Marcia mira otra vez el reloj. Debía sacar un turno en la oficina de trámites para consultar al jurídico. Madrugó e hizo el dos en la cola. A las 8:00 de la mañana, cuando abrieron, pensó que estaría una hora después en su centro de trabajo. También por ella esperaban clientes. Estaba intranquila y la señora que iba delante le cedió el lugar. Veinte minutos más tarde apareció la recepcionista. Frente al buró, ignorada por completo, a Marcia le resultó infinita la conversación telefónica de quien, se suponía, debía atenderla con cortesía y rapidez.