La Unión Europea compromete su futuro
Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda
Fotos de Roberto Garaicoa
La crisis tiene rostro, aunque los decisores sigan encorbatados defendiendo a las minorías celosas de sus estados financieros. La crisis tiene rostro y no se reduce a las cifras, aunque estas, tan alarmantes, nos coloquen frente a picadas sensibles. La crisis tiene rostro y puede verse en las calles, en las escenas que discurren cotidianamente en las plazas europeas, porque el modelo de bienestar social parece haber alcanzado sus límites.
Las condicionantes de esta expresión desesperada se concentran en las prolongaciones de las fórmulas neoliberales, que han ido replegando los avances y desplazando la vida a la privatización del sistema educativo o el sanitario, o a ese otro costado bien espinoso: el desempleo.
Elsa Claro, experta en temas internacionales, explicó en la Mesa Redonda de este martes que el problema de la desocupación ha aumentado considerablemente en esta región en los últimos cinco años, al punto de que el 67 por ciento de los jóvenes en Grecia está en esta condición, España le sigue en esta desafortunada escala y después viene Portugal e Italia con un 40 por ciento. Lo que se traduce, obviamente, en los rostros reclamantes e indignados.
Para esta analista el asunto tiene ribetes más negros, si tenemos en cuenta que se trata de un continente con una demografía envejecida, por lo que corre el riesgo de no contar con la reposición de fuerza laboral en un plazo relativamente breve. “De ahí parte la preocupación y la inquietud de algo que no se puede ignorar: cómo garantizarán los fondos necesarios para pagar las pensiones a las personas que sobreviven los 60 años de vida”.
Otras de sus dimensiones son palpables en las tendencias migratorias. “El mundo del trabajo se ha ido deteriorando de una forma general en toda Europa, al punto de que las traslaciones no se dan solo entre estos mismos países que componen el bloque, sino que se visualiza el fenómeno en éxodos hacia América Latina o a los países más favorecidos en el continente africano”.
“El desempleo, sostuvo Elsa Claro, también ha alterado las dimensiones socioculturales. Los estándares de vida consecuentemente han colapsado: si anteriormente los jóvenes se independizaban de sus familias a una temprana edad, ahora tienen que reconsiderar esta preferencia”.
Todo esto forma parte de la desarticulación del estado de bienestar en esas sociedades. El Doctor Leydes Rodríguez aludió a que ya se habla de una generación perdida en Europa, que está imposibilitada de formar una familia porque solo una vivienda les cuestan unos 40 000 euros y el salario medio al año no supera los 15 000 euros, en caso de que dispusiera de el.
“Los académicos les llaman a estos jóvenes el sector de los precarios, que ni trabaja ni estudia”, precisó el especialista, a lo que Elsa Claro sumó que están en esta lista de desfavorecidos los que lo que poseen son contratos temporales que no les garantiza un proyecto de vida, o los que reciben salarios que no están en correspondencia con su calificación profesional. “Esto va creando, puntualizó, problemas generacionales y deformaciones sociales muy profundas”.
Pero el problema no es nuevo, ni surgió de ahora para luego. “Una encuesta que se hizo en Francia hace unos diez años, demostró que los jóvenes tenían una mirada escéptica hacia su futuro, porque reconocían que sus nuevas realidades estarían en un nivel inferior a la que tuvieron a su edad sus padres”, compartió la periodista.
Al añadir más matices al análisis, la experta comentó que había que tener en cuenta que cuando un joven se gradúa sufre un gran desencanto, porque cuando va a pedir un trabajo le piden experiencia laboral y con esa sola condicionante ya está vetado, además, delante de él hay muchos adultos que no son viejos, y son calificados y están haciendo la cola.
También llamó la atención que si los jóvenes son el sector más afectado, a las mujeres les pasa peor, por su doble condición. “Cuando obtienen un trabajo ganan entre un 20 y un 30 por ciento menos que los hombres”.
El Doctor Leydes Rodríguez manifestó uno de cada cuatro jóvenes de 25 años ni estudia ni trabaja en Europa. Al tiempo que cada día se dan más pasos en contra de la educación y la salud. En la educación, por ejemplo, la transición la hace el Gobierno de forma gradual, pero se puede pulsar en el aumento de las tasas de ingreso para entrar a la universidad, o en lo que tienen que abonar cada año los estudiantes.
Además del problema social, indicó el profesor universitario, se estimula el de tipo económico, ya que si el desempleo es muy elevado el PIB no va a crecer. Además Europa está demostrando que no tienen políticas juveniles integrales. “Esto genera también la crisis de los paradigmas económicos y sociales de la Unión Europea, destruye las aspiraciones de los más nuevos y genera enajenación e inestabilidad social”.
El experto también vaticinó que estas circunstancias van a ser caldo de cultivo para formar las fuerzas de extrema que van a ser antisistémicas al modelo de la Unión Europeo.
Ambos panelistas coincidieron en que mientras los gobiernos se mantengan actuando a favor del sector minoritario, no va a solucionarse ningún tipo de problema. “A las sociedades europeas no les faltan recursos, sino voluntad política. Una sociedad progresista no puede ser indiferente a la situación de los jóvenes. Sus aspiraciones, proyectos y sentimientos no pueden ponerse al margen. No se puede ignorar su importancia en la construcción de la sociedad”, acentuó Leydes Rodríguez.
Se avizora, compartió, una mayor fractura social y una mayor degradación económica. “Eso va a producir una crisis moral, un euro-escepticismo y un deterioro sensible a nivel político con la pérdida de la capacidad colectiva para resolver estos conflictos”.
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