La Juventud revolucionaria y la lucha clandestina, hoy en la Mesa Redonda
Combatientes de la lucha clandestina de fines de los años 50 en el Oriente, Centro y Occidente del país evocarán en la Mesa Redonda aquellas acciones combativas en las ciudades cubanas hace 60 años y, sobre todo, el heroísmo de esa juventud que hizo historia, parte de la cual no llegó a ver la hora del triunfo revolucionario.
Cubavisión, Cubavisión Internacional y Radio Habana Cuba transmitirán este programa a las 7 de la noche. El Canal Educativo la retransmitirá al cierre. Además estará disponible en las redes sociales Facebook y YouTube.
Fidel dijo varias veces que durante la lucha revolucionaria contra Batista murieron más de 20.000 cubanos. De éstos en la clandestinidad murieron más de 19.000 porque en la Sierra Maestra, Segundo y Tercer Frentes no llegaron a unas pocas decenas. Recientemente escuché en un reportaje de la TV cubana que en el Segundo Frente sólo habían muerto en combate 6 rebeldes.Sin embargo ha sido muy escaso el reconocimiento a esta realidad. De no ser por la lucha clandestina el Ejército Rebelde jamás hubiera podido entrar victorioso, sin disparar un tiro, en La Habana. La clandestinidad garantizó la incorporación de combatientes al Ejército Rebelde y la logística para el combate. En las ciudades de toda Cuba y principalmente en la capital se combatía “a pecho abierto” contra la Policía batistiana, el BRAC (Buro de Represión AntiComunista), y el SIM (Servicio de Inteligencia MIlitar) de Batista. Los combatientes de la clandestinidad apresados por estos órganos eran torturados hasta la muerte y sus cadáveres eran tirados en los parques y calles de La Habana, en el “Laguito”, en el Río Almendares, en el malecón y en el interior del país exactamente igual: en las guardarrayas, los terraplenes, los plantones de caña. Decenas de miles de combatientes clandesrtinos murieron heroicamente de esta manera. Yo tenía entonces 12-13 años y pertenecía con mis padres a una célula clandestina de La Habana. Tuvimos la suerte de quedar vivos en aquella contienda. Nos dedicábamos a concentrar y repartir la propaganda O3C, la Carta Semanal, municiones, medicinas, recaudar dinero para la Sierra, y algunos de nosotros desarmar a los policías en sus cambios de guardia, trasladar a combatientes hacia otras provincias a otras casas de contacto, Etc. Vivíamos en la zozobra constante de cuándo irían los del SIM a llevarnos para las mazmorras. Afortunadamente quedamos vivos. Si le pusieran el nombre de cada combatiente clandestino muerto en combate en La Habana a cada calle de La Habana, no alcanzarían las calles. Sin embargo no se les ha honrado su memoria, o se ha hecho modestamente, y a los que sobrevivieron aquella enorme epopeya no se les ha dado la atención que merecen. Pienso que en La Habana debe eregirse un gran monumento a los Combatientes Clandestinos de la Revolución, una Llama Eterna con toda la solemnidad y calidad constructiva que se merecen igual o superior a lo que se ha hecho con los Combatientes del Segundo y Tercer Frente Orientales, ya que sería imposible construir un Campo Santo donde reposen los restos de todos ellos.