Tan preocupados estaban en la Casa Blanca por perseguir a Bin Laden, cuyos numerosos familiares fueron los únicos autorizados –entre decenas de miles que rogaban por lo mismo- a abordar el único avión que abandonó Estados Unidos al día siguiente del 11-S, que en la confusión tanto al presidente como al alcalde de New York se les “olvidó” indemnizar a los bomberos, paramédicos, rescatistas y jornaleros que trabajaron durante días y semanas recuperando cadáveres y removiendo escombros de las Torres Gemelas, inmersos en una nube tóxica que dañó irreparablemente sus organismos y en especial sus pulmones.

Bin Laden está muerto. La muerte del terrorista número 1 que según los servicios especiales estadounidenses ordenó el atentado terrorista contra las torres gemelas de Nueva York, parece un hecho consumado. Es difícil prever hoy en día el resultado concreto que tendrá la muerte del líder de Al Qaeda: si conducirá al descenso de la actividad terrorista en el mundo o, al contrario, al aumento de la misma.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se reunirá hoy con integrantes del comando especial que participó en la operación que culminó con la muerte de Osama bin Laden en Pakistán. A cuatro días del suceso, la cobertura mediática sigue siendo alta y se ha beneficiado la imagen del mandatario, hasta ese momento acorralado por las presiones de los republicanos, las promesas incumplidas y una economía en crisis.

“La estrategia de Estados Unidos es diseminar la idea de que todos estamos bajo la presión del terrorismo internacional”. Así lo expresó el politólogo y sociólogo argentino, Atilio Borón, quien destacó que el terror es un instrumento utilizado por el gobierno de Obama para relegitimar sus acciones ilegales.

En momentos en que el presidente estadounidense, Barack Obama, atraviesa por un complejo panorama dentro de su gobierno, la muerte de Osama Bin Laden podría ayudar en sus aspiraciones a la reelección en el 2012. “Yo di la orden”, dijo Obama al dar conocer detalles acerca de la captura y muerte en Pakistán del “enemigo número de Estados Unidos”, catalogado el cerebro de los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas, en Nueva York.

El movimiento portugués de solidaridad con Cuba rindió tributo a dos diplomáticos cubanos fallecidos en un atentado terrorista perpetrado el 22 de abril de 1976, contra la embajada de La Habana en esa capital. El atentado formó parte de una campaña terrorista desatada de 1974 a 1976, contra las misiones cubanas en el exterior, en el que se ejecutaron 165 actos de terror contra inmuebles y personal de la mayor de las Antillas en 24 países.