Esther Borja cumple cien años
A retazos, la memoria me trae la voz de Esther Borja, una de las cantantes de música cubana más significativas del pasado siglo.
La celebración de su centenario, este jueves, sienta un pretexto para descorrer las cortinas del tiempo y redescubrir sus comienzos en el canto.
“Mi madre intuyó que yo quería ser artista, y me hizo estudiar una carrera. Le había dicho que terminaba, le entregaba el título y ya podía dedicarme a lo que era mi vocación”.
Esther era estudiante del cuarto año de magisterio, y su vecino don Pancho Lavín le preguntó un día: “Señorita, ¿es usted la que canta? Sí, en mi casa. ¿Y a usted le gustaría cantar por la radio?”. Así, con sencillez, comenzó Esther su vida artística.
“En la CMCA y en Radio Lavín conocí a Juanito Brouwer y a Elisa, hijo y hermana más chiquita de Ernestina Lecuona. Un día fui hasta donde ella vivía y me presenté. Estaba cantando y salió la tía de Lecuona: “Ernestina, ¿quién canta? Una muchachita que vino para que yo la oyera, tía Carmen”, tras lo cual la tía expresó: “Cuando la oiga Ernestico…”.
“El esposo de Ernestina era uno de los dueños de la CMK del Hotel Plaza y ella me llevó a cantar. Tenía otro espacio, La Hora Lecuona, en El Progreso Cubano y también me incluyó”.
—¿Cuándo conoció a Ernesto Lecuona?
—Al llegar de España. Y al regresar de México trae las canciones con versos de Martí, que hace para mí. Tomé parte en sus conciertos y en un programa famoso, La Hora Múltiple. En febrero de 1935, en la Sociedad Lyceum, le canté las canciones martianas.
“El 13 de septiembre hice mi debut teatral en el Auditórium. Se estrenó la opereta Lola Cruz, con libreto de Sánchez Galarraga y música de Lecuona. Allí, Damisela encantadora se unió a mi nombre para siempre. Tenía 22 años y tuve que salir cinco veces a repetirla”.
En 1943 Esther debuta con Ernesto Lecuona en el Hall of America, de la Unión Panamericana de Washington, y en el Steinway Hall de Nueva York. El periódico Variety le hace grandes elogios.
—¿Qué sucede después del debut en Estados Unidos?
—El gran músico Sigmund Romberg me contrató para un concierto en el Carnegie Hall de Nueva York, con gran destaque de The New York Times. Entre 1946 y 1948, llevé la canción cubana por numerosos estados y ciudades: Minneapolis, Ohio, Nueva York, Chicago, Wisconsin, Nebraska, Texas, Baltimore, Filadelfia, Alabama, Washington…
En el teatro lírico Esther también marcó momentos importantes. Por citar solo un ejemplo, en Buenos Aires, en 1940, interpretó las zarzuelas El cafetal, Lola Cruz, Rosa la China y María La O.
Su exquisita voz también llenó innumerables espacios en la TV, y su memorable programa Álbum de Cuba permaneció en el aire desde 1961 hasta 1986.
“Álbum de Cuba fue el hijo varón que no tuve… Y el maestro Adolfo Guzmán, más que el director musical, fue un gran amigo. Siempre me decía: A mí me gusta como tú cantas mis canciones”.
La cantante también guarda recuerdos muy lindos de Gonzalo Roig. Me orientó en la realización de mi primer disco, Un siglo de música cubana. Fui la última persona que dirigió, en el número que me ha acompañado con éxito: Nunca te lo diré.
Su voz regresa una y otra vez: Quién te cuida con esmero como el viejo jardinero te cuidó. (…) Quién te llevó de la rama, que no estás en tu rosal…
Porque su excelsa voz lleva por el mundo la palma real, el canto del sinsonte y los colores del tocororo, sobran las razones, adorada Esther, para que más allá de la Damisela Encantadora seas, en tu centenario y siempre, la más diáfana expresión de la canción cubana.
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