Cuba y la Unión Europea

La reciente ratificación el 12 de diciembre, en Bruselas, del Acuerdo de Diálogo Político y cooperación entre Cuba y la Unión Europea (UE) culmina un proceso de diálogo tras una etapa de hostilidad y sanciones por parte de esta así como firme rechazo cubano a los intentos de imposiciones. Un acuerdo preliminar había sido rubricado en La Habana en marzo en presencia de los jefes de las diplomacias de la UE, Federica Mogherini y de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, quienes signaron el documento final. Hasta entonces, la isla era el único país iberoamericano no suscriptor de ningún entendimiento con el bloque.

Desde poco después del triunfo de la revolución las relaciones de La Habana con los países de Europa occidental, luego integrantes de la UE, estuvieron marcadas por los vaivenes de la guerra fría, la pertenencia de estos a la OTAN, los altibajos en la agresividad de Washington hacia el país caribeño, la alianza de Cuba con la URSS, su activa solidaridad con los movimientos de liberación y la percepción europea en distintas etapas sobre la fortaleza de la isla.

Sin embargo, los estados europeos nunca rompieron relaciones diplomáticas con Cuba, se opusieron siempre al bloqueo, que lesiona sus intereses, y desde hace años votan en la ONU contra el castigo. En este cuadro, cabe señalar que España, Francia, Reino Unido y Holanda mantuvieron relaciones comerciales con la isla durante todo ese período y España fue el primero de ellos en realizar importantes inversiones en la industria turística isleña cuando se autorizaron. La UE es su segundo socio comercial, así como su mayor inversor y tercer emisor de turistas.

Son varios los factores que contribuyeron a que el ente comunitario modificara la llamada Posición Común(1996), que proponía un cambio de régimen en Cuba, guiño a Washington, adoptada a instancias de José María Aznar durante su presidencia del gobierno español. También a la cancelación de las sanciones impuestas en 2002. En 1989, la UE no había dado respuesta a una propuesta cubana para establecer un acuerdo bilateral y un mecanismo de diálogo político. Mientras, algunas de sus embajadas en la capital cubana mantuvieron estrechos vínculos con la contrarrevolución interna, contribución a la política subversiva de Washington.

No ha de extrañar que el acuerdo se alcance cuando Cuba ha demostrado su capacidad de resistir el bloqueo de Estados Unidos, unido al descomunal golpe económico que significó el desplome de la Unión Soviética y de sus aliados del este europeo. También de reinventarse una vez más para actualizar su socialismo a las nuevas condiciones internas y externas. Así como normalizar las relaciones con la iglesia Católica y recibir dos visitas papales. A la vez, cuando los países de América Latina y el Caribe mantienen fluidos vínculos diplomáticos y de cooperación con La Habana, que ha sido muy activa en la construcción o fortalecimiento de los instrumentos de unidad e integración latino-caribeñas como la CELAC.

Lo que muestra este trascendental acuerdo es la posibilidad de llegar a consensos con los grandes por sobre las diferencias, con base en el respeto mutuo y del reconocimiento a la plena soberanía de Cuba.

(Con información de La Jornada)

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