Fiesta Iberoamericana: Resalta Frank Fernández legado de Alicia Alonso
“Para Alicia Alonso el Ave María de Schubert”, ofrendó el célebre pianista cubano Frank Fernández al abrir la gala inaugural de la 25 Fiesta de la Cultura Iberoamericana.
La cita tiene lugar en la oriental provincia de Holguín, a unos 734 kilómetros al este de la capital, del 24 al 30 de octubre, y el compositor fue el invitado de lujo de una ceremonia que comenzó la víspera y terminó hoy, en los primeros minutos de este viernes, con el Teatro Eddy Suñol de pie ante tanta emoción.
Vestido de luto, Fernández aseguró a Prensa Latina que el fallecimiento de Alonso lo dejó sin palabras, porque Alicia es un pedazo de la Patria, no puede verse solo como la muerte de una personalidad.
Su legado trascendía, entonces yo quería entregarle algo del alma a ella y por eso quizás mi tema más emblemático, quizás el que ha perdurado más en el tiempo ha sido el tema de amor de La gran rebelión y dispuse que oficialmente en todos los programas aparezca “dedicado a Alicia Alonso”, enfatizó.
Es una gota de agua de mi respeto, mi cariño y mi tristeza, porque de alguna manera ese tema aunque está lleno vitalidad y amor, también tiene un dejo de lirismo y ternura, comentó.
La decisión la tomó en Bayamo, otra ciudad del oriente de Cuba donde le sorprendió la noticia del deceso de la bailarina que fuese su amiga y con la cual compartió la escena y le regaló un ballet filmado a modo de videoarte por el realizador Alejandro Pérez y con las interpretaciones de la propia Alonso y su discípula Viengsay Valdés.
Ella hizo esa concesión de estar allí bailando con las manos porque se trataba de Viengsay, yo diría que su más firme, virtuosa y honesta continuadora, afirmó el concertista graduado con título de oro en el Conservatorio Chaikovski de Moscú.
Una vez más, el maestro pareció dialogar con el piano en dos canciones de Sindo Garay adaptadas al instrumento por él, La tarde y Perla Marina, y compartió la escena con el tenor local Yuri Hernández en el Adagio de Tomaso Albinoni y en Júrame, de la compositora mexicana María Grever.
Como en gran parte de sus conciertos, Fernández se sumergió en la vasta obra pianística del genio cubano Ernesto Lecuona y eligió para empezar dos de sus danzas menos famosas: Córdoba, calificada por él de las más íntimas, parecida a un sueño, y Gitanerías, marcada por el brío del flamenco.
La creación pianística de Lecuona es una escuela, su dificultad y complejidad la convierten en extraordinaria, aseveró este maestro nato que gusta de instruir al público durante sus espectáculos.
Después llegarían piezas populares como La comparsa y Malagueña, así como la Suite para dos pianos, de la autoría del mismo Fernández, que ha perfeccionado durante años y le sirve para lucir su maestría en cinco danzas con influencias latinoamericanas.
La tercera de ellas, Conga de mediodía, tuvo al público de acompañante pues muchos se embullaron a seguirle el ritmo con palmadas y la quinta contó con la intervención de cuatro bailarines de la compañía Codanza, dirigida por Maricel Godoy.
Una lección de profesionalismo riguroso y respeto ofreció cuando le pidió permiso al auditorio para repetir La bella cubana, de José White, porque la Orquesta de Cámara de Holguín no la había interpretado como en el ensayo y la repetición le entregó la razón, los tiempos musicales de los instrumentistas sintonizaron al fin.
La Orquesta de Cámara de Holguín, bajo la batuta de Oreste Saavedra, supo congeniar con la sensibilidad y fluidez de este virtuoso que, a sus 75 años de edad y 60 de vida artística, aún puede anular el tiempo en los conciertos, convertir dos horas y media en un instante e hipnotizar al público.
( Con información de Prensa Latina )
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