Una fotografía desconocida del Che antes de la toma de Santa Clara
«El golpeteo debe ser constante. Al soldado enemigo que esté en un lugar de operaciones no se le debe dejar dormir, las postas deben ser atacadas y liquidadas sistemáticamente».1
Ernesto Guevara
El Che fue fotografiado por una adolescente de las inmediaciones Santa Clara. La imagen es exclusiva. Es una instantánea original, y de incalculable valor documental. ¿Dónde ocurrió? Algunos cuestionarán. Sin dudas, es única. Aparece cifrada en la mañana del lunes 29 de diciembre de 1958, previo al asedio y ofensiva final contra las fuerzas batistianas acantonadas en la antigua capital de Las Villas.
El jefe de la columna No 8 Ciro Redondo aparece en el extremo derecho, con un tabaco, casi a punto de encenderse, y lo muestra humeante en la boca. Ostenta una acostumbrada vestimenta verde olivo y una boina oscura que esconde su lacio y largo cabello, algo marchito por el paso de los días de operaciones militares. Tiene el brazo izquierdo enyesado, y llegó al lugar para ultimar detalles sobre la propaganda en tiempos de una guerra.
Siempre consideró crucial ese frente de comunicaciones en el plan operativo de estrategia elaborada desde mediados de octubre, fecha en la cual arribó al Escambray, la serranía villareña.
Con el propósito de tomar pueblos y ciudades, hasta aislar a Santa Clara del resto del país, era necesaria la difusión y la información al pueblo de los hechos que ocurrían a diario, y una manera de ganar simpatizantes y desmoraliza la contraofensiva enemiga.
¿Quiénes son los acompañantes? ¿Qué lugar dejó la huella? El domingo 28, el Che llegó a la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas. En ese Día de los Santos Inocentes, estableció allí su Comandancia, y recorrió las instalaciones inmediatas en un reconocimiento exhaustivo del terreno de operaciones militares.
El Comandante con sus huestes había recorrido ya el trayecto Placetas a Santa Clara, último en el camino de la victoria. En la táctica, el Che definió, a partir de criterios de guías, el movimiento de los rebeldes y sus posicionamientos. Tomarían los cuatro puntos cardinales que bordean la ciudad. Sitiaría y aislaría, desde la periferia, a todas las fortalezas militares existentes. Ese constituyó su soberano propósito.
En el extremo derecho de la fotografía está el capitán Juan Abrantes Fernández, y al centro, el ingeniero eléctrico Ignacio Díaz Pérez. El Comandante Guevara aparece a la izquierda. Son tres las personas captadas por el lente en un solitario paraje de la periferia de Santa Clara, la ciudad a la que el Che tiene en mira.
El terreno exterior que se hechiza el área del transmisor de la CMQ-Radio, en las proximidades del colegio saleciano Rosa Pérez Velazco, de Santa Clara, la capital villareña. La impresión quedó registrada por una cámara alemana Dacora Daci, de 1950, un equipo de cajón hecho de aluminio prensado, muy casero en la época.
El Che accedió a fotografiarse, como quien asume una complacencia, a instancias de una muchacha, hija de Díaz Pérez. La instantánea dejó grabado un momento no muy difundido en la historia cubana.
El jefe guerrillero visitó en su hogar-centro de trabajo al ingeniero eléctrico y le solicitó «echar a andar» con premura ese transmisor, vital en las comunicaciones radiales entre el centro-oeste, y la región oriental del país.
— ¿Qué necesitan?, dijo el Che.
—¡Una planta eléctrica!, estamos apagados, respondió el hombre de inmediato.
—Entonces no tendrán problemas, precisó el Comandante, quien ya tenía en mente un plan de acciones.
«El Che dio instrucciones a sus ayudantes, y en pocas horas llegó una planta eléctrica. El transmisor se convirtió en estudio radial para propagar partes de guerra y alentar al pueblo en última etapa de la ofensiva rebelde.
«A Jesús (Chucho) Fernández García, joven rebelde, antes locutor de la emisora CMHW y miembro de la columna del Che, y Aida Pérez Abradelo, integrante del departamento de Propaganda del Movimiento 26 de Julio en la ciudad, corresponden las voces que difundieron los mensajes revolucionarios», contó Enrique Romero de la Paz, un hombre imprescindible en la reconstrucción de la historia de la Radio en Cuba y en particular en Santa Clara.
Desde el domingo anterior, el 28, «los estudios de W, en Buen Viaje y Parque, se fueron del aire. Serían las 10: 00 am., hora en la cual se cortó la transmisión, primero de audio y después de electricidad. Oscar Ruiz, jefe del transmisor ubicado en la Carretera Central me notificó que no llegaba ninguna señal. Aquello en estado de guerra era preocupante y había que buscar una solución», afirmó Romero de la Paz.
Gracias al repetidor de la CMQ, ese lunes, antepenúltimo día de diciembre de 1958, las emisoras de los territorios liberados en Las Villas, excepto CMHW, quedaron encadenadas. No obstante, las arengas revolucionarias fueron continuas, mientras tanto a los residentes en la localidad se le distribuía, casi de manera clandestina, un Manifiesto al Pueblo, y se animaba a redimir un combate final.
—¿Y la W no funcionó durante la batalla?, inquiero.
— «Mira, al mediodía del lunes 29 encuentro a Chucho Fernández en la calle Julio Jover esquina a Maceo. La gente del barrio, al igual que en otros sitios de la ciudad, atravesaba vehículos, y cuanta cosa tenían disponible para obstruir el paso de efectivos militares del ejército batistiano. Ese locutor, vestido de verde olivo y grados de capitán, estaba con otro compañero, un civil de apellido Toledo. Allí me comentó, “vamos que te voy a presentar al Che”, y quedé sorprendido. El jefe guerrillero estaba sentado en uno de los carros parqueados en la calle. Chucho le dice, “Che, este es el hombre de la emisora CMHW del cual le hablé”. El Comandante invasor me pregunta qué necesidades teníamos para las transmisiones desde los estudios», afirmó.
«¡Comandante!, falta corriente, usted lo sabe, y líneas. Sin eso es imposible salir al aire. Realmente no conocía con exactitud si los problemas eran de cables o de electricidad en el transmisor de la Carretera Central. El Che le ordena a Chucho que buscara a Bonifacio Hernández Cedrón (Demetrio en la clandestinidad), jefe de Propaganda del M-26-7 en Las Villas. Exigía formalizar nuestros pedidos y localizar los suministros materiales a la menor brevedad.
«Chucho Fernández García hace las presentaciones, y le expone a Demetrio que acabábamos de hablar con el Che, quien estaba interesado en lograr las comunicaciones en tiempo real desde Buen Viaje y Parque, comentó Romero de la Paz.
«Localicé a un ingeniero eléctrico que vivía en la calle Conyedo entre Maceo y Unión, y le manifesté aspectos de la situación eléctrica que tenía la emisora, así como el interés del Che de poner a funcionar la planta y el transmisor. También se habló con un liniero de la Compañía Telefónica, y ese hombre colocó cablerías, a como dio lugar, desde el transmisor de CMQ, en la Carretera de Camajuaní, hasta la calle Independencia. El tendido luego se dirigió por Luis Estévez hasta los balcones de la emisora, en el Parque Vidal, aledaño a Buen Viaje, y entonces era necesario probar las conexiones. El martes 30 en la noche teníamos comunicación desde los estudios. Al amanecer del siguiente día, ya transmitíamos desde W», acotó.
Desatan la guerra
En Santa Clara el Che puso en práctica su estrategia militar: «[…] la impresión de que un cerco completo rodea al adversario […] Para hacer todo esto, es necesaria la cooperación absoluta del pueblo y el conocimiento perfecto del terreno…»2 Las principales fuerzas enemigas estaban concentradas en el Regimiento No. 3 “Leoncio Vidal Caro”, con tanques y tanquetas, así como unidades blindadas con más de mil 300 efectivos militares. También la Estación de la Policía, en las cercanías del centro urbano, y el Escuadrón No 31 “Miguel J. Gutiérrez” de la Guardia Rural, incluso el Gran Hotel —donde se apostaron miembros del Servicio de Inteligencia Militar—, son puntos defensivos del régimen batistiano.
El Gobierno Provincial, próximo a la emisora CMHW, el aeropuerto, el cuartel de los Caballitos, la Audiencia, y la Cárcel, constituyen baluartes enemigos. Un convoy militar, blindado, con más de 300 soldados, permanece estacionado en la ciudad. El derribo del puente ferroviario de Falcón, el lunes 22 de diciembre, detuvo “su paso” al oriente cubano. Todo está calculado por el Che. Las columnas del M-26-7 y del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, en lo fundamental, las cuales dirige, tienen que cumplir sus respectivas misiones: liquidar a los adversarios en Santa Clara.
Incluso, «[…] pensaba que sería necesario un mes de lucha […]; el enemigo contaba con alrededor de 3 000 hombres […], perfectamente armados […], fuertemente atrincherados…»3 Los rebeldes solo tenían unos 300 combatientes fogueados en la liberación de una decena de poblados villareños.
Tomar Santa Clara era decisivo para fomentar la desorganización militar, o moral de la tiranía. También limitaría el movimiento terrestre de los enemigos hacia el oriente del país, territorio en el cual las columnas revolucionarias apuntalaban un triunfo popular que imposibilitaría cualquier intervención de los Estados Unidos en los asuntos nacionales.
El Che habla por la radio local: «Atención, Aquí la columna No 8 Ciro Redondo, del Ejército Rebelde del Movimiento 26 de Julio. No tardaremos en anunciar nuestro programa al pueblo de Cuba, y más especialmente a Las Villas. El ataque a Santa Clara terminará con nuestra victoria».4 La ciudad es bombardeada por la aviación enemiga. Descargas de todo tipo de armas se escuchan en diferentes puntos de su geografía central.
El martes 30 de diciembre se rinden el cuartel de los Caballitos y las fuerzas que protegen el Gobierno Provincial. El Escuadrón No. 31, la Estación de Policía y el Regimiento están aislados. Los reductos batistianos se refugian hasta el siguiente día en la Audiencia y el Gran Hotel, lugares esos donde los combates son frecuentes, casi cara a cara entre los hombres en pugnas.
En Santa Clara el Tren Blindado es tomado por asalto, y sus efectivos se rinden de inmediato, con pacto de una tregua. Al norte villareño, en Yaguajay, Camilo Cienfuegos está a punto de vencer el cuartel, enclave principal del enemigo. En Santiago de Cuba Fidel se apresta a hacer una entrada triunfal. El país entero está en rebelión.
Es jueves 1ro de Enero, Año Nuevo: hay dolor por los hombres perdidos en muchos lugares de combate. La lucha por la vida registra intensidad. En el intento de tomar la jefatura de la Policía muere Roberto Rodríguez Fernández, El Vaquerito, jefe del Pelotón Suicida, el capitán rebelde que ascendiera el Che tras la toma de Fomento. La pérdida fue irreparable. Desde la Sierra Maestra viene el joven junto a su jefe guerrillero, quien lo observó desde abril de 1957 cuando se incorporó a la columna No. 1 dirigida por Fidel.
Apenas tenía 23 años cuando El Vaquerito cayó en desigual enfrentamiento ante los soldados que protegían la estación de Policía, distante a unos 800 metros del Regimiento “Leoncio Vidal”, la plaza más guarnecida. Una bala enemiga le cercenó la cabeza. Era hasta ese momento un hombre historia, por la simpatía y el arrojo que desplegó frente a sus compañeros en desiguales desafíos bélicos.
Imagino el dolor infinito del Che al enterarse de la infausta noticia de la muerte de un muchacho que en múltiples ocasiones le arrancó una sonrisa luego de escucharlo contar historias de su azarosa vida laboral o del deambular por pueblos y ciudades del país. Desde entonces ambos se conocían de los días iniciales de la Sierra Maestra. Al menos así lo asegura el Comandante Guevara durante el primer recordatorio de esas acciones en diciembre del siguiente año en Santa Clara.
El martes 30 de diciembre la muerte de El Vaquerito representó una irreparable pérdida. El Che catalogó a su Pelotón, el Suicida, de ejemplo de la moral revolucionaria.5 Esa fuerza, chica y de energía singular, constituyó una tropa de élite en la liberación de territorios villareños. Muchos combatientes desearon integrarla. Fue el Comandante Guevara quien escogió de manera meticulosa a cada uno de sus componentes, y colocó a su frente a un luchador joven que demostró «realidad y fantasía» en su actuación diaria, comentaría después el jefe revolucionario.
Hay una tregua. El Che da 15 minutos para que soldados y oficiales del Regimiento No. 3 Leoncio Vidal Caro, depongan incondicionalmente las armas.
El país se tambalea. Batista y sus secuaces más cercanos huyen al amparo del silencio de fin de año. El jefe de la columna No 2 conmina al enemigo a la rendición.
En una guagua VW «de anunciantes del Gran Hotel Santa Clara, va el Che hasta las inmediaciones del Regimiento “Leoncio Vidal”, pero antes se produjo un diálogo de misiones pacificadoras. De una parte y de otra, se efectúan las negociaciones de la rendición», dijo Romero de la Paz, quien facilitó la utilización de ese automóvil con alto parlante en el período de suspensión temporal de las hostilidades de guerra.
La misión trazada por el Che al teniente Hugo del Río, así como a los doctores-capitanes Antonio Núñez Jiménez y Adolfo Rodríguez de la Vega, dio sus frutos. En el regimiento quedaron depuestas las armas.
Apenas, con el triunfo revolucionario, el Che estuvo unas horas en la ciudad. Fidel le ordenó, al igual que a Camilo, partir de inmediato hacia La Habana y tomar sus dos principales fortalezas militares: Columbia y San Carlos de la Cabaña. El camino fue expedito para el posterior paso de revolucionarios en la Caravana de la Victoria, un instante de luminosidad naciente en el pueblo cubano.
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