Yo sí puedo, método cubano de alfabetización deja huella en Argentina
Con el programa, llevado adelante en Argentina por la fundación UMMEP (Un Mundo Mejor es Posible) y que se ha logrado extender a varias provincias, reclusos de ese centro y de la Unidad 16, han podido por primera vez en sus vidas leer un libro, escribir su nombre.
Empecé hace tres años, cuenta a Prensa Latina Tissembaum, quien llegó al proyecto mediante Guillermo Cabruja, coordinador del programa dentro de la multisectorial de solidaridad con Cuba en Rosario. Desde entonces brinda un poco de sus conocimientos a aquellos que por una razón u otra no tuvieron la posibilidad de aprender a leer y escribir.
Sabía que tenía que buscar algo donde sentirme bien con mis convicciones políticas, relata esta pedagoga, quien ha vivido varias experiencias en este tiempo, entre ellas encontrarse dentro de la prisión a un exalumno suyo.
Fue muy emocionante, se puso tan contento de verme haciendo eso, orgulloso. Era líder en ese momento en el pabellón y fue el quien habló con los chicos para darle impulso al proyecto, relata entre tantas anécdotas mientras trae también a la memoria otros momentos emotivos vividos en estos años.
Al ver a esas personas que no saben leer ni escribir nos damos cuenta por qué están allá adentro, no tuvieron las herramientas a su debido tiempo, dice y remarca que desde lo que hace hoy se está haciendo cargo como ciudadana de algo que debió hacer el Estado en su momento cuando esos pibes (jóvenes) tenían que ir a la escuela.
Yo también soy responsable de eso porque el estado nación somos todos los ciudadanos no solo el gobierno que elegimos, resalta la educadora, tras afirmar que todo lo que vive allá adentro es conmovedor y resalta el gran reconocimiento que existe aquí por Cuba.
Hasta la fecha se han graduado más de un centenar de estudiantes en los últimos cuatro años desde que se viene implementando el programa en los centros penitenciarios de Rosario.
Durante cuatro meses, algunos un poco más, los reclusos aprenden a leer y escribir y se les designan los facilitadores internos, que trabajan con los voluntarios externos y un asesor cubano.
La historia de Paula Osuna comenzó en 2016, cuando apenas tenía 18 años y entró al penal para sumarse a esta tarea. Hoy trabaja en la biblioteca Federico Pagura de la unidad penitenciaria, donde muchos presos, por primera vez, toman un libro en sus manos para leerlo.
Quería saber cómo en tan poco tiempo aprendían a leer y a escribir. Entré con 16 compañeros, un grupo para alfabetizar y otros para la biblioteca, relata esta joven, orgullosa del trabajo que realiza en favor de su sociedad.
Para Osuna ha sido y es una experiencia muy diferente porque, dice, una manera es trabajar en un barrio y otra muy diferente hacerlo en el contexto de un encierro, donde tienen otro tipo de aprendizaje.
Es muy reconfortante, subraya esta bibliotecaria, quien relata que al principio sentía que no era capaz de ayudar a otras personas, pero después de estar allí ellos mismos te reconocen, apunta.
Paula sueña hoy con una Argentina educada porque la educación es lo que te saca adelante independientemente de la ideología política. Que todos seamos educados nos convierte en mejores ciudadanos con posibilidades de prosperar en el futuro, enfatiza y está consciente de ello. Quizás por eso la mueve esta labor que realiza.
Fanny, quien lleva la pedagogía en la sangre, subraya que simplemente lo que hacen hoy con estos jóvenes es llevar adelante ‘el paradigma de la emancipación. Eso es lo que estamos poniendo en práctica a través de nuestros conocimientos, que ellos no pudieron tener en su momento’.
Creado por la destacada pedagoga cubana Leonela Relys para la alfabetización de adultos a pedido del líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, entre el 2002 y el 2016 el Yo sí puedo ha logrado alfabetizar a casi de 10 millones de personas de 130 países.
El programa ha sido aplicado con éxito en Venezuela, México, Ecuador, Bolivia, Guatemala, Nicaragua, Haití y Colombia, por solo citar algunas naciones.
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