Argeliers León y Pérez, una figura de la cultura cubana que trascendio en la historia

Argeliers León y Pérez (7 de mayo de 1918-22 de febrero de 1991) es uno de esos hombres que con su obra intelectual y artística, su impoluta conducta social y el ejemplo de su magisterio, establecen hitos en la cultura cubana y contribuyen a su reconocimiento internacional. Por los alcances y diversidad de sus aportes puede decirse también que desempeñó un papel fundacional en varias facetas de nuestra cultura.

En 2007-2009, el realizador cinematográfico Félix de la Nuez y la musicóloga Grizel Hernández Baguer, realizaron un espléndido documental con el sencillo título Argeliers, que reflejó entrevistas a diversas personas. Con ellas -y los testimonios de otros que en su momento no pudieron participar en las filmaciones-, Grizel conformó un estupendo libro que contiene además valiosos comentarios y notas de la autora.

Argeliers León realizó y culminó estudios de música en el antiguo Conservatorio Municipal de La Habana (en su tiempo el más alto centro de enseñanza musical de nuestro país) con eminentes profesores, incluida la composición musical bajo la dirección de José Ardévol Guimbernat; tomó clases y colaboró durante muchos años con quien consideró su mentor musical, el compositor y gran pedagogo César Pérez Sentenat; fue cantor en la prestigiosa Coral de La Habana dirigida por la insigne maestra María Muñoz de Quevedo; realizó y culminó los estudios de pedagogía en la Universidad de La Habana, donde sustituyó a María Muñoz, por indicación de esta, en el magisterio de los Cursos de Verano; allí también tomó clases y compartió experiencias con el gran estudioso y polígrafo don Fernando Ortiz, de quien recibió su enorme sabiduría y consejos, a la vez que grandes elogios por sus trabajos; recibió cursos en la Facultad de Música de la Universidad de Chile; en París fue alumno de composición musical de la célebre pedagoga Nadia Buolanguer. Por todo ello puede decirse que Argeliers fue uno de los intelectuales y artistas cubanos de su generación con más completa preparación profesional.

Vinculado, desde su creación en 1953 y como miembro de su directiva, a la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo -de clara orientación política de izquierda y pro comunista-, por vocación y por sus profundas lecturas de los clásicos, Argeliers abrazó las ideas del marxismo y las convirtió en metodología para sus investigaciones y en guía para su conducta como ser social. Sin embargo, también por su enjundiosa cultura integró en su arsenal metodológico y de pensamiento cuantos otros recursos epistemológicos y de método consideró a propósito para sus estudios y escritos, aunque siempre incorporados crítica y orgánicamente a los primeros.

Renovador, humanista

Descubridor con Ortiz del papel extraordinario que desempeñaron las culturas de origen negro africano en la cubana, en sus imbricaciones con otras fuentes que la influyeron y condicionaron, León dedicó sus principales afanes al estudio y difusión de las primeras, en sí mismas y en interacción con las demás, lo que lo llevó a conformar un sistema de análisis y explicación de los procesos culturales cubanos, desde el enfoque antropológico, en su proyección histórica y considerando esenciales las condicionantes clasistas de la sociedad. Sus ideas constituyeron las bases de la musicología cubana del siglo XX y han sido guía para esta disciplina en otros países.

Sus escritos aportaron nuevas visiones sobre los conceptos de la cubanía. Por ejemplo, en ellos expresó que “hoy tenemos una música cubana, estrictamente cubana, netamente cubana, pero de raíces hispánicas; y otra música, igualmente cubana, pero de raíces africanas, y son muchos los sectores de nuestra población que participan de ambas expresiones, sirviéndose de ellas en diferentes ocasiones o momentos de la vida diaria […] sin excluir, claro está, la incorporación de otros aportes que ha asimilado la música en nuestro pueblo”.

Estudió profundamente las teorías musicológicas y de la folclorista alemana, francesa, inglesa, estadounidense, española y latinoamericana. De esta última, mantuvo muy actualizadas sus bibliografías e interactuó directamente con los más importantes autores de diversos países.

De Argeliers son conocidas las aplicaciones que hizo a sus estudios, siempre con noción crítica y creativa, de la antropología estructural y el estructuralismo como método de análisis particular, también sus incursiones en la semiótica y otras entonces novedosas disciplinas.

Pero sus investigaciones en Cuba sobre la música, cantos, toques, instrumentos, bailes, gestualidad, vestuarios, menaje, culinaria, costumbres, tradiciones, expresiones del pensamiento religioso, relaciones grupales, y todo el inmenso campo de acciones y reacciones que provocan las muy diversas prácticas culturales populares de nuestro pueblo, no partieron de criterios preconcebidos por cuales o tales teorías. Su principio fue siempre el de la investigación in situ, sin interferencias artificiales que pudiesen desdibujar su autenticidad, y solo después de acopiados y ordenados los materiales, es que tales teorías podían jugar su papel como parte de un proceso de exégesis.

Sin considerar estos factores no se entendería a cabalidad la enorme labor creativa, formativa y humanista que Argeliers León aportó a la cultura nacional. Y digo humanista también en el plano cívico, patriótico y revolucionario en todos los órdenes. Porque por sus humildes orígenes, por su filiación de clase social consciente de la explotación que para las mayorías pobres tuvo el brutal capitalismo imperante en la Cuba anterior a la Revolución, él fue un hombre de izquierdas, que militó, hasta su muerte, en el Partido Comunista de Cuba. Era portador de extraordinarias cualidades humanas, particularmente de la modestia y la bondad, que aplicó a todos los actos de su vida.

Impulsor de la institucionalidad

En muchos aspectos la obra teórica y práctica de este incansable trabajador puede calificarse de fundacional, sobre todo en el ámbito de la creación y el desarrollo de instituciones culturales a partir del triunfo de la Revolución en 1959, que desató sus enormes potencialidades creativas.

Así, en ese mismo año organizó y dirigió el Departamento de Folklore del recién creado Teatro Nacional de Cuba, a la vez que obtuvo por concurso de oposición la jefatura del Departamento de Música de la Biblioteca Nacional José Martí; en ambas entidades impulsó la labor de investigación cultural, la promoción artística de valores autóctonos de nuestra cultura y un notable trabajo editorial. También en 1959 organizó en La Habana el Primer Festival de Arte Nacional de la Libertad, auspiciado por la Dirección Provincial del Movimiento 26 de Julio, y en años sucesivos muchos otros de carácter más especializado. Todo ello sin relegar sus labores como profesor y conferencista.

En 1961 participó activamente en el I Congreso (constitutivo) de la Uneac y fue elegido para integrar su directiva. Aquí propuso, con sus funciones y estructura, la creación del Instituto de Etnología y Folklore, que bajo su dirección obtuvo gran prestigio internacional.

En 1973 asumió la dirección del Departamento de Música de la Casa de las Américas y convirtió su boletín Música en una prestigiosa publicación periódica de alcance continental. Allí creó el Premio Internacional de Musicología, certamen de ostensible relieve, incluso más allá de las fronteras de América, que ha reconocido y divulgado significativas obras científicas y relevantes autores latinoamericanos, entre ellos cubanos. Fueron varios y notorios los eventos continentales de tipo artístico y científico que Argeliers organizó desde Casa de las Américas, con distinguida presencia de artistas e intelectuales.

Sin abandonar estas tareas, al crearse en 1976 el Instituto Superior de Arte, primera universidad de las artes en nuestro país, en su Facultad de Música formuló, organizó y dirigió por varios años su Departamento de Musicología, convirtiendo a esta, por primera vez en la historia de Cuba y de muchos países de América Latina, en especialidad universitaria.

En 1978 propuso e inauguró el Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (CIDMUC), aunque no asumió su dirección como se le proponía, sino que designó a uno de sus discípulos, el doctor Olavo Alen, para ese cargo. Mientras su estado de salud se lo permitió, Argeliers se mantuvo muy cerca del CIDMUC, colaborando en sus proyectos e incluso participando directamente en sus investigaciones de campo dentro y fuera del país.

Visión holística

Generalmente su faceta creativa que más suele destacarse –aunque sin restar valores a las otras– es la de musicólogo, y en esto hay algo de razón, pero requiere de algunas explicaciones.

A mi juicio, entendió la musicología no como una disciplina de reducido espectro, propósitos específicos y alcances limitados. Para él, en su teoría y praxis, se trata de un conjunto de disciplinas musicales y no musicales que, en su aplicación concreta al estudio y percepción de la música, establece bases cognitivas y desarrolla en los individuos y la sociedad los instrumentos intelectivos y sensitivos para el mejor conocimiento, percepción, comprensión y disfrute de aquella, en su engarce con otras facetas de la cultura. Lo que imbrica la labor del musicólogo con las disciplinas de la historia, la antropología, la sociología, la geografía, la sicología y, dado el caso, con otras ciencias, incluidas las físico-matemáticas.

Ello explica por qué hay investigaciones y escritos suyos que se centran en el análisis de obras específicas de la llamada música culta o académica (Las obras para piano de Amadeo Roldán), el examen de una etapa o proceso creativo de mayor amplitud (Nacionalismo y vanguardia en la música cubana, o Notas para un panorama de la música popular), estudios sobre expresiones artísticas populares colectivas en toda su complejidad etno-socio-cultural (El carnaval en su proyección folklórica) y sobre la música en los cultos religiosos llamados afrocubanos; u otros temas de amplia y compleja magnitud, por ejemplo, La música como mercancía. Pero indudablemente, fue la música popular, especialmente la folclórica, a la que dedicó sus mayores atenciones.

Le correspondió a Argeliers León, desarrollando las ideas de Fernando Ortiz y creando sus propios instrumentos de análisis y exégesis, dotar a la etnomusicología cubana de contenidos y enfoques artístico-musicales de profundos sentidos y más vastos alcances, a la vez que ampliar sus horizontes y conexiones a un mayor espectro antropológico: dentro de la nación, más allá de lo limitado a lo “afrocubano”, y fuera de ella, en los ámbitos caribeño y latinoamericano.

Si los estudios de Argeliers resultaron decisivos en el desarrollo de la etnomusicología cubana, no lo fueron menos en el campo de la etnología.

Sus amplios conocimientos en esa materia estaban avalados no solo por la rica bibliografía que los sustentaba y por sus acuciosas investigaciones de campo en Cuba. En 1964 emprendió investigaciones in situ en países africanos como Mali, Nigeria y Ghana, las que fueron reanudadas en 1965. Además, participó como experto y ponente en importantes foros académicos internacionales, acaecidos en el extranjero (URSS, Benín, Perú, Venezuela, España, Jamaica…) y dentro de Cuba, algunos de los cuales presidió.

Sus investigaciones desde la perspectiva etnológica-antropológica podemos observarlas en artículos y ensayos como: Al alcance del perfil cultural latinoamericano, Continuidad cultural africana en América; Elebwa, una divinidad de la santería cubana; El íreme en la sociedad secreta abakuá; Las conmemoraciones mortuorias; Paños y vestimentas de África, entre otros; así como en su trascendental libro Tras las huellas de las civilizaciones negras en América, dedicado “A Fernando Ortiz, en homenaje a la perpetua memoria del Maestro”.

Autor y pedagogo

Como compositor, incursionó con éxito en importantes certámenes, al punto de obtener disímiles premios. A pesar de ello su obra compositiva, como la de otros creadores musicales académicos de su tiempo, no ha tenido toda la divulgación ni la puesta en conciertos y grabaciones que amerita. Una espléndida excepción, entre otras, lo constituye el álbum Argeliers, editado por Producciones Colibrí en 2009, contentivo de varias obras suyas de música de cámara, partituras, entrevistas, un DVD con el documental homónimo -el que antes mencioné-, más la filmación de un concierto homenaje en vivo y una entrevista al pianista Ulises Hernández, quien ideó tal compendio, es su productor musical y uno de sus destacados intérpretes.

En la nota que escribió para este excelente producto audiovisual, la musicóloga Grizel Hernández Baguer precisa que en las obras musicales creadas por él, la “riqueza de los sonidos descubre un compositor de elevada sensibilidad, en el que confluyen y se entrecruzan recursos estilísticos que van desde el neoclasicismo hasta las técnicas composicionales más avanzadas en su momento, sin eludir el compromiso con lo nacional y lo universal, con la tradición y la vanguardia”.

Muchas de sus obras musicales quedan aún por plasmar y difundir, pero en los últimos años han pasado a interesar a las nuevas generaciones de músicos.

La faceta creativa que ató en un lazo indisoluble a todas las demás es la de pedagogo. Fue un maestro por vocación y por profesión. Su profunda y vasta cultura, obtenida al costo de grandes empeños y hasta sacrificios -en épocas cuando el dinero, que no tenía, fue para otros la clave del éxito-, su entendimiento de la cultura y el saber, enlazados con su vida personal y social, fructificaron en la pasión por enseñar.

Para Argeliers León fue igualmente importante dictar una conferencia en un foro académico como en un encuentro con jóvenes, impartir una clase en un recinto universitario como en una escuela secundaria básica, ser tutor de una tesis de doctorado como repasar a un alumno desventajado, pero laborioso.

En el mismo año (1938) en que inició los estudios de Pedagogía, impartía clases en el Conservatorio Municipal de Música de La Habana (CMMH), e integraba el claustro del curso de perfeccionamiento e instrucción pedagógica del Ministerio de Educación.

Posteriormente ofreció lecciones de otras disciplinas en el CMMH y en otros conservatorios de la capital. Desde 1946 y durante varios años asumió la asignatura de Música folklórica, en el Curso de Verano de la UH, en el que más adelante también ocupa el estrado para ofrecer Didáctica del folklore e Historia de la Música en Cuba. A la vez, enseñaba en el CMMH diversas asignaturas. En 1950 brindó el Curso de perfeccionamiento y orientación pedagógica del Conservatorio Provincial de Oriente, en Santiago de Cuba, Holguín, Guantánamo Manzanillo, Bayamo y Palma Soriano.

Desde 1968, en la UH impartió Arte Africano y Culturas Negras, forjando a su alrededor un círculo de alumnos que después obtendrían lugares relevantes en los medios intelectuales del país. Así mismo ocurrió como resultado de sus acciones formativas en el Teatro Nacional de Cuba, en el Instituto de Etnología y Folklore, en la Universidad de las Artes (ISA). Al movimiento de aficionados al arte y la cultura siempre dedicó incontable apoyo.

Fue un conferencista que llevó sus conocimientos a instituciones y círculos de interesados prácticamente en todas las provincias y muchos municipios del país. Fuera de Cuba impartió cursos y conferencias que establecieron cátedra en muy reconocidas universidades e instituciones culturales de América Latina, Europa y África.

Sus escritos conforman numerosas monografías, ensayos y artículos, los cuales sientan bases esenciales a las varias disciplinas que sus temáticas alcanzaron. Con ellos, el sello Ediciones Museo de la Música prepara una compilación, en ocho voluminosos tomos, abundantemente comentada e ilustrada, bajo el título de Argeliers León: Pensamiento teórico, a cargo de Grizel Hernández Baguer.

Coda

A pesar de su aspecto aparentemente severo (salvo a sus amistades más allegadas trataba a todos de usted, hasta a los más jóvenes, incluidos sus alumnos), Argeliers tuvo muchos amigos y amigas que le admiraron en todo el país y entre todas las capas de la población, desde artistas e intelectuales de alto relieve hasta personas muy sencillas y humildes, con las cuales era especialmente respetuoso y amable. Una de sus cualidades fue la de poseer un especial sentido del humor que a todos gustaba, por lo que en él eran frecuentes las bromas, por cierto, muy originales.

Mientras estuvo en París cursando estudios al costo de sus escasos recursos financieros y de la poca ayuda que su hermana podía enviarle desde Cuba, varios de sus colegas, quienes supervivían con igual precariedad en esa ciudad, visitaban su habitación para conversar e intercambiar noticias llegadas de la Isla.

El 7 de mayo de 1958, fecha en que cumplió cuarenta años, uno de los visitantes fue su amigo Nicolás Guillén; entre todos improvisaron una comida que cocinó el propio Argeliers, célebre también por sus dotes culinarias. Ese mismo día Guillén le compuso el siguiente poema, cargado de buen humor y ritmo cubano:

A Argeliers León
¡Póngale música!/ Querido Argeliers León/ (pon, pon)/ te llegó el segundo “ta”/ (ja, ja)
Todo París sabe ya/ Que eres un buen cuarentón,/ Querido Argeliers León Pon,/ Pon, pon, ¡ja, ja!
Por eso estamos aquí/ (ji, ji)/ bailando en un solo pie, /(je, je)/ para brindarte café/ y un trago de Bacardí;/ por eso estamos aquí/ (ji, ji, je, je)
Que pases la fiesta tú,/ (¡pu, pu!)/ con risas guitarra y ron,/ (¡pon, pon!)/ querido Argeliers León/ comiendo ajiaco y fufú,/ que pases la fiesta tú,/ pon, pon, pu, pu.

Galardones

En 1959 obtuvo el Premio María Teresa García Montes de Giberga, por el revelador ensayo La influencia africana en la música cubana, que llamó la atención de la intelectualidad de su tiempo.

Por sus composiciones recibió: Premio Nacional de Música en la categoría de música de cámara (1950), por el Concertino para flauta, piano y orquesta de cuerdas. Primer premio en igual categoría, pero en el Concurso Nacional de Música de1962, por el Quinteto para instrumentos de viento y guitarra, y Mención en música sinfónica, por Cantata a Jesús Menéndez. Primer premio en música de cámara del Concurso 26 de Julio (1969), por la cantata Creador del hombre nuevo. Premio de composición, del XII Concurso Nacional de Música de la Uneac (1985), por Llanto por el Grito en la Plaza de Mayo, para violín, violonchelo y piano.

Entre sus múltiples reconocimientos se encuentran la Orden Félix Varela de Primer Grado y la Orden Frank País, que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba, así como las medallas Fernando Ortiz, Raúl Gómez García y Rafael María de Mendive.

(Con información de Revista Bohemia)

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