En Argentina se agita la dolarización mientras el mundo habla de desdolarizar
La desdolarización, será ¿verdad o cuento chino?. Lo cierto es que en el actual panorama geopolítico y geo-económico mundial se constata la existencia de una franca batalla para desplazar al dólar estadounidense de su preeminencia como moneda de reserva e intercambios internacionales.
Que un medio de pago sea sustituido por otro no es nuevo a lo largo de la historia, viene sucediéndose desde la antigüedad hasta la actualidad.
Hacia el año 9000 AC, cuando se cree que los humanos empezaron a intercambiar bienes y servicios, se utilizaba solamente el trueque. Más tarde, diversos objetos y productos sirvieron como medio de intercambio y de unidad de valor en las transacciones: la sal en la antigua Roma y en África; el ganado en las sociedades pastoriles; las conchas marinas en zonas costeras; las piedras preciosas como el jade y el ámbar; y luego los metales preciosos. La aleación permitió acuñar las primeras monedas de oro y plata, estandarizarlas en peso y pureza, y dotarlas de un diseño reconocible.
Con las monedas se dio un paso revolucionario para la economía y el comercio y rigieron durante siglos como medios de pago, siendo reemplazadas posteriormente por el papel-moneda que fue creado por China y que con el tiempo los bancos comenzaron a imprimir sin respaldo alguno.
Cada país fue desarrollando sus propias monedas. En los últimos seis siglos han pasado de la hegemonía a la desaparición, la moneda de Portugal que rigió entre 1450 y 1530, reemplazada por la de España unos cien años más tarde y sucesivamente por la de Netherlands, de Francia y de Gran Bretaña, que se mantuvo en el podio hasta 1920, en que transfiere el liderazgo a la moneda estadounidense.
Posteriormente se registra un cambio fundamental en el sistema financiero y monetario internacional.
La Segunda Guerra Mundial consolida el poder económico y militar del dólar, instalada hacia 1946 en posición hegemónica como principal moneda de reserva y de uso en las transacciones financieras y del comercio mundial.
En julio de 1944 tiene lugar el acuerdo de Bretton Woods entre 44 países el cual estableció un tipo de cambio fijo de 35 dólares la onza de oro, en tanto los demás países se obligaban a no permitir que sus monedas fluctuaran en un rango mayor al uno por ciento.
El mencionado acuerdo significó un fuerte espaldarazo al dólar pues le facilitó la conformación de una red e hizo más práctico y eficiente su utilización al tiempo que le otorgo una sinergia que le permitió consolidarse como moneda común en las de transacciones transfronterizas, y debido a la convertibilidad, en moneda de reserva.
Menos de treinta años más tarde EE. UU. comenzó a experimentar un proceso inflacionario, a no tener suficientes reservas de oro de respaldo, y a verse forzado a financiar su déficit comercial y presupuestario emitiendo más dólares, por lo que suspende “temporariamente” la convertibilidad, lo cual se formaliza a través del Acuerdo de Kingston, Jamaica en 1973.
El espacio generado por el desplazamiento de la convertibilidad fue ocupado por el sistema de tipo de cambio flotante, con lo que se retorna a la moneda fiduciaria (“fiat money”).
En el año 2009 hace aparición el Bitcoin, primera criptomoneda digital descentralizada, no respaldada por ningún gobierno ni entidad central, que tampoco cuenta con respaldo y a la cual hasta los bancos centrales de diferentes Estados pretenden imitar.
En la secuencia de la evolución de los medios de pago, cada reemplazo de un sistema ha implicado un paso trascendente para la historia económica mundial y para la humanidad.
Razones de un desafío
Numerosos países han expresado no encontrar justificación en que los pagos internacionales deban realizarse necesariamente en dólares estadounidenses, si bien ello no equivale a la voluntad de remplazar dicha moneda por el euro, la libra o el yen.
No es cuestión de sustituir un vasallaje monetario por otro, sino reducir la dependencia excesiva con el dólar debido a su volatilidad y o diversificar sus reservas internacionales.
El objetivo se centra fundamentalmente en utilizar las monedas propias en los intercambios bilaterales, o en desarrollar una moneda única que pudiere servir a alguna alianza de países. En todo caso, se trata de una idea disruptiva del sistema monetario vigente.
De la idea participan países aislados y alianzas. Entre los primeros se encuentran, entre otros, India, el país más poblado de la tierra y que no oculta la ambición de que la rupia se utilice para las operaciones de comercio internacional; Turquía; y Rusia, Irán y Venezuela. Estos últimos tres en realidad forzados a independizarse del dólar debido a las sanciones económicas de Estados Unidos.
Entre diversas alianzas cabe mencionar la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) integrada por Filipinas, Indonesia, Malasia, Singapur y Tailandia, Brunei Darussalam, Camboya, Laos, Myanmar, y Vietnam; y BRICS integrada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, con un 40% de la población mundial y una parte sustancial del PBI, al cual postulan integrarse más de veinte paises.
Si bien el dólar se encuentra indiscutiblemente instalado como moneda de reserva y de uso generalizado preferente en las transacciones financieras y el comercio mundial, está amenazado y obligado a asumir una posición defensiva de su hegemonía.
Lucha por la preeminencia
Abiertamente lucha China por imponer la utilización de su moneda, el yuan o renminbi (“la moneda del pueblo”) en las transacciones comerciales internacionales, y se ha autoimpuesto impedir que el reinado del dólar se prorrogue.
No solo busca con ello fortalecer su poderío sino que se ve atraída por el premio de los cuantiosos beneficios económicos y financieros que comporta que su divisa se convierta en la moneda de reemplazo.
El país trabaja activamente pero en forma gradual y cuidadosamente planificada como es propio de su sistema económico, para lograr aumentar la aceptación del yuan y acrecentar su influencia en la economía global. Para ello ha fomentado acuerdos bilaterales de intercambio, ha otorgado préstamos internacionales, promovido la inversión emitiendo bonos y otros instrumentos financieros, desarrollado sistemas de compensación y liquidación de pagos, y acuerdos para crear zonas de libre comercio.
Además, según lo habia anunciado hace una década, impulso la antigua ruta de la seda (“One Belt, One Road”) utilizada desde el siglo II a.C. hasta el XV para el comercio con Asia, Europa y África. Actualmente ya circulan por ella negocios e infraestructuras gigantes, puertos, carreteras, ferrocarriles, redes de energía, etc. y focaliza sus esfuerzos y seducción para incorporarse a la “Nueva Ruta” en los países productores de materias primas de su interés.
Las diferencias entre ambas monedas, tanto de reserva como de pagos internacionales, se encuentra en los respectivos porcentajes de aceptación global.
Respecto al de aceptación del dólar como moneda de reserva, si bien no existe uniformidad en fuentes de consulta, puede estimarse en promedio que es entre un 55 y 60%, al que sigue el euro (20%), el yen japonés (5%) y la libra esterlina. El yuan apenas llegaría al 2,7%.
En tanto moneda de pagos internacionales, la participación relativa del yuan es asimismo muy distante a la del dólar, a pesar de haberse incrementado del 2% al 4,5%, aproximándose al nivel del euro.
China ha encontrado recursos y apoyos para compensar dichos déficits de participación.
Por de pronto, ha abonado con yuans una importación de petróleo y gas natural a Arabia Saudita, aunque el país, potencia productiva indiscutida, ya había decidido recibir pagos en diversas monedas. Mas importante fue haber logrado idéntica forma de pago con el CCG, Consejo de Cooperación del Golfo, que es el mayor exportador del mundo (integrado por Kuwait, Qatar, Bahrein, Omán y los Emiratos Árabes Unidos, y Arabia Saudita).
La importancia global de tales negociaciones en una industria tan vital permite sostener un cambio de paradigma monetario: del petrodólar al petroyuan.
El Presidente de China, Xi Jinping, con el Presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva en Pekín.
Además, Brasil, a través de la reciente visita de su presidente al país oriental, y reeditando una posición años antes comprometida, acaba de brindar un nuevo testimonio de fe para regocijo de su anfitrión, en el sentido de que en el futuro las operaciones en el comercio bilateral se liquidarían mediante la utilización de sus respectivas monedas. Pocos días más tarde lo hizo realidad con una primera operación bilateral.
Otro aporte importante que incrementa la participación del yuan como moneda de intercambio son las múltiples transacciones comerciales con Rusia, para el cual negociar con yuans es mas conveniente, necesario, ya que se encuentra aislado del SWIFT y tiene activos financieros embargados por unos trescientos mil millones de dólares. Ello, además de otras sanciones y restricciones desde su invasión a Ucrania el 24 de febrero del 2022, las cuales aunque de dudosa efectividad general, atemorizan a los países que poseen el dólar como reserva, pues quedarían bloqueados en caso de ser considerado enemigos o amigos de los enemigos a juicio de las autoridades del país emisor.
Como resultado, todo aporte a un mayor volumen de negociación con su moneda y que contribuye a elevar el nivel en la medición de su participación global, favorece a China, mientras, simultáneamente, se las resta al dólar tanto cuantitativa como porcentualmente.
Un hecho paradójico que ha contribuido a favorecer el incremento de la participación del yuan es el aumento de las tasas de interés dispuesto por la Reserva Federal estadounidense, más aún cuando el Banco Popular Chino recorta la tasa de préstamos preferenciales.
Ni las notorias diferencias entre las potencialidades de cada moneda, ni la falta de profundidad y liquidez de su sistema financiero, ni la falta de convertibilidad plena y de transparencia de su política económica, ni las críticas a su sistema político y a la de falta de libertad y respeto por los derechos humanos, nada, absolutamente, inmuta al país oriental ni debilita su ambición y el consecuente accionar de la potencia asiática.
¡Qué implica perder el control monetario?
Argentina también ha abandonado al dólar estadounidense en el comercio con China, país que le ha permitido fortalecer con yuanes sus escasas reservas internacionales. Por ello comprará la mayor parte de sus importaciones con dicho país con yuanes en lugar de sus escasos dólares que se ve precisada a resguardar cuidadosamente.
Pero por otra parte y mientras el dólar se desvaloriza en el mundo frente a otras monedas, el país se encuentra en pleno debate sobre si la dolarización constituye o no una salida ante la propia desvalorización de su moneda.
La desdolarización es como se ha visto, el proceso de disminución gradual del uso del dólar como moneda de reserva y de pagos internacionales en el mundo, y se halla impulsado, entre otras razones, por la pérdida de confianza en dicha divisa, la alta deuda pública de Estados Unidos, la disminución de su participación en el comercio internacional y el auge de otras economías, como China.
Se postula como solución a la alta inflación y consecuente falta de confianza en el peso, adoptar al dólar como moneda oficial desplazando la propia.
Se prescinde de considerar que implica una pérdida de control monetario y un corsé que limita la capacidad de implementar políticas monetarias y fiscales con autonomía. Por tanto, es una solución de corto plazo y a contramano de la tendencia internacional.
La disyuntiva de volver a fijar una convertibilidad fija con el dólar no guarda memoria de la experiencia vivida en el país en los 90, que condujo a consecuencias socioeconómicas cuya reedición no es deseable.
Ambas posibilidades son paradójicas y de corto alcance, cuando se necesita precisamente, una visión opuesta.
La desdolarización es un hecho que se encuentra en curso y en crecimiento.
No es previsible un desenlace inminente ni que culmine por la sustitución de la actual moneda de reserva y pagos internacionales, pues en estos aspectos, como se ha visto, los cambios se producen gradualmente y no en forma inmediata. No es descartable, sin embargo, que algún evento geopolítico significativo o impredecible acelere el proceso o influya en su futuro.
Dentro de las distintas alternativas, el yuan o renminbi es la divisa con mayores posibilidades de escalar posiciones y ocupar el privilegiado lugar al que aspira, pero nada asegura que ha de lograr destronar definitivamente al dólar.
Los mayores operadores internacionales, los Bancos Centrales, no apuestan por una ni por otra moneda, sino que compran oro, activo de refugio seguro para tiempos de incertidumbre. En un solo año, el último, compraron más oro que en los últimos 55.
China, indiscutido mayor productor del mundo, ha sido uno de los más grandes compradores junto a India, Rusia, Turquía, Irán y muchos más, debido a la incertidumbre económica y geopolítica, y al interés por reducir la exposición al riesgo de una sola moneda y diversificar reservas. ¿Un retorno all’antico para hallar respaldo?
¡Cosas veredes, Sancho! advertía a su escudero el ingenioso hidalgo manchego.
(Tomado de El Clarín)
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