Próximo a cumplirse el vigésimo aniversario de la firma del Tratado de Maastricht, la UE no está para grandes celebraciones, sino para preguntarse qué ha fallado. Entre los fallos figuran las “lagunas de Maastricht” relacionadas con la falta de mecanismos de cohesión fiscal y social y de control y seguimiento de la deuda privada de los países (ya comentadas en Público, 09-05-2010) que presentaron un marco propicio para que las desigualdades y conflictos se acentuaran en la eurozona, espoleadas por la disparidad de modelos, de intereses y de poder observada entre los países miembros. Esta disparidad, que habría podido resultar complementaria en un espacio más cohesionado, se acentuó hasta convertirse en un conflicto que no sólo enfrenta a países comercialmente excedentarios o ahorradores, como Alemania, y países deficitarios, como España, acostumbrados a cubrir su necesidad de financiación atrayendo capitales del resto del mundo.