Petrocaribe impulsa la agenda multilateral
Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda
Fotos Roberto Garaicoa
Los resultados de la Cumbre de Petrocaribe y el desmembramiento de Libia tras la guerra impuesta por EE.UU. y la OTAN, fueron los temas principales abordados en la Mesa Redonda de este lunes.
Venezuela acogió la IX Cumbre Extraordinaria de Petrocaribe para impulsar la agenda multilateral. Con este encuentro regional, la patria de Chávez ratificó su respaldo a esta iniciativa que trasciende lo energético y toca aspectos como el social, cultural, económico y político.
Petrocaribe es una iniciativa de cooperación energética creada por el Comandante Hugo Chávez en 2005, sustentada en los principios de comercio justo, sirviendo como alternativa real para los países en desarrollo del Caribe de tener un acceso seguro y confiable a diversas fuentes de energía.
Los miembros acordaron avanzar en el proceso de ampliación de Petrocaribe con la creación de la Zona Económica Comercial, la cual buscará impulsar el desarrollo y las transformaciones de la región caribeña. Para ello se establecerá una comisión del más alto nivel, para que preparen en 60 días las propuestas de carácter comercial y financieras para avanzar hacia nuevas fórmulas de intercambio comercial.
Para Sergio Alejandro Gómez, jefe de la página de Internacionales de Granma, este paso que se está dando con la Zona Económica, es la potenciación del empleo del petróleo en función del desarrollo. “Y en ello no hay una intención de dar petróleo por un voto político, ni para emplearlo como un método coercitivo como lo hace Estados Unidos, que de hecho se opuso mucho a que Haití formara parte de este espacio de integración. Petrocaribe ha impulsado en estos casi diez años 430 proyectos de desarrollo”.
Los países que conforman este bloque, dijo, tienen desafíos comunes, porque son países puertos. “Tienen que crear conexiones aéreas y marítimas, por ello Petrocaribe reiteró la voluntad de continuar avanzando en estas interconexiones”.
Las delegaciones de los países miembros del mecanismo de integración asistentes a la Cumbre, comentó, aprobaron un fondo de inversiones Petrocaribe-Alba, el cual inyectará 200 millones de dólares. La nueva inversión será para proyectos de ejecución de fuentes complementarias de energía.
Los proyectos de energía alternativa con tecnología de punta son uno de los temas más importantes asumidos por el organismo y ya están en marcha en el concepto solidario de Petrocaribe.
En la declaración final, los países que integran Petrocaribe reafirmaron que el Caribe es una zona de paz, donde las naciones seguirán impulsando procesos de integración y amistad con el fin de seguir garantizando la mayor suma de felicidad para nuestros pueblos.
El analista destacó, de la intervención del Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel, el espíritu fundacional que ha defendido Petrocaribe, como un mecanismo de solidaridad, cooperación y amistad de los pueblos de la región.
Díaz- Canel, dijo, agradeció a Chávez, a Maduro y a Venezuela por este empeño tan noble, de complementariedad, donde ese país no regala ningún recurso, al tiempo que manifestó la disposición de impulsar todos los avances en materia social y cultural que han elevado el índice de desarrollo humano de los países Petrocaribe por encima de los países no asociados a la alianza.
En opinión de Sergio Alejandro Gómez, Petrocaribe es estratégico porque el Caribe no tiene condiciones para generar toda su producción eléctrica a partir de las energías renovables, por lo que el petróleo seguirá siendo un recurso necesario para su seguridad. Y aclaró que el bajón a 50 dólares por barril de petróleo parece algo positivo, sin embargo, esto puede crear un efecto dominó que repercuta en la región negativamente.
LIBIA: UNA NUEVA ZONA DE GUERRA
Libia es una nueva zona de guerra en la cual se fortalecen los fundamentalistas radicales, con la consiguiente desestabilización de las naciones vecinas. En la medida en que la situación empeoró en los últimos dos años, Estados Unidos, Francia y otros que participaron en la intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el 2011, no reaccionaron con el envío de ayuda, sino cerrando sus embajadas y mirando hacia otra parte.
Libia, cuatro años después de los bombardeos de la OTAN, es un país que institucionalmente parece no existir; con indicadores económicos y sociales deprimidos a pesar de la riqueza en petróleo y agua que posee; y donde, más que la solución, la intervención militar extranjera ha sido el mayor incentivo para el desastre .
Hace exactamente un año que el Congreso General fue suspendido, lo que incentivó aún más los enfrentamientos que llegaron a provocar asaltos a sedes diplomáticas en Bengasi y empleo de armas de grueso calibre por uno de los grupos en disputa.
La población de más de siete millones de personas está dividida entre dos gobiernos, dos parlamentos, así como igual número de ejércitos, uno con sede en la oriental ciudad de Tobruk y el otro en Trípoli, la capital del país.
La realidad allí pasa por lo ocurrido en el 2011, cuando se estimularon por Occidente las inconformidades de algunos grupos sociales que exigían al gobierno local ser “reconocidos” y aceptar sus reclamos en manifestaciones tribales. Sin embargo, las diferencias sociales se acentuaron, la violencia tribal lejos de acabarse se exacerbó; entraron en juego grupos terroristas como Al Qaeda y el Estado Islámico; y se fracturó el país, haciéndose verdaderamente ingobernable y por tanto inviable.
El periodista Elson Concepción argumentó que en Libia ya no hay ningún país. “No funciona nada. Al estar enfrentados entre ellos mismos no hay gobernabilidad alguna. Entonces la ONU ha tratado de lograr un diálogo en busca de que se cree un gobierno de unidad nacional, que haya un cese al fuego y que se redacte una nueva Constitución, pero en las condiciones actuales de Libia esto es bastante difícil”.
Puntualizó que los grupos tribales representan un gran poderío, y ese fue el caldo de cultivo que utilizó Estados Unidos, Francia y la OTAN para ejecutar los bombardeos que terminaron con Gaddafi.
El 19 de marzo del 2011, Francia, cuyo gobierno siempre tuvo hegemonía en lo que al uso de la fuerza se refiere, lanzó una ofensiva con 20 aviones de guerra. La situación de caos fue tal que solo en los primeros cuatro meses de enfrentamientos la cifra de muertos sumó entre 10 000 y 15 000 personas.
Cuando Occidente logró su objetivo de acabar con el gobierno libio y asesinar a su Presidente, abrió las puertas de los recursos energéticos a compañías foráneas, y se marcó entonces el peor desenlace.
Un Estado que contaba por esos años con las reservas de petróleo más grandes de África y la novena en el mundo, y producía 1,8 millones de barriles por día, lo que le garantizaba 63 años de reservas al ritmo de producción, ha sido llevado a evidentes condiciones de inestabilidad, unido a la pobreza y a la carencia de perspectivas para una solución que beneficie al pueblo.
Hoy, cuando hay señales preocupantes de una posible nueva acción militar extranjera, y se hacen fuertes grupos terroristas que han extendido sus tentáculos desde Irak y Siria; la existencia de un Parlamento en Trípoli y otro en la ciudad de Tobruk, son muestras de ingobernabilidad en un país dividido y asediado.
Según los medios, unos 200 extremistas vinculados al autodenominado Estado Islámico (EI) tienen un centro de entrenamiento en la oriental ciudad libia de Derna, por lo que este país, ubicado a unos 500 kilómetros al sur de Europa, puede convertirse en una plataforma de ataques terroristas contra las naciones europeas… pero Occidente no se quedará de manos cruzadas.
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