Como los tres mosqueteros
Cada día despertamos y el dinosaurio imperial sigue ahí, al pie de nuestros sueños, apretando las clavijas de Cuba para asfixiarla de una vez por todas. Pero ya está llegando al límite de la ceba y la saña. Ya nos está obligando a atrincherarnos, a precisar de qué lado de la cerca debemos estar: si abriéndole los trillos invasores con miméticas resonancias, o cerrando la Muralla de Nicolás Guillén. Al final es siempre la paloma de vuelo popular frente a los halcones.