Tabaquismo y bien público en la Ley de Comunicación Social

Cuando alguien enciende un cigarro, en cualquiera de sus formatos, marcas, presentaciones o imagen de producto, lo hace sin pensarlo dos veces, por puro reflejo condicionado, ajeno a todo pretexto.

En su inmensa mayoría, los fumadores asocian tal acto a una sensación confortable y de falso prestigio, aprendida lejos de la escuela y muchas veces fuera de la familia, pero alentada por un descomunal aparataje que suma todos los tipos de soportes y medios de comunicación masiva.

Felizmente, muchos países regulan con restricciones la promoción del consumo de tabaco, por sus daños a la salud; pero la industria tabacalera genera atractivos ingresos económicos y empleos a millones de personas, en todo el mundo, como para renunciar a sus ventajas.

Aunque para Cuba, el tabaco contrapuntea con el azúcar en la formación de su identidad, desde hace cinco siglos.

Cultura y responsabilidad social

Pese a las ventajas económicas que reporta la industria tabacalera a la Isla desde el periodo colonial y la cultura comercial en torno al habano, como símbolo del país, Cuba desestimula su consumo.

Entre sus normas, la nueva Ley de Comunicación Social exige a los medios de difusión, publicistas y anunciantes asegurar que sus mensajes se elaboren y difundan de acuerdo con regulaciones establecidas a tal efecto.

Al respecto, también precisa a organismos, empresas, instituciones y otras entidades a garantizar los recursos materiales y financieros requeridos, para asumir estrategias comunicativas de bien público, acorde con sus funciones y objetivos.

El sistema empresarial del cual la producción tabacalera es sustancial, así como sus distribuidores, quedan obligados a desarrollar la comunicación de bien público necesaria, como parte de sus acciones de responsabilidad social.

(Tomado de Radio Reloj)

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