El hambre no puede esperar
Por: José Graziano da Silva, Director General de la FAO. El Universal
Este año, el tradicional balance anual que nos hace reflexionar sobre los éxitos y fracasos de los últimos doce meses y mirar hacia delante, tiene para mí un significado especial. El pasado mes de junio supuso un punto de inflexión en mi vida, con mi elección como Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Ocupo el cargo desde el 1 de enero y mi labor será que esa fecha se convierta en otro punto de inflexión, en este caso en la lucha contra el hambre.
En la actualidad, cerca de mil millones de personas sufren aún de desnutrición, y muchos países están lejos de poder alcanzar el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio: reducir a la mitad para 2015 la proporción de personas que viven en situación de hambre y pobreza extrema.
Mi principal prioridad para 2012 será dar un renovado impulso para lograr este objetivo, pero también apuntar más allá: hacia la erradicación del hambre de la faz de la Tierra. Obviamente, no se trata de algo que la FAO pueda alcanzar por sí sola. Necesita una nueva movilización internacional, el apoyo de los responsables políticos en todo el mundo, y un esfuerzo conjunto de toda la familia de Naciones Unidas y otros socios del desarrollo.
Tengo previsto iniciar de forma inmediata una serie de consultas con entre 20 y 30 de los países más pobres del mundo y ayudarles a movilizar los recursos necesarios para lanzar sus propias estrategias integrales de seguridad alimentaria.
No existen soluciones de antemano, pero los países tampoco tienen que comenzar desde cero. Dentro de la propia FAO y en diferentes partes del mundo en desarrollo, existe un enorme caudal de experiencia internacional que estos países pueden aprovechar para encontrar respuestas a sus problemas.
Uno de los retos es utilizar los conocimientos y experiencia que la FAO tiene y desarrolla ya en muchas áreas.
En 2011, la FAO lanzó lo que supone una revolución más verde de la agricultura, capaz de incrementar la producción sin el daño medioambiental y el agotamiento de los recursos naturales provocado por los actuales sistemas agrícolas. La denominamos “ahorrar para crecer”.
Este nuevo modelo conserva y mejora los recursos naturales, aprovechando la contribución de la naturaleza a los cultivos -desde la materia orgánica del suelo a la regulación del flujo hídrico. Los ensayos en el terreno en 57 países de bajos ingresos han llevado a incrementos en los rendimientos de una media del 80 por ciento..
Este paradigma podría jugar un papel importante para ayudar a los países que sufren de inseguridad alimentaria a alcanzar un crecimiento económico más sostenible, cuestión que estará de plena actualidad el próximo verano durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Rio +20. El cambio climático y la seguridad alimentaria tienen agendas convergentes. Ambas piden cambios importantes hacia unas pautas de producción y consumo más sostenibles. Ahora tenemos la oportunidad de explorar sus sinergias potenciales.
Junto a ONU-Mujer y otros muchos socios, la FAO aboga también por la plena participación de las mujeres en la agricultura.
Actualmente, por ejemplo, los rendimientos en las parcelas gestionadas por mujeres son más bajos que las que gestionan los hombres. No porque las mujeres sean peores agricultoras, sino simplemente porque no tienen el mismo acceso a recursos. Conseguir que ellas participen plenamente en nuestros esfuerzos para erradicar el hambre supondrá un cambio de crucial importancia.
El camino que tenemos por delante es largo, pero ha llegado el momento de ser creativos y encontrar nuevas respuestas. A pesar de que nuestra tarea será más difícil debido a las inciertas perspectivas económicas, estoy convencido de que con un nuevo enfoque y un renovado esfuerzo, junto a medidas para reforzar la gobernanza mundial de la seguridad alimentaria, podemos crear el impulso necesario para lograr la erradicación total del hambre.
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