Cinco preguntas sobre ciencia y jóvenes en Cuba

La energía juvenil le aporta un extra a la ciencia cubana.

La energía juvenil le aporta un extra a la ciencia cubana.

Los jóvenes científicos no son muchachos raros que se sumergen en lo más profundo de su laboratorio para descubrir el invento más grandioso y un día gritar: «¡Eureka!». En Cuba hay muchos con valiosísimas creaciones que andan por la calle y no se ajustan a ese estereotipo. Inspirados en ellos, y muy a propósito del Día de la Ciencia Cubana que se celebra este domingo, indagamos sobre qué puede proporcionarle a la juventud esa entrega en este país.

Aunque ya no es un novato, su hacer no tiene pausa. Por eso es el Doctor Agustín Lage Dávila, director del Centro de Inmunología Molecular (CIM), quien nos responde cinco preguntas que tal vez te hacías sobre ciencia protagonizada por jóvenes en Cuba. Aunque no es poca su autoridad para hablar sobre ello, además de estar rodeado constantemente de muchachas y muchachos que dan sus primeros pasos en el mundo de los laboratorios, el «profe» Agustín Lage integró el Consejo Nacional de las Brigadas Técnicas Juveniles (BTJ). Eso le da un extra a nuestra condensada plática.

—¿Cuáles prejuicios existen todavía sobre los jóvenes que hacen ciencia en Cuba?

—Si existen prejuicios es por desconocimiento, porque la historia enseña que los descubrimientos más definitorios de la evolución de la ciencia han sido de personas menores de 40 años de edad. Después esos muchachos se vuelven profesores, imparten clases o hasta les dan el Premio Nobel, pero el momento del descubrimiento es juvenil.

«En el CIM la edad promedio es de 34 años —y el 60 por ciento de nuestro colectivo está conformado por mujeres—. Si se excluye de este promedio a los custodios y al equipo de mantenimiento (que tienden a ser hombres de mayor edad) predominan en nuestros laboratorios muchachos de alrededor de 30 años. Ellos son los que han creado todos los nuevos resultados del CIM».

—¿De qué manera se aprovecha el potencial científico que está en las universidades cubanas?

—Todavía muy insuficientemente. Hay una concepción, que me parece equivocada, de interpretar que la ciencia debe pasar a ser subsumida por la economía empresarial. Eso es una exageración. Se ha dicho, y es correcto, que debe transitar a un componente empresarial más grande. Pero lo que no es verdad es que tengamos que renunciar a la ciencia en el sector presupuestado, porque los grandes descubrimientos surgen del sector presupuestado, no del empresarial. Después la empresa los utiliza, los aplica, los perfecciona, los hace comercializables, pero los grandes hallazgos de los últimos años son de ciencia universitaria o instituciones científicas del sector presupuestado.

«El justo planteamiento de que necesitamos un componente empresarial mayor de la financiación y ejecución de la ciencia, algunos compañeros lo interpretan como que esa es toda la ciencia, y ahí se comete el error. Si no superamos rápido esa limitación de concepto nos puede hacer daño».

—¿Podría sacársele más provecho al potencial de las BTJ?

—Es importante comprender que entre la ciencia que descubre la teoría de la relatividad y la ciencia que mejora la eficiencia de la maquinaria con una innovación, no hay una discontinuidad, no hay una barrera, sino un gradiente continuo de generalización, de abstracción.

«El descubridor de los anticuerpos monoclonales y Premio Nobel, el argentino César Milstein, dijo que no existe la clasificación de ciencia pura y ciencia aplicada, lo que existe es ciencia buena y mala, pero se puede hacer buena ciencia en cualquier espacio.

«Tenemos que darle coherencia al sistema de ciencia y técnica, haciendo ciencia en diferentes planos de complejidad en todos los espacios de la sociedad. Las BTJ tienen un nivel de profundización mucho más grande en el tejido social del que puede tener el polo científico, porque sus miembros están en todas partes.

«Hay un espacio muy grande por conquistar y lo necesitamos, porque una cosa sin la otra no lleva a ninguna parte. La ciencia sofisticada y de alto vuelo, sin implementación, acaba siendo ciencia en Cuba para que la aplique otra persona en otro lugar. Nosotros tenemos que llevar a escala social ese concepto del ciclo completo desde la ciencia hasta su impacto. La investigación no termina con el artículo científico, sino con el impacto social».

—¿Qué le aportan los jóvenes a la ciencia desde su conocimiento de las nuevas tecnologías y su condición de nativos digitales?

—La Biología, ciencia con la que trabajamos en el CIM, se está convirtiendo en una ciencia de la información, y hay mucha creatividad en la investigación biológica con el manejo de bases de datos poblacionales y de los genes. La etapa en la que un científico obtenía un dato y lo interpretaba pasó a un momento de las ciencias biológicas donde tenemos acceso a grandes masas de datos.

«Hay un espacio de creatividad en saber explorar esas bases de datos para obtener conocimientos nuevos, y eso es ciencia de la información. Hay un componente de esta ciencia, dentro de la propia ciencia biológica, que cada vez está siendo más protagónico, y es dominado por jóvenes».

—¿Cómo evaluaría la realización del proyecto de vida de los jóvenes científicos cubanos?

—Tenemos que mejorar las condiciones de vida de los jóvenes que trabajan en el sector científico. Se debe trabajar por garantizar un determinado nivel de vida material, pero hay un nivel donde, de ahí en adelante, la realización o la productividad de esa persona no lo deciden sus intereses materiales satisfechos sino sus motivaciones.

«Eso no quiere decir que no tengamos que atender el componente de la vida material, pero una cosa es atenderlo (existe un equipo de trabajo de BioCubaFarma trabajando en eso) y otra es escalarlo a nivel del determinante fundamental. No podemos renunciar al concepto de que la ciencia no se puede ver como un medio de vida, sino como un sentido de la vida».

Lo que no sabías de ciencia y edad

—Las innovaciones más importantes en la historia de las matemáticas han sido hechas por personas muy jóvenes.

—En los primeros años del siglo XX, el 60 por ciento de los físicos y el 69 por ciento de los químicos realizaron su contribución merecedora del Premio Nobel antes de los 40 años de edad. El 20 por ciento de los merecedores de los Premios Nobel de Física, Química o Fisiología lo hizo antes de los 30.

—Albert Einstein publicó sus primeros artículos determinantes con 26 años de edad.

—Un equipo internacional de investigadores confirmó que muchos científicos presentan su trabajo más destacado en las dos primeras décadas de su carrera.

Tres científicos latinos precoces:

—Pedro Paulet (Perú): Con 21 años fue el primero en construir un motor de propulsión a combustible líquido para un cohete, y es considerado uno de los padres de la aeronáutica y la cohetería modernas.

—Guillermo González Camarena (México): Con 17 años creó, en 1940, un adaptador cromático para equipos televisivos, casi un sistema temprano de televisión en colores, pensado para adaptar el color a los equipos en blanco y negro.

—Luis E. Miramontes (México): A los 26 años sintetizó el compuesto activo base del primer anticonceptivo oral sintético. Fue en octubre de 1951.

(Tomado de Juventud Rebelde)

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