La cultura y su manipulación como escenario de las guerras no convencionales

Sin mayores problemas, las principales instituciones estadounidenses mecenas del arte y la cultura como las Fundaciones Ford, Rockefeller, el Museo de Arte Moderno de New York, (Moma) y otros, colaboraron con los planes de la CIA. Foto: Tomada de ACN

La cultura y su manipulación como escenario de las llamadas guerras no convencionales tuvo un antecedente en 1950 con la creación por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) del Congreso por la Libertad de la Cultura, institución anticomunista con sede en Parí­s, que serví­a como carcasa a una gran madeja de tapaderas culturales en todo el mundo, y respondía a los intereses geoestratégicos de Estados Unidos.

Este proyecto fue uno de los primeros de alcance global durante la Guerra Fría, y tení­a como objetivo final engañar la mente y los corazones de sectores completos de la intelectualidad bajo las doctrinas del anti comunismo y la promoción de los valores del modo de vida occidental, así como desacreditar el socialismo y los movimientos progresistas.

Para ese fin establecieron sucursales del congreso en 35 paí­ses, contrataron, compraron o reclutaron a miles de personas, incluyendo artistas, intelectuales y periodistas para organizar casas editoras, conferencias y exposiciones de arte, al tiempo que publicaron artículos de opinión en decenas de revistas y formaron su propio servicio informativo para replicar en formato cultural los intereses geopolí­ticos de Estados Unidos.

Sin mayores problemas, las principales instituciones estadounidenses mecenas del arte y la cultura como las Fundaciones Ford, Rockefeller, el Museo de Arte Moderno de New York, (Moma) y otros, colaboraron con los planes de la CIA.

Además se consolidó un sistema de premios en metálico, de becas y se utilizó a intelectuales conscientes o no de los verdaderos fines de la institución que acompañaban.

En esta gran red de influencia extendida por casi 20 años cayeron intelectuales liberales, e inclusive crí­ticos de la sociedad capitalista en algunos aspectos, pero a su vez opuestos al socialismo soviético, quienes fueron calificados como la izquierda anti soviética por la Central de inteligencia yanqui y sobre los que dirigieron su principal esfuerzo.

Durante 1966 y 1967, la revista norteamericana Rampart y el diario New York Times publicaron artículos e investigaciones relacionadas con varias organizaciones patrocinadas por la CIA, principalmente el Congreso por la Libertad Cultural.

En las denuncias quedó evidenciado que la agencia pagaba todo ese proyecto y salieron a la luz pública nombres de intelectuales, periodistas y especialistas vinculados a esa operación que trabajaban según las pautas de matrices propagandistas del gobierno estadounidense. Era lo único que faltaba para la desbandada final de muchos colaboradores del proyecto.

También en 1967, ante el escándalo, el entonces Presidente Lyndon Jonhson nombró una comisión para investigar esas acciones de la CIA, dirigida por el subsecretario de Estado Nicholas Katzenbach, quien concluyó que ninguna agencia federal proporcione asistencia o ayuda financiera encubierta, directa o indirecta a ninguna de las organizaciones educativas y privadas, sin ánimo de lucro.

Dicha prohibición fue papel mojado para la CIA. En 1975 según el resultado del Comité Especial sobre Actividades Gubernamentales de Inteligencia que volvió investigar a la Agencia y al FBI encontró pruebas documentales de que esas relaciones se mantuvieron.

En 2003 salió a la luz el texto La CIA y la guerra frí­a cultural, de la investigadora inglesa Francces Stonor Saunders, publicado en Cuba por Ciencias Sociales, y que evidencia con documentos desclasificados, declaraciones de jefes de la CIA participantes en toda la trama secreta de esta gran operación.

El Congreso por la Libertad de la Cultura cumplió con creces sus objetivos, y su final puede considerarse un producto más con obsolescencia programada, salido de la línea de producción de estrategias de los tanques pensantes de la comunidad de inteligencia estadounidense con un legado muy presente en los principios y forma de actuación de la CIA.

Resultaron ilesas las instituciones culturales denunciadas por ser tapaderas de la CIA, como las Fundaciones Ford, Rockefeller, el Museo de Arte Moderno de New York (Moma), y a más de 20 años de la desaparición de la URSS tales organizaciones se ven como respetables contribuyentes para la destrucción del socialismo europeo.

La experiencia de la nefasta institución conforma en la actualidad las bases renovadas de la guerra cultural contra los países revolucionarios y progresistas que avanzan en la cresta de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, en proporciones que hacen aparecer como un esfuerzo artesanal la fundación del Congreso por la Libertad de la Cultura en el ya lejano año de 1950.

( Con información de ACN )

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