El Fidel que conocí
La primera vez que lo vi, según recuerdo, era muy pequeña y mi padre me llamó la atención, pues “cuando Fidel hablaba, todos debíamos hacer silencio y escucharlo atentamente”. Esta fue una de las lecciones que me marcaron para toda la vida, tal vez porque gracias a ello comencé a idolatrar al hombre de barba blanca, siempre vestido de verde olivo y botas altas.