Centenares de policías apostados en todos los rincones. Ni un solo coche circula desde hace dos horas por la Cornisa Oeste, una de las principales avenidas de Dakar, la capital senegalesa, a esta hora de la mañana casi siempre saturada de tráfico. De repente, un ruido de sirenas. Decenas de vehículos negros pasan a toda prisa y, en medio, una limusina con los cristales tintados en la que, hay que imaginarse, viaja Barack Obama con su familia. Muy pocos senegaleses de a pie han venido hasta aquí para verlo pasar. Ya en el palacio presidencial, unos pocos centenares de ciudadanos, previo pago de 4,5 euros y ataviados con la misma camiseta, dan una discreta bienvenida al fugaz cortejo. La primera parada de la gira africana del presidente Obama se ha vivido así, con más medidas de seguridad que entusiasmo callejero.