Cirugía planetaria para curar el clima
En los pasillos de la Conferencia Anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), celebrada recientemente en San Diego (California), científicos y periodistas no acababan de salir del debate sobre la existencia misma del cambio climático cuando encararon un nuevo frente de batalla: el uso de la geoingeniería para revertir el calentamiento.
La geoingeniería no es un fenómeno nuevo. Tanto la reforestación de bosques como el secuestro y almacenamiento subterráneo de CO2 que empieza a desarrollarse en Europa son ejemplos de geoingeniería a pequeña escala. Los planes de estos científicos para el futuro son, sin embargo, mucho más ambiciosos y, por tanto, arriesgados: desde la fertilización de océanos al uso de aerosoles de sulfuro en la estratosfera para mejorar el albedo de las nubes (su capacidad de reflejar la luz) y aumentar las precipitaciones. Desde las inyecciones masivas de CO2 en fondos oceánicos hasta el bombeo de agua del fondo (más rica en oxígeno y con menos nitrógeno) a la superficie marina.
¿Pueden estas maniobras revertir los efectos del cambio climático y enfriar el planeta? La respuesta de los expertos es unánime: sí, pero no sabemos con qué consecuencias. Para James Fleming, de la Universidad de Colby en Maine, “hemos aprendido que el cambio climático no es sólo un asunto técnico, tiene también aspectos sociales y culturales. Para mí la geoingenieria no es más que especulación geocientífica, no probada, peligrosa y sin un plan B”, opina. Sin embargo, para otros expertos podría ser un arma eficaz.
El problema con el cambio climático es que aún no se conocen con certeza las consecuencias que tendrá en el futuro la acumulación de CO2 atmosférico. “Sabemos que, debido a la inercia térmica oceánica, la reducción en la temperatura del planeta es más lenta en responder que la reducción del CO2″, dice David Keith, de la Universidad de Calgary. O sea, que, aunque reduzcamos emisiones, no evitaremos el calentamiento a corto plazo. “Por eso deberíamos mirar hacia la geoingeniería”, añade.
Keith y su equipo han investigado desde hace una década estrategias de geoingeniería como los aerosoles de SO2 y H2S en la estratosfera o los aerosoles de sal marina en nubes bajas. El objetivo de estas investigaciones es crear nubes más densas y con el albedo mejorado para reducir la insolación. “La geoingeniería es posible”, dice Keith, “pero tememos que pueda derivar en un menor compromiso de reducción de emisiones”.
Varias de las técnicas funcionan, pero se ignoran sus consecuencias.
Medida complementaria
Según los expertos, la geoingeniería sería sólo una medida complementaria a la mitigación de emisiones. Para Ken Caldeira, de la Universidad de Stanford, además “no existe una manera práctica de reducir la temperatura durante este siglo, pero nuestros modelos climáticos predicen que, en 2040 o 2060, la falta de precipitaciones agravada por el cambio climático puede generar más hambre y pobreza en muchas zonas de África o Asia que dependen de la agricultura”. Caldeira sugiere que el uso controlado de técnicas de geoingeniería podría funcionar.
La geoingeniería empieza también a levantar ampollas. En el exterior del Centro de Convenciones de San Diego, un grupo de ecologistas protestaba con megáfonos y pancartas que decían: “¿Fue el [huracán] Katrina geodirigido? Detengan la geoingeniería”. Para Caldeira, el uso de aerosoles estratosféricos tiene un gran potencial, aunque reconoce que son capaces de generar daños. En sus modelos informáticos, el uso de sulfato estratosférico provocaba, en ciertas condiciones de temperatura y lluvias, algo parecido a un tornado.
Pese a todo, la mayoría de la investigación en geoingeniería pesada es, hoy por hoy, experimental. Para Eli Kintisch, periodista de Science, la geoingeniería puede ser “la mayor esperanza o la peor pesadilla de la ciencia para revertir la catástrofe climática”. Según sus datos, hoy se invierten diez millones de dólares anuales en investigación, de los cuales cerca de dos millones proceden de la Fundación Bill Gates.
Sin embargo, las cosas están cambiando muy rápido: John Holdren, asesor de la Casa Blanca en Ciencia y Tecnología, hizo públicas en mayo de 2009 las intenciones de la Administración Obama: “Tenemos que mirar [la geo-ingeniería] a través de la investigación”. La Royal Society británica estudia dedicar a esta área unos cien millones de libras en la próxima década. De una u otra forma, algunas voces en el mundo de la ciencia parecen estar clamando por tratar el problema desde un nuevo enfoque: si el paciente no mejora, habrá que sacar el bisturí.
(Con información de Público, España)
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