El enviado de la Calle 8
Por Gervasio Morales Rodríguez
Publicado: martes, 3 de abril de 2012
En octubre de 1997, una embarcación de la Guardia Costanera de Estados Unidos interceptó el yate “La Esperanza” en aguas limítrofes de Puerto Rico, bajo la sospecha de que transportaba drogas. Pero el cargamento era otro.
En un compartimiento secreto de la embarcación se descubrió un arsenal escondido con siete cajas de municiones, uniformes militares, seis radios, un teléfono-satélite, lentes de visión nocturna y dos fusiles de asalto valorados en más de 7 000 dólares cada uno, capaces de alcanzar objetivos a más de una milla de distancia.
Los ocupantes del barco eran Ángel Alfonso Alemán, 57 años de edad, gerente de una firma textil de Union City, New Jersey; Francisco Córdova, 50 años, pescador comercial de Maratón; Ángel M. Hernández Rojo, 64 años, negociante de madera de Miami, y Juan Bautista Márquez, 61 años, marinero jubilado de Miami.
Héctor Pesquera, agente especial del FBI a cargo de la oficina de Puerto Rico, inmediatamente aprovechó los medios de comunicación para proyectarse como el cheche de la película. Ante las versiones originales de los ocupantes de que estaban de pesca, Pesquera ripostó: “¡Nadie sale a pescar con municiones de calibre 50!”. Prometió que se encausaría a los arrestados con todo el peso de la ley federal. Pero añadió “puede ocurrir que haya implicaciones de política exterior”… “no descarta nada”…
Pero el verdadero motivo de los “pescadores” estaría detrás del curso posterior de los acontecimientos y de la vida de Pesquera. “¡Estas armas son mías! Los otros no saben nada de esto. Yo mismo las he puesto ahí”, afirmó el cubano miamense Ángel Alfonso Alemán. “¡Son armas para asesinar a Fidel Castro!” Los datos de navegación del barco confirmarían que éstos se dirigían hacia la isla venezolana de Margarita donde el presidente de Cuba, Fidel Castro, asistiría días más tarde, a la anual Cumbre Iberoamericana.
Pronto la investigación llevaría, directamente, a las puertas de la más importante organización de exiliados cubano-estadounidenses, la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA), de reconocido historial terrorista y con estrechos lazos con Presidentes norteamericanos e importantes dirigentes políticos tanto del Partido Republicano como del Demócrata.
Luis Posada Carriles, con el apoyo directo de Arnaldo Monzón Plasencia y otros directivos de la FNCA, como Francisco “Pepe” Hernández, Alberto Hernández, Roberto Martín Pérez, José Antonio “Tonín” Llamas, Feliciano Foyo y Roberto Weill Pinetta, habían organizado un plan para tratar de asesinar a Fidel Castro durante la VII Cumbre Iberoamericana en Isla Margarita, Venezuela.
La pesquisa reveló que el entonces presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), “Pepe” Hernández, 61 años, era dueño de uno de los potentes fusiles encontrados, que “Toñín’’ Llama, de 66 años de edad y miembro del Comité Ejecutivo de la FNCA, era el dueño del yate, y que Alfredo Otero, de 62 años, otro activista de la entidad contrarrevolucionaria, estaba encargado de las comunicaciones de la operación asesina.
Todos los involucrados negaron su culpabilidad a través de sus abogados, excepto Alfonso, quien quiso justificarse mostrando a la prensa fotos suyas con el presidente Clinton, con el senador Robert Torricelli, con Jorge Más Canosa… y con Félix Rodríguez, agente de la CIA, figura de primer plano del escándalo de la narco-contra en Centroamérica y colaborador del architerrorista Luis Posada Carriles.
El abogado de Alfonso reclamó con vehemencia la inocencia de su cliente con el siguiente argumento justificativo: ¡Si la CIA ha intentado cantidad de veces asesinar a Fidel Castro, cómo se podrá acusar a un pobre “inocente”, como Alfonso, de haber intentado lo mismo! Irónicamente, el abogado de Alfonso era Ricardo Pesquera, primo del jefe FBI en Puerto Rico, Héctor Pesquera.
La mafia terrorista de Miami movió todos sus recursos e influencias y poco a poco, el caso de “La Esperanza” se deshizo en las aguas revueltas del aparato judicial norteamericano. El cuarteto fue absuelto, con la ayuda del FBI, fiscalía y jueces. El agente especial Pesquera –¡quien celebró la liberación definitiva de los sospechosos, junto a los jueces y los criminales, con una misa y una fiesta!– recibiría su “justa” recompensa.
Como pez en el agua
El 2 de setiembre de 1998 Pesquera fue designado Agente Especial a Cargo de Florida del Sur, con base en Miami. El 12, los cubanos infiltrados en varios grupos terroristas de Miami fueron arrestados por el FBI en una espectacular operación que involucró a un centenar de agentes. Pesquera, antes de notificar la acción a la alta jerarquía del FBI, incluyendo a su director Louis Freeh, informó a sus allegados, los congresistas cubanoamericanos Ileana Ros-Lehtinen y Lincoln Díaz-Balart, cuyo padrino de bautismo fue el dictador cubano Fulgencio Batista. El 14, los medios en Florida informaron del descubrimiento de lo que llamaron una “red” de “espías castristas” y el arresto de varios de sus miembros, que efectivamente se dedicaban a penetrar organizaciones del exilio cubano para evitar que llevaran a cabo acciones terroristas contra Cuba y su pueblo, como la ola de atentados en La Habana en el curso de 1997 planificados por Luis Posada Carriles, y ejecutados por unos cuantos mercenarios centroamericanos que depositaban bombas en los lobby de hoteles, a cambio de unos miles de dólares por cada explosión. El propio Posada, en una entrevista que otorgó en junio de 1998 a la periodista del diario The New York Times, Anne-Louise Bardach, confesó haber realizado ésas y otras operaciones bajo la dirección de la FNCA –es decir, las mismas gentes apoyadas públicamente por Héctor Pesquera.
El “terrorismo”no es prioridad para el FBI
En su libro Cuba Confidential publicado en el 2003 (Vintage Books), la periodista norteamericana, Bardach contaba cómo en 1998, llegó a Miami el puertorriqueño Héctor Pesquera, de nuevo jefe (Special Agent in Charge) del FBI para Florida del Sur. “Las esperanzas de los agentes y oficiales de policía fueron rápidamente aniquiladas. Pesquera, dijeron, empezó a fraternizar con miembros clave de la dirección del exilio tales como: Alberto Hernández (anteriormente de la FNCA), Ileana Ros-Lehtinen, Domingo Otero (otro exelemento duro de la FNCA) y Roberto Martín Pérez (…). Pesquera, dijo un agente en su oficina, hizo pronto un brusco viraje hacia la derecha y se abandonaron todas las investigaciones sobre el terrorismo”.
Por eso, en las narices de Pesquera, Posada Carriles, el terrorista más peligroso del hemisferio, Pedro Remón, Guillermo Novo y Gaspar Jiménez –estos tres últimos radicados permanentemente en Miami– en el 2000 compraban explosivos C-4 y materiales, con financiamiento de la FNCA, para tratar de destruir el anfiteatro de la Universidad de Panamá, donde iba a hablar el Presidente cubano Fidel Castro frente a una multitud de estudiantes, trabajadores y representantes de comunidades indígenas, durante su participación en una Cumbre de Jefes de Estado en noviembre. Y la mayoría, 14 de 19, de los imputados miembros de Al Qaeda que participaron en los atentados del 11 de septiembre de 2001 se entrenaron en el pilotaje de aviones en Florida, sin que Pesquera interviniera con ellos o siquiera tuviera conocimiento de su presencia.
Los cabecillas terroristas miamenses celebraron públicamente la condena de Los Cinco; la FNCA hizo hasta una ceremonia para felicitar al FBI por su “labor” en contra de Los Cinco en un evento donde estuvo el Agente Especial a Cargo Pesquera.
El 6 de abril de 2003, el diario Sun-Sentinel, de Miami, revelaba cómo, al ser interrogada sobre las actividades terroristas de los Comandos F-4, la portavoz del FBI de Miami, Judy Orihuela, confirmó abiertamente que los comandos terroristas cubano-americanos NO constituyen una prioridad para la policía federal en South Florida.
Peor aún: en varias oportunidades, tanto en Puerto Rico como en Miami, el Agente Especial Pesquera se ha exhibido festejando al lado de jefes mafiosos, y se le ha vinculado a las actividades del más conocido de los negociantes corruptos de la metrópoli floridana, Camilo Padreda, quien lo llama “a good friend” y junto a quien solicitó la jefatura de la Policía de Miami.
Pesquera renunció a su puesto del FBI en diciembre del 2003, poco después de la publicación en el Miami New Times de un reportaje donde se describían sus extrañas relaciones con Padreda, un elemento de la fauna cubanoamericana de Miami conocido por su participación en fraudes.
Potegiendo a Posada
La portavoz del FBI, Judy Orihuela, le confirmó a la periodista Bardach que todos los documentos originales del expediente de Luis Posada Carriles conservados durante años en la caja fuerte del FBI de Miami fueron destruidos en el 2003. “El agente supervisor a cargo y alguien de la Oficina de Fiscalía Federal lo tenían que haber aprobado”, dijo Orihuela. La aprobación para disponer de la evidencia fue dada por el agente del caso Posada, que era Ed Pesquera, el hijo de Héctor Pesquera. Entonces dirigía el FBI Robert Mueller, muy allegado a los Bush, quienes eran muy cercanos al exilio cubanoamericano. Y fue también bajo Mueller que el FBI se negó a arrestar a Posada cuando éste apareció en la Florida, dejando a Inmigración la papa caliente.
Desde abril del 2004, Pesquera dirigió los servicios de seguridad de los Puertos y Aeropuertos de Miami con el Departamento de la Seguridad de la Patria (Department for Homeland Security, DHS, por sus siglas en inglés). Cuando el terrorista Posada Carriles entró en territorio estadounidense con varios cómplices terroristas y narcotraficantes, a su llegada a bordo del barco camaronero Santrina, propiedad de Santiago Álvarez, Pesquera era quien controlaba el acceso y la seguridad de todos los puertos miamenses.
La muerte del fiscal Anderson
El Nuevo Herald de Miami, reveló en su edición del 10 de noviembre de 2005 que, según “un testigo del gobierno de Venezuela en la investigación de la muerte del fiscal Danilo Anderson”, el exdirector del FBI de Miami, Héctor Pesquera, participó en una reunión en Panamá en la que se planeó el asesinato del alto funcionario venezolano.
Anderson murió en Caracas, el 18 de noviembre del 2004, en Los Chaguaramos, luego de que su automóvil fue destruido por una bomba compuesta de explosivos C-4 y de un potente imán, un tipo de artefacto usado en numerosas oportunidades por terroristas cubanoamericanos. Poco antes de su muerte, el Fiscal asesinado había citado a declarar a unas 400 personas que apoyaron el golpe de Estado, encabezado por el empresario Pedro Carmona, ahora asilado en Colombia.
La información, de la firma de los periodistas Gerardo Reyes y Casto Ocando del Nuevo Herald, precisaba que el testigo aseguró que “un director del FBI de apellido Pesquera y un funcionario de la CIA a quien sólo identificó como Morrison, participaron en una reunión en Panamá en la que se planeó el asesinato del funcionario”. El periódico identificaba al “testigo clave del Ministerio Público” como Giovani José Vásquez de Armas, un “médico colombiano militante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC)”, y que la reunión tuvo lugar “entre el 4 y el 6 de septiembre del 2003 en una reunión que se realizó en Darién, una provincia panameña limítrofe con Colombia”.
Así que cinco cubanos que se dedicaban a penetrar grupos terroristas y acercarse a partidarios de la violencia más extrema, para tratar de contrarrestar sus proyectos criminales contra su Patria, fueron condenados cruelmente en un juicio provocado y orientado por un Jefe del FBI que se paseaba en Miami con estos mismos delincuentes y un connotado estafador vinculado a los negocios sucios de la ciudad que estos elementos han convertido en la más corrupta de EE.UU.
Uno de los ocupantes del yate “La Esperanza”, Juan Bautista Márquez, libre bajo fianza después del incidente en Puerto Rico en octubre de 1997, fue arrestado solo semanas, en enero de 1998 y acusado por la DEA (Drug Enforcement Agency) por la importación a Estados Unidos de 365 kilogramos de cocaína, de conspiración para la importación de 2 000 kilogramos y de lavado de dinero.
¿Habrá logrado finalmente la mafia terrorista del exilio cubano en Miami el control del aparato policiaco de Puerto Rico, con el aval de las agencias de Estados Unidos –fiscalía federal, FBI, y tribunales–, para adelantar sus intereses criminales convirtiendo a Puerto Rico en otra Habana del 1959 para usarla como puerto de trasbordo de sus actividades de Centro y Sur América hacia Estados Unidos?
(Tomado de Claridad, Puerto Rico)
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