Entre la rebelión y la desfachatez
Por: Alina Perera Robbio
Esta reflexión comienza con una historia real: en cierta farmacia de la capital un paciente solicita el medicamento que lo sacará de la crisis en que ha caído su sistema digestivo y de un dolor casi insoportable que le ha hecho salir a la calle a pesar de que el médico ha ordenado reposo absoluto.
El necesitado, quien debe actualizar los papeles de su dirección domiciliaria, lleva consigo un certificado donde puede leerse la palabra “tránsito“, escrita por la doctora, pero la técnica de la farmacia le explica que el término es solo aplicable a traslados entre provincias.
El diálogo entre el necesitado y quien puede ayudar se convierte en un callejón sin salida. En algún momento la técnica dice con vaguedad: “vamos a ver si nos entendemos, a ver si podemos “resolver…”. El paciente se ofusca y solo atina a preguntar: “¿Me darán el medicamento, o no?”. De pronto alguien recuerda que solo queda una cajita con las pastillas que urgen y que están destinadas a un caso muy crítico en la comunidad. El paciente se siente casi culpable, y sin haber resuelto su problema se va con un amargo y sorprendente recuerdo de la frase en la cual había asomado la posibilidad de la solución.
Entre cubanos hay términos que aluden a nuestro esfuerzo incesante por abrirnos paso en medio de múltiples dificultades: la “batalla” o la “lucha”, por ejemplo, sirven para recordar el afán emprendedor, muchas veces en positivo, de los hijos de esta Isla. Pero hay palabras que nos hablan de actitudes menos limpias —como la “búsqueda”— o de invitaciones a “resolver”, a que el dinero medie en circunstancias que, de tan humanamente delicadas, no admiten la inclusión de intenciones de compraventa.
Esta última palabra suele ser desconcertante para quien la escucha y desconoce el idioma del “ayúdame que yo te ayudaré”: nadie que albergue en su alma un protocolo ético donde la trampa y el pillaje engrosen la lista de los antivalores podrá asumir cómodamente esa complicidad en la cual la “ayuda” tiene precio y al final queda en el aire la sensación de que a derechas las soluciones, o llegan tarde, o nunca llegan, a no ser que medie la opción mercantil.
A decir verdad el afán de «búsqueda» (entiéndase hallar ventajas monetarias o materiales allí donde hay recursos), o esto de «resolver» —ya sea desde quien cobra o desde quien paga— podría encontrar múltiples explicaciones en la realidad: en tres décadas de dificultades acrecentadas en lo económico y en lo social hemos visto crecer mucha mala hierba a la sombra de las urgencias y de las necesidades; la vida, como el agua buscando seguir su curso, se ha convertido para muchos en una carrera de fondo en la que casi todo se hace contrarreloj, desesperadamente, en un contexto signado por la falta de recursos, por la burocracia y la ineficiencia a la hora de brindar servicios, en un país que hace mucho más de tres décadas sufre en su cuello el apretón de manos ejecutado por el imperio a través de un bloqueo comercial y financiero.
A esos problemas conocidos y acumulados se suman los desafíos nuevos que nacen de la reconfiguración del país en lo económico y en lo social —etapa que, como me decía un amigo, recuerda al movimiento de las entrañas de la Tierra, ese reacomodo en que muchas costumbres y brújulas morales parecen andar dislocadas mientras los escenarios, como las lascas del planeta, se van reordenando.
Que «resolver» habite entre nosotros como estilo nos emplaza como sociedad, pues nos recuerda la importancia de que los caminos a derechas —entiéndase las entidades a quienes compete el bienestar de todos— funcionen y además lo hagan con agilidad. Lo otro es que todo cuanto diseñemos en temas alusivos al necesario control debe llevar implícita la flexibilidad natural de la vida: la rigidez y las restricciones excesivas agobian y llevan a muchos a preguntarse qué hacer para «resolver» los problemas, y a como dé lugar.
En esto hay otra arista insoslayable: hasta las más feas actitudes pueden encontrar una explicación, lo cual no significa que merezcan ser justificadas. Por eso, aunque las distorsiones más diversas alimenten la búsqueda de los atajos, no sería bueno para el país soñado esperar a que todo marche bien en el mundo objetivo para comenzar a mirarnos por dentro. Rebelarse en este minuto contra la desfachatez y la falta de escrúpulos me parece un acto de responsabilidad en tanto pone lindes a la negación de la virtud; me parece incluso un acto de fe en las mejores posibilidades de nuestros semejantes.
(Tomado de Juventud Rebelde)
Es la Eterna Lucha entre el Bien y el Mal, entre la Oscuridad y la Luz . PERO EN ESTE CASO ENTRE LOS VALORES Y LOS ANTIVALORES . ESTOY SEGURO QUE LOS VALORES ESTÁN AHÍ PRESENTES ESPERANDO QUE LOS DESPIERTEN , MIENTRAS EN LA NECESIDAD ECONÓMICA SE BUSCA LA JUSTIFICACIÓN PARA CULTIVAR LOS ANTIVALORES. EN MI OPINIÓN PERSONAL ES UN TEMA DE MISERIA HUMANA. DIGO MISERIA Y NO POBREZA, NUESTROS ABUELOS Y PADRES ERAN POBRES, VIVIAN LA MAYORÍA EN CASA DE TABLAS DE PALMA Y PISO DE TIERRA , PERO NO ROBABAN, DECÍAN BUENOS DÍAS Y BUENAS NOCHES Y ENSEÑABAN A TODAS LAS GENERACIONES A PEDIR LA BENDICIÓN ANTES DE DORMIR. LA MISERIA NOTIENE QUE VER CON TENER ALGO MATERIAL O NO TENER DINERO,ES UN TEMA DE CONCIENCIA O DE ESPIRITU. USTED PUEDE SER RICO Y SER MISERABLE Y PUEDE SER POBRE Y NO SER MISERABLE. DEBEMOS ESTAR CLAROS QUE NO SE PUEDE ENSEÑAR LO QUE NO SE HACE BIEN Y NO SE PUEDE EDUCAR SIN EL EJEMPLO. DEBEMOS IDENTIFICAR LOS VALORES QUE COMPARTIMOS Y LUCHAR COMO SOCIEDAD POR LOS VALORES DESEADOS, QUE TAMBIEN DEBEMOS IDENTIFICAR PARA DESPERTARLOS EN COLECTIVO, UNIDOS Y CONVENCIDOS DE LA VICTORIA DEL BIEN Y LA LUZ.
Muy bueno el primer comentario del tema. Yo tambien se de la miseria que se vivia antes de 1959, pero habia una riqueza moral envidiable hoy, fui protagonista de esa miseria material y economica y convivi con otros que la sufrian igual pero nunca nos paso por la mente LUCHAR a costa de lo ajeno y de lo que no habiamos producido. Respetabamos a los demas, y hay una histotria de mi pueblecito en Yara, Granma, un anciano fuerte fisicamente no permitia a ningun muchacho que le faltara el reseto a laguien , aunque este señor no conociera ni a uno ni a otro. Creo que los valores positivos no estan perdidos, hay que despertalos.
Problema viejo provocado por la precariedad y la falta de escrúpulo de los “mediadores” mercantiles, lease dependientes, administradores etc, que negocian con la necesidad ajena poniendo precio a lo que es suyo y actuando impunemente ante los ojos de muchos que no ven. Duele pero no son la excepción, son la regla.
Muy bueno el artículo y excelente comentario de ManuelB. Pero creo que la cra. periodista no aprovechó el caso real debidamente: ¿por qué no dijo en qué farmacia ocurrió?, ¿cómo se llama la tecnica que “dice con vaguedad: “vamos a ver si nos entendemos, a ver si podemos “resolver…”,?, ¿quién y con qué intención aludió a que “solo queda una cajita con las pastillas que urgen y que están destinadas a un caso muy crítico en la comunidad”?…¿Fue la periodista a entrevistarse con los comisores del caso real, se entrevistó con la administración de la farmacia, participó en ello el afectado?. Si el periodismo no es una espada que por el puño echa flor, no sirve para nada; ahórrense la historia de los “casos reales”, vayan al grano y pongan en evidencia pública a los protagonistas de esos casos. Ese secretismo coquetea con la complicidad inconciente ante lo mal hecho. Apelemos a la vergüenza que debe quedar en esas personas indolentes protagonistas de los casos reales.
HASTA QUE NO NOS SUMERJAMOS EN LAS CAUSAS QUE PRPDUCEN ESTE FENOMENO Y ENFOQUEMOS LAS SOLUCIOENS DESDE AHÍ, LA LUCHA Y EL INVENTO SEGUIRAN GANADO EN SALUD Y ENGORDANDO.
La sociedad se deteriora a pasos agigantados. es el resultado en primer lugar de LA PIRAMIDE INVERTIDA que ha desmotivado y desilusionado a las fuerzas productivas. Cuando UD no tiene trabajo (como en los países pobres del mundo) la situación es económicamente difícil y el ciudadano hace lo imposible por buscarlo, pero cosa muy distinta es cuando UD tiene trabajo relacionado totalmente con su nivel y estudio Y NO LOGRA CON SU SALARIO SATISFACER MÍNIMAMENTE SUS NECESIDADES MAS URGENTES entonces se está en el umbral del pecado. Saludos
La decencia y los principios morales y éticos, no tienen que ver con la pobreza, no viví antes de la revolución, pero tengo muy buenos recuerdos de los años 60 y 70, donde todos teníamos más o menos lo mismo, y se podía dormir con las ventanas abiertas, muy placentero en un país tropical como el nuestro, donde ahora debes cerrar y enrejar todo, y si dejas una ventana abierta para recibir la brisa de la madrugada y te roban algo, cuando denuncias te dicen que es robo al descuido, ya que dejaste la ventana abierta, así es que hemos ido llegando a la situación actual, la población se ha ido encerrando y la delincuencia, los malhechores, ha ido tomando las calles, y sin autoridad que los elimine.. Las autoridades de protección y orden prácticamente labora de día, que es cuando menos se necesita, deben trabajar de noche para asegurar el descanso y la seguridad de la población, del obrero, del estudiando que necesita descansar para laborar al siguiente día, y sobre todo hacer cumplir bien las leyes, estudiarlas y aplicarlas con fuerza …
“No violar principios éticos”…, toda justificación por recibir sin trabajar es ajeno a la sociedad que queremos construir. Si hoy no es perfecta, nuestra tarea es hacerla mejor contra viento y marea, aunque dure mil años el bloqueo externo, pero lo que no es aceptable es querer justificar la inmoralidad con el llamado bloqueo interno, que existe precisamente, porque los que “luchan” y “resuelven”, son los mismos inmorales que aborrecen el trabajo digno en bien de toda la sociedad. Y es precisamente en esa sociedad, que tanto critican los que menos aportan, la que por su humanismo no tiene una ley contra la vagancia, y es bastante blanda en la represión contra corruptos y delincuentes que, disfrazados de nuevos negociantes y amparados por la figura del “cuentapropismo” (no me refiero a los cuentapropistas honestos que viven del sudor de su trabajo), siguen sin trabajar y creen que porque pagan impuestos a la ONAT (resultado directo de elevar precios para trabajar menos) ya dejaron de ser delicuentes.
“No violar principios éticos”, es el arma cultural contra “luchadores” de toda calaña (estatales y no estatales), por tanto a llorar al polo norte, y al delicuente, hay que llamarlo por su nombre: “Ladrón”.