Los expedicionarios del Granma y un mundo nuevo
Por: Lydia Esther Ochoa, Radio Angulo
El dos de diciembre de 1956 ocurrió un pasaje de la historia de Cuba que los hijos de esta nación admiran. A los pequeños de la casa les atrae porque se habla de un barco, del mar, de travesía y de hombres que se enrolaron para crear un mundo nuevo “con todos y por el bien de todos” como quería José Martí.
En un discurso pronunciado el dos de diciembre del 2005 en conmemoración de la efeméride, el líder de la Revolución cubana Fidel Castro recordó: “Como es conocido tras el desembarco y a pesar de los primeros reveses, la lucha se extendió rápidamente a cada rincón de nuestros campos y ciudades.”
Fidel dijo que desde entonces “No hubo un minuto de tregua hasta alcanzar el impresionante triunfo popular del Primero de Enero de 1959, en lucha a muerte contra los opresores que torturaron y asesinaron a decenas de miles de cubanos y saquearon hasta las últimas reservas monetarias del país”.
Aquel dos de diciembre de 1956 la mar estaba picada, hasta el punto de que podría hundirse una embarcación que llevara a bordo 82 hombres, más de los permitidos en un yate pequeño, de poco calado y capacidad como el Granma, pero aquellos jóvenes no temieron, y si tuvieron miedo pensaron más en la grandeza del empeño que en la propia existencia.
No era la primera vez que un grupo de cubanos se hacía a la mar rumbo a su isla para liberarla. Los enemigos directos eran otros y los nombres de los protagonistas cambiaban, pero la esencia era la misma, la lucha armada contra los opresores, antes la metrópolis española y después el imperialismo yanqui, ya que los gobernantes de turnos estaban dispuestos siempre a obedecer al vecino del Norte.
Nombres que después se harían familiares tripulaban el yate Granma y desembarcaron dispuestos a vencer o morir. Entre figuraba el argentino Ernesto Guevara, el inolvidable Che, que vino a defender el verde caimán junto al “profeta de la aurora”, como definió a Fidel Castro, el líder de la expedición, y Camilo Cienfuegos, el último en ser aceptado y que después por su valentía y temeridad se convertiría en el primero del combate.
De México a Cuba fue para muchos de los expedicionarios el retorno a la lucha armada y para otros el bautismo de fuego. Con el empeño de llegar y combatir, ascender a lo alto y después descender, empujando al enemigo hasta vencerlo finalmente, desde la Sierra Maestra hasta la independencia definitiva.
De noche salieron de Tuxpan, México, y llegaron de madrugada a playa Las Coloradas, en la costa sur de la región oriental. Dicen que durante el tiempo de la travesía los expedicionarios enfilaron la proa del yate rumbo al sol a punto de salir en el horizonte. Así se cumplió la promesa de Fidel: “en el 56 seremos libres o mártires”.
Ciertamente con el yate Granma llegó un mundo nuevo al desembarcar también la esperanza y la certeza de que la independencia de Cuba había que conquistarla con el filo del machete, a la manera de Antonio Maceo y los patriotas de las guerras libertarias de 1868 y 1895, y así lo hicieron los mambises del siglo XX en la nueva y decisiva etapa de la lucha.
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