¿Es la honestidad un valor en desuso?
Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda
Fotos de Roberto Garaicoa
La honestidad no es un hecho abstracto. Aunque habite en la espiritualidad de los seres humanos, se corporiza en los actos cotidianos, en la consecuencia de la conducta, en el hilo de la vida. Y llega a ser tan palpable y necesaria, que si se quiebra se avizora una erosión abrupta en la sociedad. Por ello se impone salvarla, ponerla a buen recaudo, porque como decía mi abuelo, con esa sabiduría moral que antepuso a cualquier difícil coyuntura: “Se puede ser pobre, pero no deshonesto”.
Para la psicóloga Roxanne Castellanos, quienes bien han cultivado este valor lo incorporan naturalmente a sus prácticas y lo conservan como una convicción que no hay que forzarla y es muy difícil desmontarla. “Quienes así proceden no pierden la honestidad por endurecida que estén las circunstancias”.
Ricardo Ronquillo, subdirector del diario Juventud Rebelde, aludió a que la forma en que se forjó la nación cubana está marcada por el sentido de la ética y de la honestidad. “Cuando Martí habla de la República que había que fundar, se refiere a una República moral. Por lo que la nación nuestra está atravesada por esa coherencia entre el pensar y el hacer”.
El directivo hizo énfasis en que los cubanos son esencialmente honestos, al tiempo que precisó que hay dimensiones como la familiar y la social que deben seguir estimulando esa condición, de lo contrario podría perderse.
Roxanne Castellanos sumó al análisis que hay costados muy sensibles que no se pueden descuidar, por ejemplo, no se puede obviar que cuando un maestro estimula al niño a hacer un trabajo extraclase y luego participa del fraude de que los padres se lo hicieron y lo reconoce aún presintiendo esa realidad, se pueden correr los límites y estimular las dobleces.
En esa cuerda de pensamiento, Ronquillo advirtió que una periodista le había comentado que en Cuba la honestidad costaba muy caro. “En las circunstancias de nuestro país mantener una conducta coherente es muy difícil. Es que no se puede soslayar que a veces se da un conflicto entre lo legal y lo legítimo. Es decir, se pueden violentar las normas y legitimarse otras conductas por las emergencias cotidianas. Pudiera suceder que uno haga algo que vaya contra su conciencia condicionado por las circunstancias”.
Arleen Rodríguez, la moderadora de la Mesa Redonda, advirtió que no hay una sociedad que cultive más la sociedad como la nuestra. Y provocó a los panelistas con la interrogante de si la pobreza puede generar la deshonestidad.
Para Ricardo Ronquillo, la propia historia nuestra se encarga de desmentir este criterio. De hecho, la Generación del Centenario tiene muchas de sus bases ideológicas en la Ortodoxia, que tenía como lema Vergüenza contra dinero. “La utopía de nuestra Revolución está transida por el deseo de la coherencia y de la moral”.
La profesora Roxanne Castellanos recurrió al concepto de que las generalizaciones no son buenas, por lo que no se puede pensar que una persona pobre tenga que recurrir a conductas deshonestas para sobrevivir, como tampoco se puede creer que una persona que nació en una cuna más cómoda preserve el estatus con conductas amorales. “El que tiene interiorizado ese valor no lo menoscaba en una coyuntura”.
Para el catedrático Pedro Luis Castro, tampoco se puede enjuiciar a los jóvenes de ser los más propensos a la deshonestidad por la irreverencia de su edad. “Esa no es una generación perdida, hay que ver cómo en los análisis en sus centros escolares asocian a la honestidad con el sentido de la justicia y de la dignidad. Cuando han abordado el fraude, lo hacen con mucho rigor y con la ética estudiantil como bandera”.
El experto defendió el criterio de que la pobreza material no justifica la deshonra. Nosotros tenemos familias con diferencias económicas, y sin embargo no todos los que carecen tienen posturas indignas.
Ronquillo aludió a que también las instituciones deben ser muy cuidadosas con sus prácticas o estimulan la deshonestidad. “Las formas de examinar podrían ser un viaducto, o si uno no dignifica el ejercicio de la crítica y de la autocrítica. El propio Presidente del país ha reiterado la importancia de que las personas digan lo que piensan y que no se estigmatice por ello a la gente”.
La honestidad no es un valor en desuso porque aun existen muchas familias que lo cultivan y educan a sus hijos enseñandole y dando ejemplo, pero tenemos que reconcer que nuestra sociedad ha perdido muchos valores que antes eran normas inviolables dentro de la mayoria de las familias cubanas pero lo peor es que se está transmitiendo de generación en generación.
Sinonimos de honestidad: decente, pudor, verguenza, modestia, razonable, justo
Gracias por la oportunidad
Pienso que la honestidad en las nuevas generaciones(incluyendo la mia) esta verdaderamente perdida, existe en las escuelas mucha falta de enseñanza referida a estos temas, recuerdo claramente que cuando estudiaba en la secundaria y el pre los turnos de los llamados ¨Debate y Reflexion¨ eran los turnos de conversacion de lo que habia hecho el fin de semana, de lo que habia hecho en la disco el sabado pasado, solo recuerdo que esos turnos eran verdaderamente reales el dia que la escuela estaba siendo visitada por el municipio o la provincia.Opina que un factor influyente grandemente es la mala calidad de la educacion en ese sentido.
No sabía dónde expresar mi opinión sobre un caso que me molesta en lo personal, hasta que vi esta sección sobre los valores. Gracias mesa redonda por darme la oportunidad de ser escuchado.
Me gustaría que se pudiera analizar este tema en algún espacio, resulta que tengo una niña que está en primaria en el municipio san miguel del padrón, la niña es buena estudiante y los padres somos de los más integrados en la ayuda a la escuela por la situación de mantenimiento que tiene y lo hacemos porque es el lugar donde más tiempo pasa.
El martes pasado me llego una nota del profesor pidiendo si era posible que lleváramos un plato en 2 días de la semana para atender a una visita que venía a inspeccionar la escuela. Inicialmente no le preste mucha atención, aunque algo me molesto, pero cuando me puse a pensar que esa visita estaba haciendo su trabajo y que la escuela estaba pidiendo ayuda para que la visita hiciera su trabajo de forma más placentera sin reparar el gasto diario que tenemos los padres tratando de mejorar el almuerzo de nuestros hijos, porque sin reservas el almuerzo escolar deja mucho que desear en cuanto a contenido proteico.
No sé si está estipulado que las escuelas tengan que ofrecer recepciones de bienvenida a las visitas, si es así creo que los maestros deberían hacerse responsables de ellas, y hacer cosas más sencillas y más acordes con la situación, pues si en una aula hay 20 alumnos cuantos platos puede tenerse en una escuela que tenga 10 aulas, además las visitas son para saber las deficiencias y para ayudar a las escuelas a superarse continuamente, y no sería real que una visita estuviera comiendo, dulces finos y refrescos con los alumnos muy cerca posiblemente comiendo arroz blanco con harina y que niño. No sé qué valores estamos inculcando, solamente se me ocurren anécdotas del Che Guevara que contaban los mayores de mi casa natal, sobre su humildad en todo lo que hacía, sin pedir ni aceptar ningún regalo adicional producto de su cargo o su función, pues el ganaba un salario que podía usar en lo que necesitaba. Por qué esos maestros y metodólogos no pueden traer una merienda de su casa si consideran que no van a poder comer adecuadamente durante su estancia, ¿por qué tenemos que hacer los padres regalos innecesarios para que esas personas hagan su trabajo?
No quiero ni pensar que esta práctica sea producto de motivar a los visitantes para que den una evaluación positiva de la escuela, porque esto si sería un acto de deshonestidad terrible con los valores que profesa la revolución.