Ciego de Ávila se adentra en la recuperación
Bolivia es el municipio más alejado de la capital provincial y, junto a Punta Alegre, el más golpeado por Irma. En varios kilómetros a la redonda, uno observa elementos de techo diseminados sobre las áreas circundantes y eso da una idea de la furia del aire
Todos trabajan desde que las ráfagas de viento lo permitieron en este poblado del noreste avileño, donde el huracán pasó con lengüetas de fuego, por ser el primer territorio que Irma encontró a su paso arrollador por la provincia.
Unas horas después, casi entre ráfagas, los escasos pobladores que caminan por las calles ven el auto con el Granma adosado a las puertas, y la gente llega a contar lo vivido con palabras de serenidad. Se brindan porque tienen mucho que decir y «quién mejor que ustedes para desahogarnos, para que den a conocer al mundo lo que nos ha sucedido», expresan.
«La gente, por la noche, miraba por las rendijas y veían como el aire levantaba las tejas, los techos, y se los llevaba. El zumbido era ensordecedor. Los vientos duraron mucho tiempo: la tarde, la noche, la madrugada; la mañana del otro día, la tarde, la noche, como si se reciclaran en el tiempo», asegura Yoel, un nativo que al primer resoplido del huracán, perdió el techo de su vivienda.
«Fue una noche rara que nadie aquí quiere recordar, con demasiada oscuridad y negrura», expresa Yilian, pionera de séptimo grado. Pero nada es lo que parece. La oscuridad era lluvia intensa, pulverizada; y el viento ligado con el temporal, humo.
Junto a Yilian estaban su abuela Irma –¡vaya casualidad!– y Mayrely, la mamá. Las tres pasaron el demonio en la casa que el ciclón no pudo llevarse, bien construida, fuerte; otras de la comarca no corrieron igual suerte.
«Cuando podíamos mirábamos por las ventanas. Era por gusto, porque la vista no daba más allá de los dos o tres metros», cuenta Mayrely.
Lo mismo le sucedió a Norge Luis, trabajador de Inmigración y Extranjería, en el aeropuerto Jardines del Rey, en Cayo Coco.
«Jamás –así de categórico– yo había visto algo igual. Y sufrí los embates del Kate, en 1985, pero como Irma, nadie. Mi vivienda no fue dañada. Dicen que el aeropuerto sí, que no dejó nada en pie. Cuando las condiciones lo permitan allá me iré para ayudar en la recuperación».
IRMA LA BUENA, Y LO QUE ESTÁ POR HACER
De destrozos, para qué hablar, asevera Irma, la abuela de Yilian, quien para más señas, lleva como apellido «de la Paz». Enseña su verdadero rostro y asevera que de los ciclones tropicales ella solo conoce que los nombres se repiten cada seis años e incluye uno por cada letra del alfabeto, alternándose masculinos con femeninos, según escuchó en la radio hace unos días.
En el portal de la casa, esquiva toda palabra que huela a tragedia, a maldición, a malaventura. «En 65 años no he vivido nada igual. Ahora estamos obligados a sacudirnos y salir de inmediato a trabajar».
Prefiere hablar de recuperación, de todo lo que harán las autoridades del municipio y la provincia para resarcir los daños y las penurias no se extiendan en el tiempo.
«Costará trabajo recuperarnos, pero lo haremos. Esta vez será más difícil porque Matthew azotó solo una parte del país y este ciclón ha campeado por casi toda Cuba.
En primera instancia debemos pensar en que los refuerzos somos nosotros mismos. De hecho, en muchos lugares se comenzó a trabajar debajo de la lluvia y esa agilidad da seguridad».
Con una llovizna fina martillándole en el rostro, Norberto, más conocido por Vera, limpia la calle. Corta los gajos con un machete; los hala, los pica, los acomoda, en espera del transporte que los sacará del entorno urbano.
«Tenemos que volcarnos a la recuperación con nuestros propios esfuerzos –asegura–. No nos queda alternativa. La otra pelea comienza ahora».
Frente al parque despoblado de árboles, Claudio reparaba su casa. Dos vecinas le piden ayuda y él les dice que en cuanto ponga de alta la suya, saldrá por las de ellas y continuará por las otras del poblado. En lo adelante, Claudio tendrá mucho trabajo.
Más del 95 % de las viviendas del poblado fueron dañadas.
Bolivia tiene una playita a la vera de la costa y una carretera por donde se llega a ella, pero es imposible acercarse. La inundación y los árboles la aislaron. Comentan que la playa es otra y solo tres o cuatro viviendas quedaron en pie.
Bolivia es el municipio más alejado de la capital provincial y, junto a Punta Alegre, el más golpeado. En varios kilómetros a la redonda, uno observa elementos de techo diseminados sobre las áreas circundantes y eso da una idea de la furia del aire.
Luego de Irma, también quedaba cortada la carretera del circuito norte a la altura de Puente Largo, entre Morón y Bolivia, donde una cuadrilla de hombres, intentaba dar paso, motosierra en mano, épica batalla que duró dos horas, mucho menos que el tiempo que batallaron los pobladores de ese territorio contra Irma.
(Tomado de Granma)
Haga un comentario.