Opinión: Brexit, la posible salida británica de la UE

Atribulada por un posible Grexit (salida griega de la Eurozona), la Unión Europea (UE) vive ahora bajo la sombra de un Brexit (salida británica de la Eurozona). El victorioso primer ministro David Cameron dejó en claro que va a llevar adelante el referendo prometido durante la campaña electoral para decidir si el Reino Unido sigue en la UE o la abandona.

Uno de sus primeros actos de gobierno después de que se anunciara el resultado de las elecciones fue dialogar telefónicamente con líderes europeos. “Lo primero que tenemos que hacer es renegociar nuestra relación. Luego viene el referendo antes de fines de 2017”, indicó Cameron.

En paralelo, el primer ministro se reunió ayer con el poderoso Comité 1922, la organización que nuclea a los parlamentarios conservadores, para buscar respaldo a su estrategia y evitar el destino que sufrió el último gobierno de mayoría conservadora que, con John Major de premier, se consumió en una virtual guerra civil entre diputados euroescépticos y eurófilos.

La renegociación con la UE estará a cargo de dos pesos pesados conservadores: el ministro de Finanzas, George Osborne, y el canciller Phillip Hammond. Los conservadores quieren que haya un cambio de reglas en el interior de la EU para que el Reino Unido tenga más autonomía respecto del bloque europeo y eliminar, entre otras cosas, el llamado “turismo social”.

Según los conservadores, muchos inmigrantes de Europa del Este van al Reino Unido para aprovechar el sistema de seguridad social británico. La propuesta de Cameron es que tengan que esperar cuatro años para recibir beneficios sociales como el seguro de desempleo o el acceso a la vivienda social. Con una concesión de este tenor de sus socios europeos, el primer ministro, que quiere permanecer en la UE, podría garantizar un referendo que no termine en divorcio británico del resto de Europa.

Las naciones del este europeo reaccionaron a la ofensiva británica dejando en claro que no aceptarían ningún cambio en el derecho a la “libertad de movimiento” de sus ciudadanos. En declaraciones publicadas ayer por el Financial Times, los ministros para Europa de Hungría, Polonia y Eslovaquia enfatizaron que era un tema innegociable. “Los trabajadores húngaros son ciudadanos europeos con plena libertad de trabajar en cualquier otro lugar europeo. Esto no se cambia”, señaló el ministro húngaro Szabolcs Takács.

Dada la magnitud de la victoria de Cameron, otros líderes europeos fueron más conciliadores. La canciller alemana, Angela Merkel, saludó su victoria desde la similitud ideológica que los une mientras que el presidente francés, François Hollande, preocupado por su propia retaguardia de euroescépticos encabezados por el Frente Nacional de Marine Le Pen, lo invitó a París.

Nadie en la UE, agobiada por los peligros de la crisis con Grecia, quiere un Brexit (British exit). En ese sentido habrá un intento de acomodar las posiciones, pero también existen límites claramente establecidos por los tratados suscriptos por los 28 miembros. Un cambio demasiado profundo de las reglas exigiría una renegociación de los tratados que deberían ser aprobados por unanimidad, receta perfecta para una crisis de proporciones mayores aún que una Grexit y Brexit juntas.

El problema para Cameron es que esos tratados no son tolerables para muchos de sus diputados. David Davis, que en 2005 fue derrotado por Cameron en la elección de líder conservador, dejó en claro este fin de semana que un mínimo de sesenta parlamentarios votaría por una “Brexit” si Cameron no consigue el acuerdo que ellos buscan.

Davis quiere que el Reino Unido pueda tener derecho opcional a adoptar cualquier regla de la UE, es decir, exige “una Europa a la carta” (en la que cada uno elige qué platos/reglas le gustan), algo difícil de lograr porque abriría el camino para que los otros 27 miembros de la UE pidan lo mismo. Otro personaje clave en la negociación que Cameron tendrá que llevar con sus parlamentarios, el presidente del Comité 1922, Graham Brady, lo exhortó a dar un “voto libre” a sus diputados en el referendo, incluso a aquellos que son ministros y forman parte no sólo del legislativo sino del ejecutivo.

En un intento de apaciguar el huracán a la vista, Cameron nombró ayer como ministro de Justicia a Michael Gove, un conocido euroescéptico de “mano dura” que, cuando era periodista, solicitaba el regreso de la pena de muerte. Según la prensa conservadora, que en su mayoría es también euroescéptica, Gove abolirá la Ley de Derechos Humanos, que en 1998 incorporó la Convención Europea de Derechos Humanos a la legislación británica y la sustituirá con una versión propia, algo que contará con el beneplácito de los euroescépticos.

A todo este frente europeo, el primer ministro tendrá que agregar el escocés, hoy dominado por los separatistas del SNP, que ganaron 56 de los 59 escaños que tiene Escocia en el Parlamento. Cameron prometió una “maxidevolución” para Escocia con nuevas prerrogativas presupuestarias a nivel impositivo y recaudatorio, pero la líder del SNP Nicola Sturgeon quiere máxima autonomía económica para endeudarse o fijar el salario mínimo, en un sistema federalista a la alemana. En un Reino Unido tan desunido ganar con mayoría absoluta en las elecciones parece hoy la parte más fácil de la realidad política que enfrenta Cameron.

(Con información de Página12)

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