Los asistentes por la sociedad civil cubana —integrada por más de 2 000 organizaciones y asociaciones que aportan activamente a la vida económica, social y cultural del país—, tienen ante sí el desafío de demostrar que solo la unidad nos hará libres e independientes, y además ratificar la concepción de la integración regional soñada por José Martí, desde el río Bravo hasta la Patagonia.
“¡Apaga eso niño!”: la frase hace voltear la cabeza incluso al más distraído. Así, dentro de aquella especie de “ómnibus-torbellino” comienza el susurro de la inconformidad a transgredir los altos decibeles de las “bocinas viajeras”, o como quiera nombrarse al maléfico engendro invasor de las rutas 1, 3, 5, 6, 200… ¡de toda la ciudad!
Hace mucho tiempo se discute sobre cuánto “pesa” la música cubana, en el mercado global, reconocida mundialmente por sus cualidades excepcionales. Música y mercado, la indiscutible relación de esos términos en creaciones nacionales recientes y su demanda frente a otras de baja factura en medios alternativos, en tiempos de bombardeos de pésimas letras y ritmos, son puestos Sobre la mesa.
En el particular escenario de la contribución de las bocinas portátiles al ruido, es cierto que los jóvenes usan los susodichos artefactos con mayor asiduidad que otros grupos etarios, pero el monopolio de la música a todo nivel no les es exclusivo.
Los cambios, no tan sutiles ni progresivos, en el ámbito musical, son un tema que la mayoría acepta o aplica esa habilidad de adaptación que hizo que durante millones de años el hombre no construyera una casa porque bastaba con la caverna.
Músicos, críticos y directivos del Instituto de la Música y del Ministerio de Cultura, son invitados a la Mesa Redonda de este viernes para reflexionar sobre la siempre compleja relación de la creación y la producción musical con el mercado en las particulares condiciones de un país como Cuba. ¡Participe con su comentario!