el responsable de esa misión. Cuando fue a Checoslovaquia, me pidieron que tuviera contacto con él y lo invitara a Moscú, lo cual me lo indicaron con gran nivel de discreción. Me dije: por qué tanto misterio. Era que Nikita Jrushchov no estaba seguro de que ellos fueran a aceptar la invitación para tratar lo de las armas, y escogió el camino de enviar al amigo.
“Raúl estaba rodeado por la escolta checa, pero me dije: me va a reconocer en cuanto me vea. Estuve varias horas sentado en un parque, esperando a que pasara el carro. Y otra vez, por casualidad, frenó el auto y me dijo: Nikolai, qué tú haces aquí hombre?!, y le comenté que había ido a competencias deportivas. Para espanto de la seguridad checa, me entró al carro.
“Después, a solas, le expliqué que Jrushchov me había pedido que sostuviera con él una conversación secreta para el asunto de la venta de armas. Me dijo que le diera un tiempo para darme la respuesta, y a los dos días llegó el ok del Comandante en Jefe. Regresé así a Moscú vencedor, porque cumplí el encargo del Primer Ministro y Primer Secretario del Partido”.
“Entre las obras más impresionantes de Raúl en la gesta guerrillera estuvo el II Frente Oriental, el cual convirtió en una República Rebelde. No solo tomó este espacioso territorio, que tenía un potencial económico grande, por los ingenios norteamericanos; sino que fundó la vida institucional. En el II Frente creó todo el sistema logístico, en lo civil y en lo militar. En la gran ofensiva, Fidel lo consideraba una reserva estratégica.
“Creo que en ese período de una actividad política muy intensa, se formó un dirigente de una República Rebelde, junto a una mujer excepcional: Vilma Espín, a quien siempre recordamos los compañeros y compañeras que visitamos el memorial en el II Frente. Ella fue una mujer de grandes cualidades, las cuales también están en el carácter de la Revolución que defendió.
“Antes del triunfo del Primero de Enero, América Latina era considerara un patio trasero de Estados Unidos. En el Minrex de la URSS había un Departamento para el seguimiento de América, en el que casi todos estábamos dedicados al estudio de Estados Unidos. Pero después de la Revolución Cubana se creó el Instituto de América Latina, se creó la revista América Latina…
“La relación entre Cuba y la URSS llegó a parecer algo que no se rompería nunca, sin embargo, tuve que traducir momentos terribles. Fui traductor de Raúl, del Che y el Comandante durante los primeros 4 años de la Revolución Cubana, después llegué a ser General de la KGB y seguí manteniendo una relación estrecha con mis amigos acá, a quienes muchas veces llegué a consultarle cosas.
“Toda la actividad del gobierno soviético en América estaba acompañada por el asesoramiento del gobierno cubano. Recuerdo que una vez Moscú decidió venderle armas a Pinochet, en momentos en que se estaba tambaleando el gobierno de Allende. Los compañeros cubanos se escandalizaron. Nos dijeron que en ese país estaba a punto de ocurrir un Golpe de Estado. Mandé un cable urgente y afortunadamente ningún barco trajo el armamento para Pinochet. Un mes y medio después ocurrió el Golpe de Estado.
“En la crisis de octubre presencié una pelea entre Fidel y Nikita Jrushchov. El primero de mayo del 63 me llevaron a Moscú para traducir a Fidel, y se generó una discusión muy aguda entre ellos. Era tan creciente la tensión que yo trataba de bajar el tono en la traducción y por mi torpeza rompí las copas, se derramó el líquido…, y pensé que se acababa mi carrera de traductor. Sin embargo, Jrushchov entendió que fue una táctica mía para terminar la discusión.
“También hubo otro momento muy amargo, en el que no estuvo presente ningún traductor cubano. Un amigo mío sí, pero todo el mundo estaba obligado a guardar secreto hasta la tumba. Estoy seguro de que no tuvo ninguna nota escrita el momento en el que Moscú se negó a apoyar a Cuba frente a las continuas amenazas de Reagan. No obstante, continuaron los dos países con una política visible de amistad.
“La situación del derrumbe de la Unión Soviética fue una experiencia muy dolorosa. Toda la información que caía en manos de la KGB atestiguaba que la situación iba a empeorar. La causa de ello, que es tema de discusión aparte, fue básicamente la destrucción del Partido. Cuando esto ocurre, el resto se convierte en una masa biológica. Cuando en Cuba comienza el período especial, me doy cuenta de que es difícil y que es dramático lo que le ocurrió a este país. Me niego venir, para no ver los resultados de nuestra propia descomposición. Pero Raúl, con énfasis, me dijo que si había perdido la fe en nuestra capacidad de resistir, entonces que me quedara allá y no viniera”.
“La vida me ha permitido otros grandes momentos, como escribir la Biografía política de Fidel Castro. Le llamé la vida política porque él me dijo que el único tesoro de su vida era su vida personal. Me dijo que era lo último que le quedaba. Fue publicada en dos ediciones en Rusia, me dijeron que fue traducida extraoficialmente en Cuba también. Se terminó en 1990, así que es una biografía incompleta.
“El Che Guevara no solo fue aquel conocido. Escribí en 1984 un artículo grande en el órgano teórico del Comité Central sobre él, porque se sentía el enfriamiento ideológico. Lo llamaba yo como un comunista químicamente puro.
“Creo que la Revolución Cubana es una de las más influyentes en la historia. Se dice que solo ha habido cuatro relevantes: la francesa, la rusa, la china y la cubana, porque han influenciado tanto en el desarrollo posterior del mundo que no pueden ser comparadas con las otras.
“El libro Raúl Castro, un hombre en Revolución llegó hasta finales de 2014. Sin embargo, los acontecimientos han crecido: como el encuentro entre el Papa y el Patriarca de Moscú y de toda Rusia, la visita de Barack Obama, en abril se reúne el Congreso del Partido. Así que la biografía continúa.
“Ningún sabio podía predecir lo que ocurrió en Cuba, yo solo estaba seguro de que iban a ser mártires o héroes.
“Los que queremos ser llamados investigadores objetivos, debemos penetrar hasta las capas básicas. A Cuba la vemos como ejemplo de país con muestras de heroísmo. Me gusta la frase de Raúl de que la tarea principal ahora es levantar el potencial económico a la altura del prestigio político que han alcanzado. Cuba siempre será un laboratorio donde se buscan las recetas de la más humana revolución que se puede imaginar en esta tierra muy sufrida. Hay un mensaje en el hecho de que el Papa y el Patriarca la hayan escogido como el lugar tranquilo para reunirse”.
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