Terrorismo contra Cuba, crímenes sin castigo
Por Jorge Hernández Álvarez
Con la voladura y caída al mar, en Barbados, de un avión civil cubano con 73 personas a bordo, se consumó el 6 de octubre de 1976, uno de los más estremecedores actos de terrorismo ejecutados por grupos extremistas al servicio de la CIA.
Reconocido como el autor intelectual del atentado a la aeronave de Cubana de Aviación, el terrorista Luis Posada Carriles se pasea hoy impunemente por las calles de Miami bajo la protección del Gobierno estadounidense, afirma Odalys, hija de Wilfredo Pérez, capitán del vuelo 455 saboteado.
Para mí, octubre es un mes negro, admite al recordar el modo en que su padre luchó desesperadamente con los controles del avión para salvar la vida de sus pasajeros, luego que una bomba colocada por criminales dirigidos por Posada Carriles estallase en el interior de la nave.
La pérdida de un padre siempre es terrible, pero mi último recuerdo de él son aquellas desgarradoras palabras finales: Seawell… (Torre de control), Seawell…CU 455…Seawell ¡Tenemos una explosión y estamos descendiendo inmediatamente, tenemos fuego a bordo! CU-455. Tenemos emergencia total, continuamos escuchando, respondan.
Ese tipo de hechos te marcan, el dolor se va transmitiendo de generación en generación, de familia en familia, por eso tenemos que seguir adelante con nuestra lucha: no sólo por que se haga justicia y se enjuicie a Posada Carriles, sino para combatir también cualquier acto terrorista que se cometa en el mundo, asegura Pérez.
Aquel día, un segundo artefacto explosivo terminó definitivamente con el vuelo 455 y la vida de 57 cubanos, 11 guyaneses, y cinco funcionarios de la República Popular Democrática de Corea.
Entre los pasajeros se encontraban 24 integrantes del equipo juvenil de esgrima de Cuba, que regresaban a casa tras obtener todas las medallas de oro en el cuarto Campeonato Centroamericano y del Caribe de ese deporte, celebrado en Caracas, Venezuela.
Afectada por el suceso, Odalys es apenas una de las tantas víctimas de Posada, al igual que Giustino Di Celmo, padre de un joven italiano asesinado en 1997 por acciones de grupos terroristas anticubanos que provocaron la muerte de su hijo Fabio en un atentado con explosivos.
Similar al sabotaje de Barbados, Posada infiltró a criminales que esta vez plantaron bombas en diversas instalaciones turísticas de la isla para desestabilizar a la nación caribeña.
Ese 4 de septiembre en el hotel Copacabana, una explosión apagó la vida de Fabio, de 32 años, cuando una esquirla de metal del cenicero donde estaba puesta la bomba, se le incrustó en la parte izquierda del cuello y le cercenó una vértebra cervical y la arteria carótida.
Desde entonces, Giustino une su reclamo de justicia al de miles de familias víctimas de la política agresiva de grupos radicales instigados y financiados desde hace más de medio siglo por Washington, y cuyas violentas acciones han cobrado la vida de tres mil 478 cubanos y dejado más de dos mil incapacitados.
¿Cómo es posible que un país como Estados Unidos que dice condenar el terrorismo albergue a este terrorista con una larga hoja de crímenes que incluyen la voladura del avión de Cubana en Barbados, el asesinato de cientos de venezolanos y la muerte de mi hijo?, se preguntó Di Celmo.
Por ello, tanto Giustino como Odalys respaldan la causa de cinco cubanos antiterroristas condenados en suelo estadounidense por vigilar a agrupaciones extremistas que desde Miami operan contra Cuba.
Ellos expusieron su vida, su familia y su felicidad por tratar de evitar actos terroristas como el que tronchó la existencia de Fabio o segó la vida de los pasajeros del vuelo 455, reconocen ambos.
Conocidos internacionalmente como los Cinco; Antonio Guerrero, Fernando González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino y René González fueron sentenciados a largas penas en Estados Unidos, incluyendo la sanción de dos cadenas perpetuas más 15 años para Gerardo.
(Con información de Prensa Latina)
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