Es la política, estúpido
Por: Elena Llorente, Página 12
Mientras el primer ministro Silvio Berlusconi presenta al G-20 en Cannes el nuevo paquete de medidas que había prometido a la Unión Europea, muchos, dentro y fuera de Italia, se preguntan si el país está realmente al borde del default porque no tiene modo de arreglar sus cuentas, como dicen algunos, o si se trata más bien de la ineficiencia de un gobierno que está llevando la nación poco a poco hacia el derrumbe.
“El 65/70 por ciento del problema italiano es político, el 25/30 por ciento es económico”, dice en una entrevista con este diario el politólogo italiano Gianfranco Pasquino, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Bolonia y que ha enseñado en varias universidades de Estados Unidos y Europa. “Pero el problema económico se complica por el hecho de que los políticos, que son responsables de haber creado una situación económica difícil, parecen –al menos los que están en el gobierno– no ser capaces de resolverla. Porque para resolverla deberían tocar algunos de los muchos intereses de sus electores”, aclara. Pasquino no cree incluso que una eventual renuncia del primer ministro griego Giorgos Papandreu, de la que se habló insistentemente ayer, pudiera tener alguna influencia sobre el rumbo del gobierno italiano. “A Berlusconi no le importó nada lo que dijo Zapatero en España: hagamos las elecciones anticipadas para que el próximo gobierno afronte los problemas económicos. Por lo cual no creo que haya ninguna razón para creer que vaya a tomar como ejemplo a Papandreu. Continuará diciendo que tiene la mayoría en el Parlamento y que seguirá gobernando hasta 2013. Pero ésa es una mentira, porque no está gobernando, simplemente sobrevive.”
La situación dentro de la mayoría parlamentaria, sin embargo, no parece tan clara desde hace algunos días. Y más específicamente desde que ayer fue publicada una carta firmada por seis diputados del Pueblo de la Libertad (PDL), el partido de Berlusconi, donde le piden a Il Cavaliere que dé un paso al costado, es decir que renuncie a su cargo de primer ministro, pero que sea él mismo quien lidere los cambios necesarios en el gobierno. “Este grupo de parlamentarios es pequeño pero puede ser suficiente para hacerle perder la mayoría en el Parlamento a Berlusconi. Ahora el primer ministro sabe que en la Cámara de Diputados corre el riesgo de perder si pide un nuevo voto de confianza. Ese grupo puede ser decisivo para la caída del gobierno”, subraya Pasquini. Y, en efecto, Berlusconi ha dicho ayer que pedirá un nuevo voto de confianza para las medidas que fueron presentadas en Cannes y que deben ser aprobadas aún por las Cámaras. Pero, teniendo en cuenta los precedentes italianos, más de uno se pregunta si un eventual gobierno de “unidad nacional” que sustituyera a Berlusconi, del que se viene hablando, integrado por los varios partidos de oposición, con o sin el PDL, estaría en grado de gobernar o sus integrantes se la pasarían peleando entre ellos. “Esta es una de las objeciones que se hace a ese eventual gobierno de unidad nacional. Pero yo no puedo excluir que tanto en la oposición como en el PDL –dejo de lado la Liga Norte porque de ahí el único que se salva es el ministro del Interior Roberto Maroni– haya personas capaces de hacer un gobierno para resolver al menos la situación económica”, acota el analista. Es más, Pasquino cree que existen “varios hombres, incluso algunas mujeres”, en grado de sustituir a Berlusconi en un gobierno provisorio. “Se trata de encontrar una persona que en este momento pueda ser un buen coordinador y haya conseguido un mínimo de respeto en Italia y en Europa.” Según el experto, una persona como Pierferdinando Casini, del partido Unión de Centro (UDC, ex democristianos), podría tener el apoyo del centroizquierda y de buena parte del centroderecha.
Al presentar su programa ayer ante el G-20, Berlusconi recordó la determinación de Italia de conseguir el equilibrio de sus cuentas para 2013 y una veloz reducción de la relación endeudamiento-PIB. Entre las medidas se incluyó la decisión de vender numerosas propiedades del Estado, de alzar la edad de la jubilación para los hombres a 67 años antes de 2026 y de disminuir los impuestos a las empresas que inviertan en obras de infraestructuras, entre otras. No fueron incluidas, en cambio, dos cosas que se esperaban: medidas destinadas a agilizar los despidos y un impuesto a los grandes patrimonios, como piden desde hace tiempo los sindicatos y hasta la organización de empresarios Confindustria, y que tiende a reequilibrar un poco la carga de la crisis entre los distintos sectores sociales. “Yo creo que las medidas anunciadas no son suficientes –concluye Pasquino–. Y me pregunto, por ejemplo, por qué no se aprobó el impuesto para los grandes patrimonios. No se puede hacer porque Berlusconi pagaría un montón de dinero si se aplicara, porque su amigo Fedele Confalonieri de Mediaset, y otros como él, también pagarían un montón de dinero. No se hace porque hay un conflicto de intereses entre Berlusconi y sus amigos y las decisiones públicas. Nadie dice esto, en cambio hay que decirlo bien fuerte: el impuesto patrimonial, es una de las soluciones para el país, pero claramente no puede ser creado por el hombre más rico de Italia.”
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