El FMI anuncia lo obvio, pero no propone medidas para evitarlo
La sucesora de Dominique Strauss-Kahn al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde ha sacudido a la opinión internacional diciendo algo que no es otra cosa que una obviedad: se avecina una nueva recesión (¿realmente hemos salido de ella alguna vez?) y sigue haciendo falta que los bancos se recapitalicen.
No hay que ser ningún experto para decir esto. En cuartopoder.es se ha dicho hasta la saciedad que los factores que causaron la crisis siguen vivos. Los bancos centrales continúan a su aire, inyectando dinero público por doquier, las sofisticadas entidades financieras llenan de activos tóxicos los mercados y especulan por doquier y los políticos no toman medidas de reforma claras.
En España, por ejemplo, la solución a las cajas se está abordando con un proceso de fusiones urgentes y contra reloj, dirigidas políticamente y con el que se intenta juntar a varias entidades malas con una presuntamente buena para obtener otra más grande y mejor.
Pero no ha llegado un cambio de la ley de cajas, que ponga coto a la presencia política, ni se han actualizado las valoraciones inmobiliarias que, entre otras cosas, se habrían traducido en una caída de los precios de la vivienda. No, nada de eso se ha hecho. La enorme cifra de deuda privada sigue latente en el sistema, amenazante como una fiera al acecho. Son más de 400.000 millones de euros a los que sólo se sabe dar patadas hacia delante.
Tampoco se han exigido responsabilidades a los gestores de entidades financieras que tanto quebradero de cabeza han causado. Todo siguen libres de causa, muchos en sus puestos y otros fuera, pero con suculentas indemnizaciones.
Eso es lo que se está haciendo en todo el mundo. Ni en EE UU ni en Europa se ha sabido cómo gestionar la crisis, a pesar de que el cambalache ha puesto en tela de juicio las instituciones más asentadas, entre ellas la Unión Europea. Volviendo de nuevo a España, el Gobierno de Zapatero reforma ahora la Constitución para contener el déficit, a menos de tres meses del fin de legislatura. Un asunto que ha sido tabú desde la aprobación de la Carta Magna en 1978. Ahora, se aborda a toda prisa.
No hay que ser ningún gurú para decir que vuelven a venir mal dadas. Los precios de las materias primas están estratosféricos, el paro continúa en cotas insostenibles, los ataques especulativos contra la deuda (antes era contra los bancos en Bolsa) se recrudecen, mientras que los políticos y los bancos centrales no toman medidas para poner coto a esto, tal vez porque no sepan cómo.
Resulta penoso ver a los órganos emisores sin capacidad para estimular la economía, ya que tienen los tipos de interés casi en el cero. Darle a la manivela de fabricar dinero sólo está generando inflación y especulación, por lo que son muchos ya los que añoran los tiempos de las divisas propias… para devaluar, por supuesto. Ahí está la alerta agorera del final del euro.
Además de anunciar nuevos problemas, desde el FMI deberíán reclamar un cambio estructural en la banca, con los derivados tóxicos mucho más ligados a capital. El que quiera especular, que lo haga, pero que ponga dinero.
Asimismo, es vital empezar a dar pasos firmes contra los paraísos fiscales, donde hay tanto dinero sin pagar impuestos. Si aflorara, el estado del bienestar estaría mucho menos en riesgo, desde luego.
Debe haber un compromiso generalizado contra la corrupción y las malas prácticas. No es de recibo que sigan muchos gestores al frente de sus compañías y que estas, a su vez, emitan determinados informes cuando han sido incluso rescatadas.
Como dicen los expertos, el problema no es que vayamos a ir a peor, sino que seguimos en el fondo. Y no tenemos políticos capaces de sacarnos de manera firme del pozo.
(Con información de Cuarto Poder)
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