Por todo lo alto se desarrolló aquí la Feria tecnológica La guayabera 5.0
Por todo lo alto se desarrolló aquí la Feria tecnológica La guayabera 5.0 que la emblemática institución dirigida por el comunicador audiovisual Carlo Figueroa realizó por tercer año consecutivo.
En la sede de la Casa que nomina la pieza del vestir criollo —y que exhibe con orgullo donaciones de los líderes de la Revolución y de intelectuales y artistas de Cuba y el mundo— tuvo lugar durante varios días este evento que acogió actividades bien diversas, las cuales tenían un punto en común: la tecnología en función del arte, la cultura en general, incluyendo la comunicación en su más amplio espectro.
Bien es sabido que hoy por hoy resultan inconcebibles no ya las esferas supraestructurales, sino la vida misma sin los avances que hacen más eficaces las relaciones humanas y profesionales, y ello fue una bandera todo el tiempo ondulante en los estands y salones de la espirituana Casa de la Guayabera (así como en otros sitios que se sumaron a la iniciativa en la hermosa villa rodeada por el río Yayabo) durante estos intensos y preciosos días.
La exposición de Paro —robot de inteligencia artificial traído por la delegación japonesa—, la conectividad wifi para la población y visitantes acreditados durante el evento, los objetos ampliados y las visitas virtuales a Sancti Spíritus y Trinidad a cargo del gran triunfador (el Joven Club local), las conferencias y presentaciones de soluciones informáticas por varias empresas, fueron algunos de los sucesos de La guayabera 5.0.
Pero lo artístico, ya decíamos, brilló por su intensa presencia en estas jornadas espirituanas.
Valga resaltar la presencia activa de la trova espirituana, como se sabe un tesoro sin rival en la Isla: tríos como los D’Gómez, A su tiempo, y septetos como el Juvenil y el Espirituano mantienen latente una tradición que es orgullo y cátedra aquí; lástima entonces que la noche de estos últimos no haya contado con el público suficiente que merecían artistas de estos quilates.
Y hablando de ellos, dos oriundos de esta tierra protagonizaron sendos conciertos que colmaron las noches de La Guayabera, repletando su espacio y elevando la temperatura del lugar, incluso en el tiempo que las noches no eran precisamente calurosas.
Primero Ivette Cepeda, quien aun cuando (en)canta en cualquier punto de nuestro país o fuera de él con semejante entrega y pasión, estaba en peculiar estado de gracia por hacerlo en el suelo que la vio nacer, y donde le corresponden con verdadera devoción.
Esa voz cálida y matizada, que desde sus inicios se ha puesto en función de la mejor canción cubana o foránea, esta vez se unió a la cantoría infantil Guardianes de la Naturaleza, al trío Voces brillantes y en el segmento dedicado a las congas, privilegió los sabrosos pasacalles espirituanos. La acompañó como siempre el excelente grupo Reflexión, que le presta una apoyatura de timbres muy contemporáneos y de vanguardia que enriquecen las obras.
El cierre con broche de oro lo colocó Alain Pérez; de veras que desde el Benny no se apreciaba un fenómeno semejante en la música popular bailable, y la comparación no es para nada fortuita: también como el Bárbaro del Ritmo, el músico oriundo del municipio de Manacas establece una peculiar interrelación con su banda, a propósito casi toda integrada por talento muy joven; también él ejecuta un bastón que le sirve de batuta y con el que parece inyectar la atmósfera del torbellino musical que protagoniza.
Con voz prístina, timbre de una agudeza que le permite pasearse con facilidad por los registros vocales, Alain también recorre los ritmos y géneros cubanos poblándolos de células modernas que los hacen muy actuales, sin perder su sello autóctono, acuñando una suerte de «salsa jazzeada» muy original.
Pero, si esto ocurrió con la música, el baile logró en noches anteriores otro de los puntos elevados en cuanto a visitantes: la compañía Danza Teatro del Caribe (Santiago de Cuba), esta vez en el coliseo Principal, nos mostró a un grupo que también trabaja con las raíces afrocaribeñas de modo muy sui géneris; ejecutando la música en vivo por notables vocalistas, tienen una batería de jóvenes y virtuosos bailarines que mediante coreografías en las que recogen bailes de la región que les presta su nombre, fundidas con lo específico cubano, despliega una energía y un dinamismo en escena que contagia.
El cine no quedó detrás: estuvo presente con un ciclo erótico, en el cual el Centro de esa manifestación en la provincia (ante todo mediante su especialista, el infatigable Carlos Alberto Castro) puso sus salas y todo su entusiasmo para sumarse al espíritu del evento: gracias también a la tecnología podemos apreciar filmes de ahora mismo que incluso no han tenido estreno en algunos lugares de Europa y Norteamérica.
Quizá sería bueno reforzar para próximas ediciones manifestaciones como el teatro y la literatura, que aunque no del todo ausentes, pudieran detentar mayor presencia. En el caso de las letras y las peñas, valga resaltar el sostenido trabajo que en espacios como La Noche de la Fuente (Museo de Arte Colonial) o el Café Bonaparte (Sociedad martiana) desempeña el entusiasta investigador y poeta Juan E. Bernal Echemendía «Juanelo».
La guayabera 5.0 demostró entre otros encomiables resultados, cómo los avances pueden hacernos más asequibles el arte y la cultura, y que no siempre tecnología es esa peligrosa alienación de tantos (sobre todo jóvenes) quienes en medio de espectáculos y otros espacios culturales desatienden las propuestas y la interacción con los artistas para sumergirse en la comunicación privada de sus dispositivos móviles.
Contra esa extendida y fea tendencia, esta feria arropó una vez más, al igual que sus típicas guayaberas —tan ancestrales como modernas— la posibilidad de seguir combinando lo útil con lo bello.
(Tomado de Juventud Rebelde)
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