La neuroquímica en Cuba tiene el relevo garantizado
Samila León Chaviano es una joven investigadora del Departamento de Neuroquímica, estructura de la Dirección de Neuroinvestigaciones del Centro de Neurociencias de Cuba (CNEURO).
Su tesis de pregrado exhibe un extendido y serpentino enunciado que responde al título «Síntesis y evaluación de un potencial radiodiagnosticador PET de placas-amiloides presentes en la enfermedad de Alzheimer».
Y sobre el mismo ámbito, un año después de graduada, continua insistiendo. «Ahora sigo trabajando en la síntesis de compuestos —dice— pero no el mismo que trabajé en mi tesis».
En un momento del diálogo, la joven se empeñó, infructuosamente, en hacerme entender cómo las técnicas de simulación permiten estimar la zona de interacción con el péptido y evaluar la estabilidad temporal del complejo péptido-ligando formado. Yo solo pensaba en lo terrible que deber ser eso del Alzheimer. Y cruzo los dedos. Para esta joven de apenas 24 años el ámbito le apasiona.
¿No es un tema muy amargo?
La enfermedad de Alzheimer es terriblemente demoledora, tanto para la persona que la sufre, como para su entorno familiar y social.
«Se trata de un problema mundial, fundamentalmente en países más desarrollados, pero igual ocurren en muchos otros. Y la sociedad necesita intervenir y prepararse para ello.
«El tema me interesó porque las acciones para tratar la enfermedad tienen un alto sentido humano. Se dice que uno no muere por su causa, sino por la cantidad de complicaciones alrededor de ella.
«Resulta triste ver como un trastorno neurodegenerativo conlleva la pérdida de las capacidades cognitivas y de la memoria, desorientación, trastornos del lenguaje y cambios de conducta; problemas que se agravan rápida e indeteniblemente en el tiempo, incidiendo de manera desfavorable en la calidad de vida de los pacientes».
¿En qué consiste la investigación que realizan en la actualidad?
«Los trabajos son parte de proyectos de investigación del Centro de Neurociencias de Cuba, que se proponen disminuir los efectos sociales, económicos y emocionales de la enfermedad en la sociedad cubana.
«Los depósitos de péptidos-amiloides, por ejemplo, aparecen hasta 20 años antes de que se manifiesten los síntomas de esta enfermedad. Y desde hace más de 10 años se trabaja en el desarrollo de métodos de neuroimágenes para un diagnóstico precoz.
«La idea es alcanzar un radiofármaco que lo consiga con eficacia. Los que existen son demasiados caros».
¿Cómo llegas tan joven a aquí?
«Me gradué en Licenciatura en Radioquímica, en el Instituto Superior de Tecnologías y Ciencias Aplicada (INSTEC), en julio del 2016, pero ya desde cuarto año estaba insertada en el CENIC preparando mi tesis. Y al graduarme me quedé aquí.
«En el INSTEC participé en un proyecto de síntesis orgánica con una profesora, que a su vez conocía, la jefa del departamento donde ahora trabajo; una cosa llevó a la otra y así fue como me acerqué y empecé a familiarizarme más con el tema y con el lugar.
«Incluso sé de otros estudiantes quienes, desde primer año, se iban interesando por estas y otras investigaciones y eran bien aceptados. Yo estoy contentísima porque a mí me recibieron con los brazos abiertos. En el departamento soy la más joven. La mayor tiene casi sesenta y sigue trabajando como el primer día, con el mismo entusiasmo. El colectivo es inmejorable.
¿Tenías claro que serías lo que eres hoy?
«Quizás no, pero desde décimo grado me gustaba la Química. Estudié en la Lenin y allí se hacía un buen trabajo en la formación vocacional. Un día vi en un mural una información atrayente sobre los estudios de radioquímica. Y me llamó tanto la atención el perfil de la carrera que ese día me decidí.
«La pedí en primera opción y me sometí a todo el proceso de ingreso. Y finalmente, cuando me la otorgaron, me sentí enormemente feliz».
¿Asimilaste bien el cambio del pre a la universidad?
«Al principio el impacto se siente y el cambio no resulta sencillo, pues aunque a mi juicio en la vocacional te preparan muy bien para los estudios superiores, la carrera de Radioquímica es muy fuerte.
«Y entrar a la universidad me cambió la vida en muchos aspectos. Llevo solo un año y tanto de graduada y de la vida universitaria, además de la dedicación a los estudios, recuerdo haber disfrutado mucho. Participé en una exposición de fotografías, gracias a unas vacaciones por la ciudad de Trinidad. Estuve haciendo fotos y resultaron tan buenas imágenes que gane un concurso. Y también me dio por el atletismo, porque en mi delgadez y mi agilidad parecía que daba, pero no. Francamente no era muy buena. Y no era muy seguidora del movimiento de artistas aficionados de la FEU.
«Sin embargo, el cambio de la universidad para el mundo laboral no ha sido tan brusco, porque ya ha habían realizado prácticas y la familiarización fue gradual. De hecho, en los últimos días del curso venía casi todos los días».
¿Cómo es un día de trabajo aquí? ¿Qué ha cambiado de tu rutina normal?
«Por lo general llego muy temprano y preparo los reactivos y los utensilios donde se producen las reacciones productoras de los compuestos que necesitamos. Todo ese proceso puede llevar un día o tres, depende incluso de la tarea de destilar un solvente, con un punto de ebullición muy alto.
«Yo vivo cerca de aquí, en San Agustín. Para ir a la universidad, generalmente debía levantarme de madrugada y pocas veces llegué tarde a clases. Ahora no tanto porque no necesito mucho margen de tiempo, pero la vida laboral implica más responsabilidad, así que igual llego temprano».
Entre tantos peroles y silencios, ¿no resulta un trabajo muy solitario y, por lo mismo, riesgoso?
«Puede parecer un trabajo muy solitario dentro del laboratorio; ahora da la casualidad que algunos están de vacaciones, por eso parece tan vacío; pero es una labor “muy de equipo”, de colectivo, y en todo se complementa. Tengo como tutora a una científica muy capacitada. Su guía constante ha sido muy importante para mí.
«Riesgos aquí los hay, pero se conocen y se gestionan y uno está consciente de ello».
¿Sientes que la profesión ha acentuado alguna característica tuya?
«La paciencia, que ya era una característica mía (eso creo) y la ha potenciado. Y también motivarme mejor en la búsqueda de alternativas».
¿El sentido de tu vida? ¿Cómo te ves dentro de 15 años?
«Como una Dra. en el ámbito de la neurociencia. No me atrae el terreno directivo. Tal y como lo veo, en el mundo actual cada vez son más jóvenes los doctores en ciencias. Acabo de cumplir 24; dentro de quince años me gustaría mantenerme trabajando aquí, con resultados avanzados de lo que estamos haciendo ahora.
«Desde luego, primero está la intención de hacer la maestría en el ámbito de la radioquímica. Todos en el equipo me apoyan.
«Le pediré bastante a la vida, quizá porque soy muy joven, pero por ahora la máxima aspiración es que el proyecto llegue a buen fin y mejorar los estudios sobre el Alzheimer, que tiene muchos factores de riesgo, incluido los estilos de vida.
«Hay muchos avances en el mapeo cerebral, pero el tema de diagnóstico y tratamiento aún necesita avanzar mucho. No queremos conformarnos con los paliativos.
«Y en Cuba no son pocos los resultados».
¿Cómo te defines ahora mismo?
«Alegre. Y un día feliz para mí es cuando las reacciones preparadas resultan positivas y dan el compuesto que necesitamos, con buen rendimiento además. Eso me entusiasma muchísimo. Un día malo es cuando sucede lo contrario, por todo el trabajo previo, largo y complicado. Pero nunca me he sentido frustrada.
«Como cualquier cubano me puede afectar el calor, la guagua, los problemas cotidianos… pero al llegar aquí es tan propicio el ambiente, que a mí particularmente se me olvidan… hasta ahora.
«Yo, en ese sentido, soy muy optimista.
«No soy de mucho maquillaje. Duermo normal, llevo una vida activa, aunque no tengo tendencia al deporte, tengo novio… nos va bien… Me gusta el rock and roll, Metallica, por ejemplo; bailo algo, depende del ambiente festivo y las personas que me rodean. Y matrimonio, por ahora, no».
(Tomado de Alma Mater)
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