Jerusalén y la política prosionista de Estados Unidos
Por Ángel Guerra
La reacción internacional contra la decisión de Donald Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, ha sido una de las más contundentes y fulminantes que se recuerden, dentro y fuera de la ONU.
En el Consejo de Seguridad del organismo internacional, 14 países votaron contra la postura de Estados Unidos, totalmente aislado tras su poder de veto. En la Asamblea General no le fue mejor, donde, aunque el voto no es vinculante, 128 de 193 países hicieron lo mismo.
Solo 8 Estados apoyaron a Washington: Honduras, Guatemala, Islas Marshall, Micronesia, Nauru, Palau y Togo y, por supuesto, Israel. Los dos primeros, gobiernos impresentables. El primero surgido del golpe de Estado de factura estadunidense de 2009 contra el presidente Manuel Zelaya, acusado de fraude electoral hasta por la OEA y connotadamente corrupto y servil a Washington como el de Guatemala. De los otros Estados que votaron junto al imperio, cabe destacar que están entre los más pobres del mundo, dependen de la ayuda externa y actuaron bajo fuerte presión estadunidense.
Argentina, Colombia y México, fieles aliados de la potencia del norte y anfitriones de Benjamín Netayahu en la primera visita de un premier israelí a América Latina, se refugiaron en la abstención. Pero entre las 35 abstenciones, las hubo también de países muy pobres, dependientes y amenazados por la primitiva Nikky Haley embajadora yanqui en la ONU.
En resumen, votaron contra Estados Unidos sus principales aliados de la Unión Europea y Japón, todos los países árabes y musulmanes y la gran mayoría de los gobiernos africanos, asiáticos, latinoamericanos y caribeños. Previamente se había producido una condena unánime de los países agrupados en la Organización de la Conferencia Islámica y del Movimiento de Países No Alineados.
Merece subrayarse el unánime y rápido rechazo a la decisión estadunidense de los principales líderes cristianos del Medio Oriente, quienes, al igual que Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, se negaron, además, a recibir a Mike Pence vicepresidente del imperio y cristiano evangélico de ultraderecha. Este fue forzado por ello a cancelar su proyectada gira navideña a la región, que incluía una visita a Belén, ciudad santa para los cristianos por ser la supuesta cuna de Jesús.
El vocero del Papa Tawandros II, jefe de la iglesia copta de Egipto expresó: “El Papa no se sentará con nadie mientras esta sea la postura estadunidense. Siempre apoyaremos al pueblo de Palestina”. El patriarca de Jerusalén y los líderes de otras 13 iglesias cristianas argumentaron que la decisión de Trump “pisotea el mecanismo que ha mantenido la paz a través de los tiempos y advirtió que “llevará a una realidad oscura”. También el patriarca maronita de Líbano la condenó en términos muy enérgicos y convocó a una nada frecuente cumbre interreligiosa con todas las denominaciones cristianas, representantes de los musulmanes chiitas y sunitas, así como los drusos, que declararon: La decisión del presidente de Estados Unidos, basada en cálculos políticos especiales es un desafío y una provocación a más de 300 mil millones de personas y toca en lo profundo de su fe.
No es para menos a juzgar por las protestas que han recorrido el mundo árabe e islámico y la nueva rebelión de los palestinos, caracterizada por una audaz y heroica participación de niños y jóvenes de ambos sexos. La soldadesca israelí ha asesinado ya más de una docena de palestinos y detenido a más de 600. Las cárceles israelíes se llenan de palestinos mientras los territorios de Cisjordania se repletan de asentamientos ilegales de colonos israelíes, ascendentes a no menos de 600 000. El muro de la ignominia también roba tierra y agua palestina y los ataques a Gaza con armas estadunidenses han ocasionado miles de muertos y heridos. Todo esto se ha realizado mientras Estados Unidos oficiaba como “mediador” en el conflicto palestino-israelí. Sin contar la entrega por Washington a Tel Aviv del armamento más sofisticado, incluyendo el nuclear.
A la vez, califica de peligro el programa atómico pacífico de Irán y se propone abandonar el tratado multilateral con el país persa. Trump es un facineroso si, pero el aberrente reconocimiento de Jerusalén como capital “eterna e indivisible” de Israel y la política de apoyo incondicional al sionismo se gesta y se hace unánime hace mucho tiempo en el Establishment yanqui, aunque no en el pueblo estadunidense. En otro momento ampliaré sobre el tema.
(Con información de Telesur)
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