Recrudece conflicto territorial en oeste Costa de Marfil
Los líderes del mundo han aplaudido la asunción del presidente Alassane Ouattara y el fin de la violencia en Costa de Marfil, pero los residentes del volátil oriente donde se cultiva cacao tienen sus dudas.
Ouattara asumió el cargo días atrás frente a 20 líderes de otras naciones y al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. Analistas esperan que esto le permita al país africano recuperarse de la peor crisis en su historia reciente.
Pero en las laderas envueltas en selvas tropicales y árboles de cacao cerca de la frontera con Liberia, las tensiones locales que estallaron en un conflicto bélico durante la enconada disputa electoral con el ex presidente Laurent Gbagbo distan de haber quedado resueltas.
“Para nosotros, esta guerra nunca se trató realmente de las elecciones”, dijo Diara Yakonda, jefe de la mitad Dioula de Fengolo, una aldea dividida por una disputa étnica por tierras de cultivo del cacao.
La tribu migratoria de Ouattara, Dioula, ocupa la tierra del lado de la carretera que atraviesa Fengolo, mientras que el pueblo aborigen guere, considerado pro Gbagbo, vive del otro.
“Desde hace mucho antes de las elecciones existía un conflicto entre dioula y guere. Ellos quieren nuestra tierra, pero nunca la abandonaremos”, dijo Yakonda.
Estos sentimientos ponen de relieve el desafío al que Ouattara se enfrenta para reunir un país dividido por disputas por tierra y nacionalidad, entre granjeros migrantes y pueblos aborígenes, que provocaron dos guerras civiles en una década.
Mientras gran parte del país recupera de a poco la sensación de seguridad, los residentes en el extremo occidental dicen que milicias étnicas aún merodean la región y que miles de personas están atrapadas en campamentos para refugiados.
Cambio de roles
Hace mucho que los bien irrigados bosques de Costa de Marfil atraen a trabajadores de países como Mali y Burkina Faso para trabajar en las plantaciones de cacao, pero políticos populistas han explotado las tensiones entre ellos y los pueblos aborígenes.
Los políticos avivaron el sentimiento xenófobo y les negaron la nacionalidad marfilense a descendientes de inmigrantes y a habitantes del norte con lazos culturales con los extranjeros, provocando la primera guerra civil del país en 2002-03.
“Desde que Gbagbo asumió el poder, hubo violencia e intimidación para con las personas consideradas extranjeras. Ahora nos sentimos a salvo”, dijo Yakonda, quien vino de Burkina Faso hace 40 años.
Pero justo cuando la victoria de las fuerzas pro-Ouattara liberaron a los habitantes del norte y a ciudadanos extranjeros de las milicias de Gbagbo, los guere dicen que son perseguidos con la misma intensidad.
La ONU está investigando informes de que 800 guere fueron asesinados por fuerzas pro-Ouattara que avanzaban sobre la ciudad de Duekoue el mes pasado.
Analistas dicen que a Ouattara le resultará difícil desarmar las fuerzas que lo ayudaron a tomar el poder de manos de Gbagbo cuando este se negó a renunciar tras perder en las elecciones de 2010, pero señalan que debe hacerlo si los marfilenses quieren volver a sentirse seguros nuevamente.
Unas 27.000 personas, en su mayoría guere, se están refugiando en terrenos de la misión católica en Duekoue, viviendo en la miseria. El cultivador de cacao Michel Taiiloula, demasiado asustado para irse, dice que huyó de la misión cuando milicias étnicas aliadas a Ouattara arrasaron con su aldea.
“Queremos que el presidente diga que todo aquel que no tenga derecho a portar armas debe deponerlas”, dijo Taiiloula.
¿Es seguro volver a casa?
Una camioneta pasa estruendosamente sobre caminos de tierra transportando a ex rebeldes fuertemente armados a través de campos de cacao y pastizales.
Un grupo de hombres con anteojos de sol, armas automáticas y lanzadores de granadas propulsadas a cohete descienden de la parte trasera de una camioneta en un poblado.
El hombre que carga el lanzador de granadas enciende un cigarrillo mientras otro combatiente se agacha para recoger una granada que se le cayó.
Los aldeanos se dispersan con temor, si bien el comandante dice que la patrulla supuestamente debería asegurarles que nuevamente están dadas las condiciones de seguridad.
“Estamos haciendo todo lo que podemos para garantizarle a la población que es seguro volver a casa”, dijo a Reuters el comandante Issa Konda, quien está a cargo de la zona de Duekoue.
Pero el comandante dijo además que los que vivían en campamentos eran personas que se estaban ocultando porque “sabían que habían hecho algo mal”.
A corto plazo, los ex rebeldes tendrán que ser desarmados o integrados a un Ejército responsable.
A más largo plazo, al igual que con otros conflictos territoriales en Africa, se necesitarán diálogos entre comunidades y títulos de propiedad de la tierra.
“Esto es un desafío”, dijo a Reuters Cyprien Ahore, el cura católico que cuidaba de los refugiados guere.
“La reconciliación de estas comunidades se dará gracias al diálogo. Todos los actores deben involucrarse. Este es un caso testigo. Si podemos lograr la reconciliación aquí, entonces lo hacemos en todo el país”, añadió Ahore.
(Con información de Reuters)
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