Temporada ciclónica: con un poco más de sensatez
Los nacidos en esta Isla ya estamos acostumbrados a observar el cielo con ojeriza, y con mucha atención los partes meteorológicos, desde que empieza junio, porque a partir de su primer día se inicia cada año, hasta el 30 de noviembre, la temporada ciclónica.
En esta ocasión, tuvo un prólogo de los peores con la tormenta subtropical Alberto, cuyas fortísimas lluvias han puesto en alerta al país y no son pocos los desastres que han ocasionado, incluyendo la lamentable pérdida de vidas humanas.
El refrán asegura que nadie escarmienta por cabeza ajena, pero el dolor ajeno debería, si no escarmentar, al menos servir de muro de contención a irresponsabilidades varias.
Lo digo porque, si se analizan con detenimiento algunas conductas en tiempo de ciclón o huracán que han dado al traste con la vida humana, se cae en la cuenta de cuánto podría haberse evitado con un poco más de sensatez.
Bajo un huracán no tiene sentido alguno subir a la azotea a arreglar la antena del televisor; en un terreno cenagoso y en medio de torrencial aguacero, ¿por qué ponerse a fregar una guagua?; ¿vale la pena atravesar a caballo un río crecido?; ¿la vale permanecer durante el ciclón en un inmueble cuya seguridad es dudosa?
Cada año, la Defensa Civil se encarga de difundir mensajes de bien público aconsejando cómo proceder ante esos fenómenos naturales; cada año, informa y alerta con el tiempo suficiente. Pero siempre hay quienes desoyen advertencias.
Entre los más recientes ejemplos se apunta el de los curiosos que contemplaban el río crecido sobre el puente de Zaza del Medio, cuando este colapsó justo a milímetros de sus pies. Se salvaron casi milagrosamente de morir.
Así lo reportaron varios medios de prensa locales, entre ellos Radio Sancti Spíritus, que tituló en Facebook “El puente de Zaza del Medio cae, casi llevándose la vida de dos niñas”. Luego del asombro por cómo se salvaron, llega la reflexión, la pregunta: ¿Y qué hacían esas menores en lugar tan peligroso?
Ni el entretenimiento, la curiosidad o la diversión justifican tales actitudes. Tampoco la necesidad; porque nada puede ser más importante que la propia vida.
Al buscar motivos, algunos apelan al carácter intrépido, aventurero, de jóvenes y adolescentes. Incentivados quién sabe por qué osadía los muchachos piensan que no les va a tocar a ellos y es ahí donde se equivocan.
Desde el lado opuesto, los de más edad se aferran a su enclave, a pesar de anunciarles una y otras vez que en donde están corren peligro. Son los que andan en el polo opuesto a la aventura, los que no quieren bajo ningún concepto alejarse de una supuesta zona de confort, que, a la larga, se vuelve zona de alto riesgo.
Para que no te parta un rayo
También coincidiendo con la temporada ciclónica aumentan las tormentas eléctricas, las cuales, aunque acontecen todo el año, tiene un período de mayor actividad que transcurre específicamente desde mediados de abril a fines de octubre.
Se habla aquí de rayos en particular porque constituyen la primera causa de muerte en Cuba por fenómenos naturales. En ese sentido, los consejos apuntan a alejarse de espacios abiertos, de piscinas, duchas, lagos, ríos y playas.
En caso de no poder abandonar los espacios abiertos, se indica no guarecerse bajo árboles y unir los pies y mantenerse lo más bajo posible.
Si se encuentra refugio en el interior de estructuras cerradas o de un automóvil, no deben tocarse sus partes metálicas y cerrar las ventanillas.
No es aconsejable permanecer cerca de puertas, ventanas ni objetos de metales como cañerías o grifos, tampoco acercarse a equipos y tomacorrientes, ni hablar por teléfonos fijos.
Los cables y tuberías pueden convertirse en caminos para la corriente del rayo si este penetra en una construcción cerrada, de ahí que el teléfono fijo se convierta en una fuente potencial de peligro, no así el teléfono móvil. Los teléfonos móviles no atraen los rayos, contienen metales, pero en cantidades no significativas.
Cuando alguien que habla por celular en la calle es fulminado por un rayo, sucede así no porque estuviera hablando por ese teléfono sino porque probablemente constituía el punto más alto del terreno en ese momento, porque se encontraba demasiado cerca de un árbol, una torre o un poste.
“La altura, la forma puntiaguda y el aislamiento son los factores principales que determinan dónde caerá un rayo. La presencia de metal no hace ninguna diferencia. Las montañas están hechas de piedra, pero son golpeadas por estos fenómenos varias veces al año”, indica la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU.
Pero ojo, los metales no atraen rayos aunque sí conducen la corriente, por tanto, no es conveniente tampoco acercarse a rejas, cercas, barandas y otras estructuras metálicas.
(Tomado de CubaSi)
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