La gran epopeya de los avileños
Por: Delicia Leyva Morales, El Invasor
“Aquí hay que echar piedras sin mirar para alante”.
Fidel Castro Ruz
Cada 26 de Julio entraña para los avileños olor a pólvora desvanecida en el viento, a sangre derramada hasta en los confines de este Caimán verde, coraje emergido entre las malezas de la Sierra Maestra, historias de fuego en las más recónditas calles de nuestra ciudad, certeza de victoria conquistada con el sudor de la frente.
Aquí en Ciego de Ávila el séptimo mes del calendario se convierte en un hervidero creciente de hombres y mujeres que dan lo mejor de sí en la jornada laboral para impulsar, con sus modestos esfuerzos, la producción de bienes y servicios en cada sector. Con el deseo de progresar, en lo económico, político y social, permanecemos firmes en el cumplimiento de nuestro deber y a golpe de sacrificio transformamos para bien nuestro pedacito.
La ciudad se viste de rojo y negro, rejuvenece su imagen, emprende nuevas obras sociales y rememora las proezas realizadas en esta tierra próvida del centro de la Isla. Muchas son las hazañas de mambises, jóvenes rebeldes, líderes estudiantiles y disímiles generaciones de avileños reconocidas en la historia Patria, desde las luchas independentistas hasta nuestros días, luego del triunfo de la Revolución. Sin embargo, en la reminiscencia de este pueblo sobresale una de las mayores epopeyas vividas en el país: la construcción de la primera carretera sobre el mar.
Las playas de los avileños
Cuando en marzo de 1983 Evelio Capote Castillo, Héroe del Trabajo de la República de Cuba, contempló el horizonte desde La Playita Militar, en el Consejo Popular de Turiguanó, perteneciente al municipio de Morón, casi se le aflojan las piernas.
“Mi misión es hacer una carretera sobre el agua hasta un cayo que mi vista no alcanza a ver, que existe más allá de donde el cielo parece que se une con el mar”, pensó aquel guajiro soñador, fundador del contingente Roberto Rodríguez, El Vaquerito, el primero del país.
La tarea, cosa de locos, era colonizar el silencio milenario de los cayos de los Jardines del Rey, tirándole piedras al mar. Sumamente difícil, la idea había sido expuesta por el líder de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz, el 11 de julio de 1980, cuando la provincia Ciego de Ávila estaba sumida en los preparativos del Acto Nacional por el Día de la Rebeldía Nacional. El entonces primer secretario del Comité Provincial del Partido en el territorio, Rafael Valdés Valdés, lo recibió para recorrer las obras sociales que se construirían en ocasión de la efeméride. Quería comprobar con sus propios ojos los recursos que faltaban para su terminación y cuántas de ellas se concluirían en la fecha prevista.
Aquella tarde —acompañado de los ministros que tenían que ver directamente con la construcción y los abastecimientos— visitó viejas y nuevas calles que resurgían, el teatro Principal, el nuevo local del Partido y la Plaza Abel Santamaría, estos últimos, surgidos gracias a la inteligencia y voluntad humanas, desde los pantanos más inhóspitos de la periferia de la ciudad, lugar donde precisamente se celebraría el XXVII aniversario de los sucesos del Moncada.
Una vez concluido el recorrido, Fidel pidió a Valdés reunirse con miembros del Buró del Partido en un sitio tranquilo para conversar, y se dirigieron a la casa de visita del Ministerio del Azúcar (MINAZ). Allí, el Primer Secretario le hizo saber al Comandante que se estaba haciendo, con mucho entusiasmo y con pocos recursos, un parque con una playita para el disfrute de los avileños, al cual nombrarían Ricardo Pérez Alemán.
“Mira Valdés, yo te voy a ayudar, eso no va a tener problemas, así que sigue haciendo tu playita cerca de Ciego, pero las playas de los avileños están en el norte”, dijo Fidel. Al decir eso, se le explicó que el Gobierno y el Partido habían hecho inmensos esfuerzos buscando esas playas del norte, pero que siempre chocaban con el mismo problema, es decir, que la costa, lo mismo la norte que la sur, estaba en zonas muy bajas y que los pocos lugares que podrían servir de playas no tenían las condiciones mínimas ni la calidad indispensable para emprender una inversión con tales fines, de manera que a los residentes en la provincia de Ciego de Ávila no les quedaba más remedio que continuar yendo, como tradicionalmente lo hacían, a Palo Alto, San Fernando, La Tinaja, donde se bañaban en agua salada con el desconsuelo de saber que no estaban disfrutando de una verdadera playa.
“Estoy completamente seguro de que allí no hay ningún lugar que tenga más de seis pies de profundidad”. Y seguidamente comenzó a explicar las características de la Bahía de Perros y las de las playas de los cayos. Dijo que en las operaciones de búsqueda del comandante Camilo Cienfuegos, había sobrevolado las costas en avión, en helicóptero; había navegado sobre la plataforma insular, de manera que había visto todas esas hermosas y valiosas playas de los cayos Coco y Guillermo, y de casi toda la cayería de Jardines del Rey. Entonces dijo categóricamente:
“‘¡Ahí están las playas de los avileños! Hay que hacer una carretera por el mar’, dijo Fidel, ‘tirando piedras nosotros podemos ir avanzando, desde luego con un buen proyecto para que no se rompa la ecología’.”
Al principio, la idea solo era una utopía para los dirigentes del territorio, luego se convirtió en un sueño y se hizo realidad gracias a la voluntad de hombres y mujeres que desafiaron la naturaleza y, sin saberlo, edificaron el camino de la provincia hacia el futuro.
Puertas al desafío
Los primeros pasos para la construcción del pedraplén que hoy une a Turiguanó con Cayo Coco comenzaron luego de la celebración de las actividades por el 26 de julio de 1980. Para iniciar el proyecto reunieron a las personas capaces de emprender la obra constructiva y materializar el sueño de Fidel.
Ingenieros en viales, técnicos, especialistas de Planificación Física, del Instituto Cubano de Hidrografía, la Academia de Ciencias y de distintas ramas, se sumaron a la tarea para hacer los primeros estudios geológicos del lugar, pese al poco conocimiento de las corrientes marinas y la vida interna y complicada de la Bahía de Perros. Primero, organizaron una expedición inicial a través de los litorales de la cayería para corroborar que allí estaban las playas más hermosas de Ciego de Ávila. Y ciertamente, a lo largo de 27 kilómetros, disfrutaron de las costas más bellas, no solo de la provincia, sino de Cuba.
“Todo parecía de estreno. El paisaje era diáfano, sin humo de fábricas ni otras contaminaciones (…). Habían arribado a Cayo Guillermo por el oeste y luego se habían desplazado por el litoral norte un tanto al este para desembarcar por Playa Pilar. (…) Comenzaron a navegar rumbo al sol naciente, pero sin adentrarse en el mar, sino más bien bojeando la costa, primero de Cayo Guillermo con sus tres playas —Pilar, del Medio y del Paso— enclavadas a lo largo de cinco kilómetros de dunas y arena fina, que se interponen como una línea blanca dibujada entre el verde claro del agua y el verde oscuro de la vegetación; y luego de Cayo Coco, con sus 22 kilómetros de playas en herradura cuyos nombres, Playa del Perro, Uva Caleta, La Jaula, Los Flamencos, Playa Larga, Las Coloradas, Prohibida… parecen extraídos de una de las cartas de navegación usadas por los corsarios y piratas.”
Los dirigentes llegaron a la conclusión de que valía la pena construir la carretera sobre el mar y hacerlo en el menor tiempo posible, de ahí que se hicieran dos expediciones más para conocer mejor las características de la naturaleza de la zona. Tres años después en el último recorrido efectuado el 17 de febrero, esta vez con los entonces dirigentes del Partido y el Gobierno, Rafael Valdés y Miguel Aguilar, junto a especialistas de Planificación Física y trabajadores de la Base de Transporte Agropecuario, Comunales y la Empresa de Construcciones Varias del municipio de Morón, decidieron “meterle mano al asunto” y demostrarle al Comandante en Jefe que su sueño podía convertirse en realidad.
En aquella histórica reunión, efectuada en La Jaula, (hoy lugar conocido como la UNECA, centro principal desde donde parten todos los viales internos de Jardines del Rey) se eligió a Capote para hacer los primeros 100 metros del pedraplén. Muchos de los presentes exclamaron en voz baja que aquello era una locura. Otros mostraron sus sonrisas incrédulas y hubo quienes ocultaron su sorpresa tras rostros serios y compasivos.¡Y aquella demencia se convirtió en una proeza laboral y en la obra constructiva más romántica del siglo XX en Cuba!
Según las exploraciones previas, la mejor variante de las tres propuestas, concebía el pedraplén desde La Playita Militar en Turiguanó, hasta La Silla, en el sur de Cayo Coco. Por este derrotero solo había que salvar 17 kilómetros de mar con poco cieno, atravesar Cayo Rabihorcado y llegar al objetivo por un lugar estratégico y relativamente cerca de los puntos claves del mismo.
El 29 de marzo de1983, en horas de la mañana, seis obreros de la Empresa de Construcciones Varias de Morón, dirigidos por Capote, clavaron las dos estacas simbólicas que abrieron las puertas al desafío. Con el paso del tiempo, el puñado de hombres abnegados, con escasos equipos en su mayoría obsoletos, aumentó en la medida que se hizo necesario hasta convertirse en la Brigada Especial Roberto Rodríguez, El Vaquerito. Ya para 1987 se había construido 362 metros en el mar, y no los 100 previstos, demostrando que sí se podía. Era una tarea ardua, pero no imposible. En marzo de ese año, a su retorno de la provincia de Camagüey, el Comandante en Jefe visitó la ciudad para ver cómo avanzaba el proyecto de conquista de las playas de los cayos al norte de Morón.
“Caminó a lo largo del pedraplén, se detuvo en la punta del mismo y exclamó: ‘¡Valdés, esto es lo que hay que hacer!’.”
Inmediatamente, comenzó a medir con sus pasos el ancho y comprobó que tenía 12 metros, entonces dijo:
“‘Solamente hay que aumentarle dos metros para que tenga ocho de carretera, de asfalto y tres metros a cada lado por donde en un futuro debe pasar el agua, la luz eléctrica…’ Miró hacia el horizonte y al no ver tierra por ninguna parte, sentenció a modo de conclusión: ‘aquí hay que echar piedras sin mirar para alante’.”
Contra viento y marea
La empresa llevada a cabo por aquellos hombres hechos de salitre, monte y ciudad hizo que Fidel entregara equipamientos para continuar con la construcción del pedraplén. Para reiniciar las labores, hasta el cuartel general de La Playita Militar en Turiguanó, como lo había definido Capote, llegaron entre otros equipos, varios camiones de volteo para cargar piedras y transportar otros materiales. Se sumaron compañeros de los ministerios del Azúcar, la Construcción, la Agricultura, la Pesca y de otros organismos de la provincia.
Ya por esa fecha hacía aproximadamente un año que se trabajaba en el Plan Director de la cayería norte, aunque nunca en Cuba se había hecho un proyecto de tal categoría en territorio virgen, de manera que la experiencia de hacer urbanismo en una zona turística devino escuela. Primero se hizo un esquema general de desarrollo de Cayo Coco, se definió la zona urbanizada, la medio urbanizada y la que no se podía urbanizar. Este Plan Director se hizo por tramos y teniendo en cuenta la ecología, la dinámica del mar, el litoral y el paisaje. Como no había experiencia de este tipo en Cuba, se recibió el asesoramiento de un grupo de especialistas españoles, aunque para ellos también resultó una vivencia única. Según expresaron, habían trabajado en zonas pequeñas, ubicando una o dos parcelas, pero aquí lo hicieron en 20 parcelas y 30 hoteles. Esta labor hubo de extenderse hasta el próximo año.
“El día que me nombraron jefe de la brigada especial Roberto Rodríguez, El Vaquerito, me sentí emocionado —me dijo Capote muchos años después—. Yo veía la enorme valla con las palabras de Fidel, las que decían aquí hay que echar piedras sin mirar para alante, y miraba al mar infinito y me repetía para mis adentros que no le podía fallar, que esa carretera llegaría al cayo aunque lo último que echaran en ella fueran mis huesos.
“A lo primero no entendía la frase del Comandante porque hacia adelante estaba la meta, además, acostumbrado a aquello de que los revolucionarios nunca miramos hacia atrás, que la cosa siempre era para alante, fue por eso que sus palabras me habían confundido, hasta que comprendí por qué él lo había dicho. Muchas fueron las veces que esta frase me sirvió para dar respuesta a mis trabajadores cuando me preguntaban para dónde íbamos. Entonces yo les señalaba el cartel y les decía que leyeran lo que había dicho Fidel.”
En la segunda etapa de construcción se abrió un frente en Cayo Coco, encargado de construir los viales internos y la incipiente infraestructura para abrirle paso a la civilización que avanzaría a través de la Bahía de Perros sobre el naciente asfalto. Las dos puntas del pedraplén debían empatarse el 26 de julio de 1988 en saludo al XXXV aniversario de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, y la voluntad general era darle la noticia al Comandante en Jefe antes del acto que tendría lugar en la ciudad de Santiago de Cuba. ¡Y la Brigada Especial Roberto Rodríguez cumplió!
En la página 43 del Libro de obra aparece recogido para la posteridad este crucial momento. “Todos los trabajadores están prácticamente sin dormir esperando el empate de la carretera —dice textualmente—. Muchos de los compañeros, por no decir todos, llevan tres días sin dormir, hoy se empata la carretera a costa de lo que sea, los obreros tienen una voluntad y un espíritu de trabajo nunca antes visto, y al fin la carretera se empató a las 6.45 pm con el último viaje echado por un KRAZ de la brigada de La Playita, la emoción es enorme en todos los trabajadores, la verdad es que esto es inconcebible y una vez más se patentiza lo que puede hacer un pueblo revolucionario que lucha por una causa y un ideal fijos…”
El Comandante supo la noticia minutos antes de iniciar el Acto Nacional en la Ciudad Héroe, y en un momento de su intervención, transmitió la noticia a Cuba y el mundo.
“…Organizar un contingente —dijo el Comandante— y trabajar día y noche (…) como los que acaban de construir el pedraplén de Ciego de Ávila desde Turiguanó hasta Cayo Coco, más de 20 kilómetros han construido, en apenas 15 o 16 meses, un puñado de trabajadores y han empatado la costa, por mares poco profundos, con una Isla que tiene grandes posibilidades urísticas, situada a más de 20 kilómetros de distancia de la costa.
“Calladamente, silenciosamente, empezaron en marzo el trabajo y hoy nos llegó la noticia, enviada por los constructores, de que (…) como homenaje al 26 de Julio habían empatado la tierra firme con Cayo Coco”.
La conquista del futuro
La culminación del pedraplén Turiguanó-Cayo Coco, apenas era el inicio de un camino largo a seguir. Ahora había que conquistar sus playas y extenderse hacia el este y oeste en busca de nuevas tierras, hasta llegar a los lugares más recónditos, pues la zona debía prepararse para el desarrollo turístico.
Inaugura Fidel Castro el hotel Cinco Estrellas Guitart-Cayo Coco, nace así el polo turístico Jardines del Rey, el 12 de noviembre de 1993
“La primera vez que conocí las playas de la costa norte del país —expresó el Comandante en Jefe Fidel Castro en el discurso de inauguración del hotel Guitart-Cayo Coco el 12 de noviembre de 1993, refiriéndose al tema— las vi desde un avión; fui viendo playas por todos los alrededores para tener una idea. De eso hace muchos años, y desde entonces tenía una idea de la existencia de playas muy hermosas por toda esta zona del norte.
“La primera vez que me pasó por la mente la idea —debo personalizar, porque fue realmente así— de explotar estas playas, no estábamos pensando en el turismo internacional ni mucho menos —de eso hace más de 20 años—; estábamos pensando en todas las personas que vivían por esta región de Ciego de Ávila, los límites de Camagüey y Sancti Spíritus —Camagüey ya tenía las playas de Santa Lucía y otras; pero Ciego de Ávila no tenía playas, excepto la Isla de Turiguanó, que también la habíamos comunicado con una carretera al principio de la Revolución—, y estábamos pensando qué podríamos hacer un día para tener acceso a estas playas tan bonitas que se veían desde el avión (…).
“La idea de hacer este pedraplén tiene más de 20 años, pero no con los fines con que hoy, lo hicimos, no con la mente puesta en el turismo internacional y en el desarrollo de una riqueza que el país tanto necesita en este momento. Pero ya con la vista puesta en el turismo internacional y a partir de aquella idea, se discutió mucho sobre la cuestión del pedraplén: el trazado del pedraplén, qué medidas adoptar para evitar daños a la ecología, cómo garantizar el movimiento de las aguas entre una parte y otra del mar a cada lado del pedraplén, cuántos puentes, qué profundidad tenía (…) Era imprescindible una vía de comunicación para llegar a estos lugares, pero esa era una idea, y a muchos les podía parecer loca la idea. Hasta tenía temor de que algunos pensaran que estábamos locos con la idea de hacer el pedraplén hasta Cayo Coco.”
El viaducto abrió las puertas de la provincia y el país hacia el futuro.
En los años venideros, la conquista de esos parajes hermosos se extendió hasta los cayos Guillermo, Antón Chico, Paredón Grande, Romano, Providencia, a través de viales de asfalto y pequeños pedraplenes que otra vez desafiaron a la naturaleza. El silencio habitual de la floresta virgen, acabó con la llegada de la civilización.
A partir de entonces, una red de carreteras internas posibilitó la construcción de 14 hoteles (categorías Cinco y Cuatro estrellas, en primera línea de playa bajo la modalidad de Todo Incluido) y villas que se levantan a lo largo de su costa y el aeropuerto internacional Jardines del Rey, además de otras instituciones.
Cada transformación ocurrida en el país llegaba al cayo; cada nueva ley abarcaba los más desolados parajes de esa geografía cubana que hoy se consolida como destino turístico imprescindible para el país, operado por cadenas hoteleras de reconocido prestigio internacional como Sol Meliá, Iberoestar, Gran Caribe, Blau y Bluebay.
Actividades náuticas, redes de transmisión de energía eléctrica, comunicaciones fiables, bases de transporte, aseguran la operación de un turismo de salud y seguridad en la región, que recibe al año, unos 200 000 excursionistas de diversas partes del mundo, principalmente, de Canadá, Inglaterra y Argentina. Considerado una joya del turismo cubano, Jardines del Rey es un paraíso oculto en el Caribe, donde hermosas playas de coral, el verdor del paisaje, los ritmos latinos candentes y la hospitalidad de los avileños, encienden los días y las noches del turista que, cautivado, se deja llevar por el disfrute.
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