Lazos que Bolsonaro no puede romper
Como era de esperarse, ya Bolsonaro comenzó a mostrar el rostro de los intereses que defiende y de los sectores que financiaron su campaña. Esta vez ha puesto en su mira algo que debía ser sagrado para este pueblo, los profesionales que como parte del Programa Más Médicos laboran en la nación sudamericana.
Sus condiciones, destinadas a todas luces a sabotear la colaboración cubana, nuestro sistema de salud y a estimular el robo de cerebros, a la vez que cuestiona la preparación de nuestros galenos, han puesto un obstáculo inadmisible para que Cuba continúe fomentando en ese país el internacionalismo en un campo tan sensible como lo es salud pública. Sin embargo, el presidente electo podrá irrespetar acuerdos, echar a un lado las bases que sustentan el programa, pero jamás podrá contra algo mucho más fuerte y valioso, los lazos de amor que ha sembrado allí nuestro ejército de batas blancas.
Las anécdotas de quienes dedicaron tres años de su vida a servir a ese hermano pueblo, son quizá la prueba más fehaciente de ello.
Brasil en el alma y el recuerdo
«Cuando nos bajamos en el aeropuerto nos estaba esperando el pueblo. Vimos muchos carteles que decían Solidaridad con Cuba, Apoyamos Más médicos, ese fue el primer impacto. El estado donde nos ubicaron (Minas Gerais) tenía como secretario del sindicato de la salud, a un opositor férreo del Partido de los Trabajadores (PT). Era una persona muy compleja que desde el principio estuvo en contra de nuestra presencia allí y tuvimos que demostrar con actos la calidad de nuestros servicios. Pero fuimos ganando espacios, nos granjeamos a base de sacrificio el respeto del pueblo y de los médicos brasileños, hasta que un día esa persona reconoció públicamente nuestro trabajo y nuestra capacidad.
«El trabajo era duro. A veces nos quedábamos hasta muy pasada la hora de salida, porque los médicos brasileños solo atendían hasta las tres o las cuatro a lo sumo, pero nosotros no dejábamos que nadie se fuera sin ser atendido».
Así comentó a Granma el doctor Omar Calderón Suárez, quien formó parte del primer grupo de médicos cubanos que pisó suelo brasileño. En esa avanzada estaba también Yordanis Pupo Pérez, quien recuerda claramente cada experiencia vivida en ese país.
«Mi grupo fue al nordeste, que es el área que más apoya al PT. Yo específicamente fui para el Estado de Pará y nos ubicaron en los municipios donde jamás se había visto un médico. Trabajé con una población compuesta básicamente por indígenas. El acceso allí era muy difícil, tanto que en el periodo de lluvias solo era posible salir en una avioneta.
«Esas personas vieron con nosotros otra cara de la medicina, esa que se trata de interrogar al paciente, de hacerle un examen físico, cosas totalmente nuevas para ellos. Tuvimos que enfrentar situaciones muy complejas, yo por ejemplo hice ocho partos, casi sin condiciones, traté urgencias… Al cumplirse los tres años no querían que nos fuéramos».
Martha Luisa Velazco Pavón y Rígal Sola Perdomo, además de compartir la vida y el amor por la noble tarea de salvar a otros seres humanos, también compartieron la experiencia de su misión internacionalista en Brasil.
«Pudiera narrar muchas anécdotas –comenta él–. Una de un niño llamado Marcos al que lo golpeó una motocicleta, por ejemplo. Tuvo una fractura de fémur y no teníamos muchas condiciones; así que cogimos gaza, un pedazo de cartón y logramos inmovilizarle la fractura hasta que llegó al hospital. Otro día salí de noche hacia la casa de un anciano de 82 años muy humilde y él me dijo que en toda su vida jamás un médico había pisado su hogar».
Su esposa que lo escucha atenta y, acota algunos detalles, también compartió su sentir respecto a esos días en que había cierta incertidumbre, pero nunca faltó una mano amiga.
«Estuvimos en el Estado de Bahía y, por suerte, en nuestro municipio la prefecta pertenecía al pt y nos acogió con mucho afecto. Vivíamos muy lejos de donde trabajábamos, así que tuvimos que esperar a que se nos terminara un local adaptado muy sencillo. Entre tanto, una habitante de la comunidad nos recibió en su casa, era profesora de español y nos enseñó mucho de su idioma y costumbres. Los pacientes eran muy pobres, nunca habían tenido un médico permanente y mucho menos de noche».
Partir hacia Brasil fue para la doctora Dorys de la Caridad Herrera Santiesteban una decisión difícil. Sus dos niños le hicieron dudar en un primer momento, pero la seguridad del respaldo familiar y su compromiso como miembro de la brigada Henry Reeve disiparon esas dudas.
«A mi llegada fui ubicada en el Puesto de Salud Virgilio Tàvora, en Fortaleza, estado Ceará, enclavado en una de las favelas más violentas de Brasil, hecho que de primera intención impactó en mi persona. Pero me sobrepuse a eso y comencé mi labor con sensibilidad y respeto, ofreciendo asistencia médica de forma profesional y altruista sin establecer diferencias.
«Son disímiles los eventos que puedo exponer, pero siempre hay algunos que marcan nuestras entrañas por el resto de la vida, como ver los niños desamparados a merced del tiempo y el destino, sumidos en la drogadicción, el hambre, las enfermedades infectocontagiosas o la prostitución, lo cual impacta cuando nos toca enfrentarlo y tenemos como propósito revertirlo. Es por ello que me siento orgullosa y comprometida con mi país y mi profesión y le agradezco a la vida el mérito de haber sido útil en esa hermana nación, como lo fui antes en Pakistán y Bolivia».
Haber estado en Brasil marcó la vida de Maikel Corrales Manzano, pero sobre todo, le enseño a valorar mucho más la grandeza del sistema social cubano y de la profesión que escogió.
«El estado donde permanecí fue Río Grande del Sur, muy opositor, muy rico y paradójicamente lleno de pobreza. Nos enfrentamos a exámenes muy rigurosos. Era casi una tortura sicológica, pues te hacían ver todo el tiempo que no ibas a poder, que no estabas preparado, pero les demostramos lo contrario.
«Fuimos hacia un municipio entre montañas, donde casi todos los habitantes eran descendientes de países europeos. A mí me tocó un puesto de salud al que llegaba una población muy envejecida con altos seguros de vida, por lo que normalmente se dirigían directo al hospital. Cuando llegué atendía solo cuatro o cinco pacientes al día, poco tiempo después esa realidad cambió y la cifra creció hasta cerca de 40 personas.
«Teníamos que lidiar con todo, porque nos permitían remitir muy pocos casos. Si los remitíamos, durante los primeros días la Secretaría de salud les pagaba la estancia, al cuarto día si no tenían dinero los sacaban del hospital. Tuvimos un paciente al que diagnosticamos cáncer y la única atención que tuvo fue la nuestra hasta que falleció, porque no tenía dinero».
Como Asesor de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para el Programa Más Médicos, el doctor Manuel Hernández tenía una alta responsabilidad que implicaba, por sobre todas las cosas, velar por la seguridad de los médicos cubanos.
«Mi experiencia como profesional me permitió conducir la importante tarea de asesorar, de conjunto con el Ministerio de Salud Pública de Brasil, el programa de Medicina Comunitaria en el estado de Ceará, con un promedio de 700 colaboradores. En un primer momento la extrema derecha a través del Colegio Médico Brasileño intentó desacreditar la imagen de los galenos cubanos, porque nuestro modelo es diferente, solo que no fue posible debido a la dedicación, entrega, compromiso y elevado sentido de pertenencia, que demostró la capacidad, conocimiento y preparación de los médicos cubanos.
«Por encima de las declaraciones de Bolsonaro, queda claro que esta misión de llevar atención médica a pacientes carentes de recursos económicos en lugares de extrema pobreza, bajo condiciones de difícil acceso, donde en muchos casos nunca hubo un profesional de la salud, nos enaltece».
Vuelvo orgullosa y con la frente en alto
Poco a poco nuestros galenos regresan a la patria, y lo hacen con la seguridad de haber cumplido con los principios que los llevaron hasta allí. Otros, como Leidys Lisbet Ramírez Arzuaga, esperan el momento del abrazo en tierra cubana. Por medio de la red de redes, esta joven compartió con Granma su sentir, y el agradecimiento a su pueblo y su gobierno, por tanta preocupación.
«Aquí hemos acogido con total apoyo la decisión de nuestro Ministerio, defendiendo nuestra moral, dignidad y prestigio ante todo, pues no vamos a aceptar humillaciones. ¡nunca! Estamos cumpliendo con las orientaciones que nos ha transmitido nuestra coordinación y esperando el retorno a la patria. Es una situación tensa, pero nos retiramos orgullosos de nuestro ejército de batas blancas.
«Nos duele mucho la partida por este pueblo brasileño que estará desprovisto de atención, pero nos llevamos el recuerdo de cada obra humanitaria que hicimos realidad aquí y de esta gente que nos recibió desde el primer momento con los brazos abiertos. Dejamos parte de Cuba aquí.
«Estoy orgullosa de regresar a mi patria, a mi tierra, con la frente en alto y dispuesta a continuar sirviéndole a mi Revolución Cubana, pues el privilegio de ser médica formada en esa obra me llena de una felicidad inigualable. ¡Viva Cuba!».
(Tomado de Granma)
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