La obsesión contra Cuba y el dominio imperial en Facebook
Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda
Fotos de Roberto Garaicoa
¿Cuáles son los límites de la libertad para Facebook? ¿Sobre qué fundamentos aparenta ser una plataforma democrática para la comunicación? Estas y otras interrogantes podrían quedar despejadas frente al más reciente acto de censura a un cubano, a quien le bloquearon su perfil no por incumplir los términos de usos y condiciones, sino por poseer las vivencias de la fallida obsesión imperialista por derrocar a la Revolución cubana.
Snowden lo había advertido al mundo cuando desclasificó toda la estrategia norteamericana para expandir su poder a partir del espionaje tecnológico. Y esta es una prueba más que confirma el peso de su revelación, la misma que le ha costado ser un perseguido político.
Raúl Antonio Capote es el usuario discriminado por la red social, un profesor y escritor revolucionario al que la CIA creía haber reclutado, y quien ha expuesto los planes de esa organización para influir en el sector cultural y derrocar al Gobierno de Cuba.
Este es un hombre que conoció bien de cerca el mundo que le reveló las sucias argucias, ilegalidades e hipocresías en que se sustenta la hostilidad de la política yanqui contra Cuba. Por ello emplea toda su capacidad pedagógica y su arsenal teórico para su exposición razonada sobre este tejido intervencionista que se propone una y otra vez Washington.
A partir de 2004, Capote tuvo una intensa etapa que testimonia el activo papel subversivo de la SINA dentro de Cuba, y de oficiales de la CIA que usaron nuestro propio suelo en el reclutamiento de personas «como él». Fue el contrarrevolucionario Dagoberto Valdés la persona que lo identificó como «candidato», y lo puso en contacto con la SINA. Así llegó Capote a aquella suerte de cena-tertulia en casa de Francisco Sáenz, a la sazón encargado del área político-económica en la legación estadounidense.
A Capote le reservaban un tratamiento especial, invitado a actividades de más alto perfil donde había estadounidenses o diplomáticos de otros países. La explicación pudo ser la que le dio un día el funcionario que reemplazó a Keiderling en la secretaría de Prensa y Cultura, en el año 2005 en la SINA: Drew Blakeney, un hombre de formación militar que llegó a depositar en él mucha confianza. Le confesó que «personas como yo —supuestamente—, podíamos hacer el trabajo que a ellos les interesaba para tumbar la Revolución. Para ellos la “solución” para Cuba era la intervención norteamericana. Su línea era que surgiera un Gobierno provisional que solicitara la ayuda militar de Estados Unidos; ese sería el momento. Y necesitaban a una persona capaz de asumir ese papel en caso de que la Revolución se desmoronara, porque no confiaban en esos personajes de la supuesta disidencia; para ellos eran material desechable».
En su opinión, aunque utilizan a fundaciones pantalla como la Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU. (Usaid por sus siglas en inglés) y al Fondo Nacional para la Democracia (NED) para dar un viso legal a sus acciones, la CIA no ha renunciado a involucrar a sus oficiales directamente en el terreno.
Todo esto se emparente, ineludiblemente, con el proyecto subversivo ZunZuneo, con el que volvieron a proyectar sus variables a partir de un nuevo empaquetado. Cuba ha constituido para la CIA una obsesión desde 1959. Ni la agresión directa ni los actos terroristas les han dado resultados. De ahí el importante papel que sucesivos Gobiernos estadounidenses han concedido a la subversión interna.
En el caso de Capote, querían desplegar su trabajo de subversión entre los jóvenes; aprovecharían que era profesor de una facultad de la Universidad de Ciencias Pedagógicas, y sus contactos como ex dirigente en Cienfuegos de la Asociación Hermanos Saíz. Estaban convencidos de que la cultura era la vía para «entrar». Pero no pudieron.
Ahora Facebook bloquea a este hombre. Las razones están no solo en su historia, en sus antecedentes, sino en que Facebook es un arma de dominio imperial, y las verdades que socializa Capote no convienen, hay que silenciarlas.
Fotos de Roberto Garaicoa
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