Teté Puebla, la generala, en persona

La primera mujer que alcanzó en Cuba los grados militares de General, fue la invitada de la Mesa Redonda de este viernes, quien ofreció detalles a Arleen Rodríguez Derived, la moderadora y coordinadora de este espacio.

Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda

Fotos Roberto Garaicoa

Su nombre es Delsa Esther, pero le llaman cariñosamente Teté, y su historia personal es un capítulo indispensable en la historia de la Revolución Cubana desde que, con solo 16 años, se convirtió en mensajera del Ejército Rebelde y más tarde en fundadora del legendario pelotón de Las Marianas.

La primera mujer que alcanzó en Cuba los grados militares de General, fue la invitada de la Mesa Redonda de este viernes, quien ofreció detalles a Arleen Rodríguez Derived, la moderadora y coordinadora de este espacio, de cómo en su casa, allá en Yara, se reunían los compañeros que no simpatizaban con el régimen de Batista.

Antes de unirse al Ejército Rebelde en la Sierra Maestra en julio de 1957, realizó diferentes acciones en apoyo al Movimiento 26 de Julio, entre las que se encuentran venta de bonos, traslado de armas y de compañeros que se incorporaban a la lucha guerrillera en las montañas.

“En julio de 1957 subí a la Sierra Maestra. Quería compartir la vida del guerrillero. Además, no podía seguir en la ciudad porque había sido delatada por un traidor al Movimiento”.

Cuando llegó, narró, “le dije a Fidel que tenía 17, pero solo tenía 16 cuando me incorporé a la retaguardia. Allí había muchos que se oponían a que las mujeres estuviéramos en la primera fila del combate, pero Fidel siempre nos defendió. Él creía que en cuanto el enemigo nos viera luchando se iba a desmoralizar.

“En la Sierra había que hacer de todo. Especialmente cuidar heridos, cocinar, lavar, coser, servir de mensajera. A los compañeros que no sabían leer, les leía las cartas de sus familiares y les redactaba las que ellos enviaban”.

Compartió que Celia siempre estaba muy pendiente de ella. “Me cuidaba mucho, y eso era un sentimiento compartido. Celia era el alma de la Sierra. Estaba atenta a los más mínimos detalles: si una campesina iba a parir, de los medicamentos, dónde había que hacer los hospitales, las escuelas. En medio de la ofensiva, cuando estábamos cercados por 10 000 guardias, no dejó de preocuparse por los campesinos”.

En este diálogo, confesó las condiciones endurecidas de vida en la Sierra. “No teníamos agua, tomábamos agua de bejuco, y Fidel contaba con un solo uniforme, cuando se lo lavábamos él se envolvía en una colcha. Éramos una tropa nómada. Cuando parábamos cerca de un arroyo, al no tener jabón, les lavábamos la ropa con una piedra a los compañeros. La única ropa que tenían era la que llevaban puesta”.

Teté conversa sin altisonancias, y deja fluir su heroicidad como si estuviera hablando de cosas cotidianas: “Al producirse la ofensiva del Ejército, las pocas mujeres que estábamos alzadas trabajamos intensamente. Y al finalizar la ofensiva, el Che me envió al campamento de los guardias en las Vegas de Jibacoa con la misión de plantearles una tregua para entregarles los soldados que les habíamos capturado durante la ofensiva. Se acababa de producir la victoria del Jigüe sobre las tropas del Comandante José Quevedo.

“El Che me explicó lo difícil de la misión, su trascendencia y la importancia de que fuera una mujer la que llevara el mensaje. Me alertó de que me iban a invitar a ir a Bayamo, pero que no aceptara, pues si iba no habría tregua. También me advirtió que podían pasarme tres cosas: cogerme presa, matarme o aceptar la tregua.

“Cuando llegué a la posta le dije al soldado: quiero ver al jefe. Traigo un mensaje del Che. El hombre se quedó helado. Le avisó al capitán Carlos Durán Batista. Este vino. Le informé el objetivo de mi misión y le entregué la carta firmada por el Che. Aceptaron la tregua. Y a las seis de la tarde ya Fidel y el Che tenían en sus manos la respuesta.

“A pocos metros de arribar al firme de la Maestra los compañeros me cargaron en hombros pues pensaban que me habían matado. Fidel les contestó la carta y volví al campamento enemigo. Esa noche dormí en el campamento de los soldados. Durán me dio su camita y puso al lado su hamaca para que no me pudiera mover. Esperé a que se durmiera y me fui para las trincheras a conversar con los guardias.

“Les revelé que los que se iban a entregar eran sus propios compañeros que estaban en nuestras manos y aproveché para conocer dónde tenían el mortero, postas, etc”.

Además de cumplir esta y otras misiones de la Comandancia en Santiago de Cuba, integró el pelotón femenino Mariana Grajales, creado por iniciativa de Fidel el 4 de septiembre de 1958. “El Comandante en Jefe escogió ese nombre como homenaje a Mariana Grajales, la madre de los Maceo, una mujer extraordinaria, heroína de nuestra Guerra de Independencia.

“Algunos compañeros se pusieron furiosos, pues no les gustaba la idea de un pelotón de mujeres. Entre los mayores opositores estaban Eddy Suñol y el médico Bernabé Ordaz.

Algunos hombres, contó, cuando estábamos de guardia, nos echaban lagartijas y ranas, para probarnos. Pero nosotros nunca dejamos abandonado nuestro fusil por ningún tipo de susto.

“En una reunión que se celebró en el hospital de La Plata, Fidel les habló durante siete horas. Les dijo que éramos mejores soldados que ellos. Como prueba de su confianza, nos designó su guardia personal.

“Nos entrenó, enseñó a tirar. Llegamos a partir una peseta a 50 metros. Nos entregó fusiles M-1. Después, en la Sierra, cada vez que llegábamos a algún sitio, la gente decía: Llegaron Las Marianas, ahí está el Comandante”.

Primero integraron el pelotón ocho compañeras. Después se extendió a quince y “terminamos la guerra trece, pues dos se enfermaron. Como Jefa fue designada Isabel Rielo. Yo fui designada como segunda. A ambas nos hizo teniente. Celia desempeñó un papel muy importante en la creación de Las Marianas.

“Antes de terminar la guerra, Suñol le escribió una carta al Comandante en Jefe, en que reconocía nuestra valentía en el combate y que él había estado equivocado”.

Teté participó en diferentes acciones combativas hasta que le sorprendió el Triunfo de la Revolución en la toma del Regimiento de Holguín. “Fidel nos mandó a buscar a Bayamo y nos incorporamos a la Caravana de la Libertad”.

Luego cumplió la misión de atender, tanto a los familiares de los combatientes del Ejército Rebelde y la clandestinidad, como a los hijos, madres y viudas de los militares de la tiranía que habían muerto y de otros que estaban presos por sus crímenes y abusos.

La General de Brigada Teté Puebla le ha dedicado toda su vida a la Revolución y si volviera a nacer, confesó que haría lo mismo. “Es un compromiso y un extraordinario honor ser la primera cubana que ostenta tan alto grado militar. No defraudaré a mi pueblo”.

Actualmente sigue en la atención a los combatientes y a los familiares de los que han caído en defensa de la Revolución y del internacionalismo.

Antes de unirse al Ejército Rebelde en la Sierra Maestra en julio de 1957, realizó diferentes acciones en apoyo al Movimiento 26 de Julio, entre las que se encuentran venta de bonos, traslado de armas y de compañeros que se incorporaban a la lucha guerrillera en las montañas.

Además de cumplir esta y otras misiones de la Comandancia en Santiago de Cuba, integró el pelotón femenino Mariana Grajales, creado por iniciativa de Fidel el 4 de septiembre de 1958.

La General de Brigada Teté Puebla le ha dedicado toda su vida a la Revolución y si volviera a nacer, confesó que haría lo mismo. “Es un compromiso y un extraordinario honor ser la primera cubana que ostenta tan alto grado militar. No defraudaré a mi pueblo”.

Actualmente sigue en la atención a los combatientes y a los familiares de los que han caído en defensa de la Revolución y del internacionalismo.

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