María Antonia Figueroa en la historia (+ Fotos y Video)

Igualmente, el 18 de junio de 1955 acudió con su madre al encuentro en la casa de Melba Hernández, en Jovellar 107, en La Habana. Allí le habló a Fidel Castro de la existencia y condiciones de Frank País, dado lo cual se le capta para la nueva organización.

Fotos: Roberto Garaicoa

Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda

Al menos tres mujeres llamadas María Antonia han inscrito ese nombre en la historia reciente de la Revolución Cubana. Con una de ellas, María Antonia Figueroa, tesorera del Movimiento 26 de Julio y fundadora de la primera célula de la organización en el Oriente de Cuba, fue el encuentro cercano de este viernes en la Mesa Redonda.

Ella, de estirpe mambisa, comienza el diálogo con su declaración de amor hacia Cuba, el mismo que ha mantenido en los 98 años de su existencia y que comenzó desde muy temprano, cuando entró a la historia desde los tiempos del Moncada.

“Una de las puertas que más se abrió para los combatientes del 26 de julio fue la de mi casa, allá en calle Pío Rosado 315, en Santiago de Cuba. Y cómo no iba a serlo, si mi madre, Cayita Araújo, perdió a su padre y a seis tíos en las guerras independentistas”.

De su primer encuentro con Fidel, evocó que todo fue muy confuso el día del Asalto. Todo el mundo manejaba versiones distintas, pero a su casa llegaron varios combatientes que atacaron el Moncada, venían de parte de Micaela. “Ella tenía una imprenta, donde muchos trabajadores no podían saber que estaba dando refugio a los asaltantes, entonces se quedó con uno que era más cercano a la familia y ya antes lo habían visto, y nos pidió ayudáramos a los otros”.

Recuerda que habló con Nilda Ferrer –una ahijada de su madre con quien se crió como si fuera su hermana de sangre-, y con Max, uno de sus hermanos, y entre todos ayudaron a darles refugio a seis valientes hombres.

“También escondí a Melba y a Haydée en el Hospital Saturnino Lora. Yo las tenía como si fueran del hospital, pero les pedí que permanecieran calladas, porque la manera de hablar de los habaneros es diferente a la nuestra. Un fotógrafo que andaba con Marta Rojas me alertó de que había que sacarlas. Él fue quien me trajo las fotos de las barbaridades que habían cometido en el Cartel Moncada. Yo me quedé fría”.

Entonces, en medio de tanta tensión y convencida de la nobleza de la causa de aquellos jóvenes, fue a su encuentro con Fidel, motivada por saber de su situación. “Estaba preso en el Vivac, y el jefe de esa cárcel, que era hijo de un aristócrata santiaguero, le llamó la atención que yo estuviera por allá. Él me conocía, porque mi madre era directora de una escuela primaria y mi padre director de la Academia de Bellas Artes y profesor de violín. Yo le pedí conocer a los presos y me permitió el paso. En cuanto vi a Fidel le hice la señal de que se acercara, y le dije: «Cuenta conmigo. Mírame bien». Me miró y no me dijo más nada.

“Cuando lo llevaban para el juicio, me enteré a qué hora era. Con Nilda me metí en el Hospital, porque ahí varios de mis familiares se habían operado y me conocía el portero. Le dije que tenía que entrar porque esperaba gente del campo para ser atendidos. Y este me dijo: «Cómo no, pasa». Otra señora, ya dentro, se preocupó por si me iba a operar, y le dije que estaba esperando a un campesino que venía esa noche, entonces hasta me ofreció su cuarto para alojarme. A las 8 llegó el Ejército y le digo a Nilda: «Ahí viene Fidel». Antes de que lo llevaran a la sala, le cogí las manos y le dije: «Fidel Castro, mírame bien. Prepárate bien».  Él, como es lógico, estaba nervioso”.

Además de salvar la vida a seis combatientes del 26 de julio y de asistir a las sesiones del juicio de la Causa 37, brindándole a los revolucionarios la solidaridad que merecían. María Antonia perteneció a un grupo pro-amnistía de los moncadistas.

Igualmente, el 18 de junio de 1955 acudió con su madre al encuentro en la casa de Melba Hernández, en Jovellar 107, en La Habana. Allí le habló a Fidel Castro de la existencia y condiciones de Frank País, dado lo cual se le capta para la nueva organización.

“A su regreso de la Isla de Pinos, Fidel me mandó a buscar. Carlos me llamó y me dijo que fuera enseguida que Fidel Castro quería verme cuanto antes. Fue en casa de Melba. Ahí me nombró Tesorera, junto a Léster Rodríguez, del Movimiento. Me dijo que aunque el dinero fuera del más pobre de los pobres, lo cogiera, porque el centavo de los más pobres de los pobres tenía tanto o más valor que el de los más ricos.

“Ese día él me citó y me habló que quería darme una labor que tenía que ser sacrificada, porque ya yo lo había sido y sin compromiso alguno. Le presenté además a mi mamá, le dije que era maestra y que había estado cesante por preparar una huelga contra las injusticias que se cometieron contra los maestros. Ella estuvo presa y todo, y me pidió hablar con ella. Se sentó en el suelo y le puso los brazos en la rodilla, y mi mamá le contó cosas de la historia, lo que a él le encantó, porque dice que hablaba muy bonito”.

Con su entrega, María Antonia contribuyó a fundar el Movimiento 26 de Julio en los municipios orientales bajo los riesgos de la clandestinidad. Y en junio de 1956 se trasladó a México, a petición de Fidel. Llevaba consigo el dinero recaudado para la expedición.

Después del desembarco, narró, no sabíamos nada de Fidel y de los demás combatientes. “Mi mamá decía que si estuviera vivo le escribía desde México. Todos estábamos impacientes. Hasta que un día llegó Mongo Pérez, el hermano de Crescencio, y nos contó que tenía a Fidel y a Raúl en la finca de Cinco Palmas. Como todos sabían que a Fidel le encantaba comer los merengues de mi mamá, ella llamó rápido a Yeyé a casa de Vilma y les comunicó que sabía de Merenguito y Merengón. Frank le preguntó qué pasaba y cuando le insistió en Merengón, entendió rápidamente el mensaje”.

En su vida revolucionaria, María Antonia Figueroa fue, entre otras labores, asistente de Celia Sánchez, alguien que para ella “sigue siendo algo muy grande dentro de mi corazón. Yo la conocía desde mis tiempos de militancia en la Ortodoxia”.

En el diálogo entrañable que sostuvo con la moderadora y coordinadora de este espacio, Arleen Rodríguez, esta mujer que con tanta fidelidad y entrega se colocó en las páginas de la historia, se despidió con un mensaje hermoso y sabio: “La juventud está bien, estudiando, con Fidel y Raúl con salud dirigiéndola. Creo que se ha cumplido todo lo que prometió Fidel: este es un pueblo de patriotas, pero sobre todo de cultos. Y Cuba es respetada en el mundo”.

De su primer encuentro con Fidel, evocó que todo fue muy confuso el día del Asalto. Todo el mundo manejaba versiones distintas, pero a su casa llegaron varios combatientes que atacaron el Moncada, venían de parte de Micaela.

Con su entrega, María Antonia contribuyó a fundar el Movimiento 26 de Julio en los municipios orientales bajo los riesgos de la clandestinidad. Y en junio de 1956 se trasladó a México, a petición de Fidel.

En su vida revolucionaria, María Antonia Figueroa fue, entre otras labores, asistente de Celia Sánchez, alguien que para ella

María Antonia Figueroa, tesorera del Movimiento 26 de Julio y fundadora de la primera célula de la organización en el Oriente de Cuba, fue el encuentro cercano de este viernes en la Mesa Redonda.

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