Continúa el éxodo en la Casa Blanca

Hope Hicks, al lado de Donald Trump, renunció. Foto: Wikimedia Commons.

Hope Hicks, al lado de Donald Trump, renunció. Foto: Wikimedia Commons.

Investigaciones, corrupción, y caos prevalecen en la cúpula política de Estados Unidos cada vez más reprobada por la opinión pública, generando optimismo entre sectores liberales, pero a la vez alimentando el odio y el extremismo derechista.

Tan sólo ayer, el presidente Donald Trump contradijo en su cara al vicepresidente y dejó atontados a sus aliados republicanos, arremetió una vez más contra el procurador general, provocó confusión sobre el muro fronterizo, aceptó la renuncia de su directora de Comunicaciones en el continuo éxodo de personal de la Casa Blanca mientras se filtraban versiones de enfrentamientos entre la familia presidencial y el jefe del gabinete.

Al mismo tiempo, Trump continúa con su obsesión por la investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones que ha perseguido a la Casa Blanca desde su debut político, y envió un tuit que sólo tenía dos palabras en mayúscula sin detalle o contexto: Witch Hunt (Cacería de Brujas), mientras el director de la Agencia de Seguridad Nacional, el almirante Mike Rogers, declaraba que el comandante en jefe no ha girado órdenes para enfrentar lo que la comunidad de inteligencia ha llamado una de las mayores amenazas a la democracia estadounidense.

En una audiencia ante el Senado el martes, en la que los legisladores buscaban saber qué estaba haciendo la principal agencia encargada de las ciberguerras, ante los ataques contra el proceso electoral estadounidense que, según el consenso de las 16 agencias de inteligencia del país, provienen de Rusia y que siguen activas, Rogers expresó frustración de que no se haya hecho más, indicando que no se le ha dado la autorización suficiente. Interrogado por el senador Jack Reed sobre si el presidente ha girado órdenes para hacerlo, el director respondió: no.

Al mismo tiempo, las tensiones de la deteriorada relación entre Trump y su procurador general, Jeff Sessions, estallaron una vez más con el presidente denunciando como vergonzosa la decisión del procurador de no nombrar a sus propios fiscales para examinar la manera en que se manejó en sus primeras etapas la investigación sobre la interferencia rusa en las elecciones. Con ello violó nuevamente el supuesto principio sagrado de respetar la independencia del Departamento de Justicia.

Y continuó el éxodo de personal clave de la Casa Blanca; Hope Hicks, una de las personas de mayor confianza de Trump y directora de Comunicaciones de la Casa Blanca, encargada de prensa durante la campaña y quien trabajó en la empresa del presidente, anunció se renuncia. Esto, un día después de haber pasado más de ocho horas (el martes) en una audiencia del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes en torno a la injerencia rusa en las elecciones, donde rehusó responder a gran cantidad de preguntas, aunque una de sus respuestas captó la atención de todos, cuando comentó que como parte de su trabajo había tenido que decir mentiras piadosas de vez en cuando, pero aseguró que nunca había mentido sobre cualquier asunto relacionado con esta investigación.

Trump emitió este miércoles un comunicado elogiando a Hicks. Sin embargo, justo por su cercanía con el magnate desde la campaña hasta ahora, ella continúa como una figura potencialmente clave en las investigaciones en curso sobre el asunto de la intromisión rusa.

Mientras tanto, durante una reunión con legisladores de ambos partidos en la Casa Blanca para abordar el tema de las armas de fuego, Trump dejó asombrados a sus aliados republicanos al promover mayores regulaciones y otras medidas sobre el control de armas, a las que se han opuesto junto con la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) durante años. Más aún, acusó a los legisladores de temer a la NRA afirmando que esa poderosa organización (que apoyó al presidente con más de 30 millones de dólares para su campaña) tiene gran poder sobre ustedes. Tiene menos poder sobre mí. Ahí contradijo públicamente, y por televisión, al vicepresidente Mike Pence al declarar que primero hay que arrancar las armas de gente con problemas mentales y sólo después contemplar sus derechos legales y proceder por la vía judicial. Al final del día, mientras su equipo buscaba cómo interpretar a su jefe, nadie está seguro de cuál es la postura oficial del presidente.

Por otro lado, el fiscal especial Robert Mueller, quien supuestamente encabeza la cacería de brujas, solicitó la anulación de los cargos contra Rick Gates, integrante de alto nivel de la campaña electoral de Trump y socio de Paul Manafort, ex presidente de esa campaña, como parte del acuerdo con el acusado de fraude, lavado de dinero y de actuar ilícitamente como representante de intereses extranjeros, a cambio de su plena cooperación en la investigación. Al mismo tiempo, una juez federal fijó la fecha para el inicio del juicio criminal contra Manafort por lavado de dinero y otros delitos para el 17 de septiembre, justo en la recta final del ciclo para las elecciones intermedias de noviembre.

Asimismo, versiones filtradas por funcionarios en la Casa Blanca señalan que la familia Trump está furiosa por la manera como se manejó la decisión del jefe del gabinete, John Kelly, de reducir el acceso a información confidencial a Jared Kushner, el yerno del presidente, y que eso se ha vuelto un conflicto personal.

Y claro, en esta era de Trump, no podía faltar otra mujer en medio de una controversia. En este caso, la modelo bielorrusa Anastasia Vashukevich, recién encarcelada en Tailandia por ofrecer talleres de sexo sin un permiso de trabajo, solicitó auxilio y ofreció información sobre supuestos vínculos de multimillonarios rusos, el Kremlin, Manafort y Trump, a cambio de recuperar su seguridad personal antes de ser extraditada a Rusia.

Pero tal vez lo más notable en esta coyuntura es la creciente y cada vez más explícita grieta entre los políticos y el pueblo. El resucitado –por los jóvenes– gran debate sobre el control de armas de fuego en manos privadas muestra que aunque una amplia mayoría de la sociedad favorece mayores regulaciones en todas las encuestas, el Congreso y gran parte de la cúpula política no responde ante esta demanda. Igual sucede en torno a una solución sobre los dreamers, a pesar de que una abrumadora mayoría favorece la legalización de los jóvenes indocumentados que ingresaron al país siendo menores de edad. (En la encuesta más reciente de CNN el respaldo es por un margen de 83 contra 12 por ciento).

En el caso de ambos temas, esto podría cambiar –de hecho, ya está cambiando– porque estos dos movimientos sociales están encabezados por jóvenes que rehúsan, por ahora, ceder ante la aparente inmovilidad de la clase política. Más aún, estos movimientos cuentan justo con lo que los políticos no tienen: apoyo popular, por lo menos en términos de opinión pública.

El Congreso es reprobado por 85 por ciento de los estadounidenses, según una nueva encuesta de AP-NORC Center, y la mayoría opina que los políticos sólo escuchan los intereses de la élite y no a quienes supuestamente representan. Por su lado, después de una breve alza, el presidente Donald Trump enfrenta otro desplome en su índice de aprobación (39 por ciento, según CNN, 38 por ciento según USA Today). En su primer año, Trump gozó del peor porcentaje de aprobación en promedio que cualquier presidente, superando al segundo peor por 10 puntos, según Gallup.

Ah, por cierto, Trump anunció que buscará la relección en 2020.

(Tomado de LaRed21)

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