Desde 1868 el ejercicio democrático de Cuba estuvo presente en las constituciones mambisas

Dibujo representativo de la Asamblea de Guáimaro

Dibujo representativo de la Asamblea de Guáimaro

El 10 de octubre de 1868 marcó el inicio de la independencia de Cuba. En esa emblemática fecha Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria, desde su ingenio Demajagua, llamó a todos los cubanos a la lucha y promovió por primera vez la liberación de los esclavos, incitando a los suyos a que se sumaran a la insurrección. Fue ese el día primero de la Revolución, que como dijo Fidel, es una sola y comenzó en el siglo XIX.

Sin embargo, a medida que se iban incorporando regiones a la contienda, comenzaron las discrepancias en el campo de batalla. Desde el levantamiento de Camagüey un mes más tarde, –el 4 de noviembre de 1868– existieron en los campos de la Cuba Libre dos gobiernos y dos banderas distintas.

Esta región no quería someterse al mando de Carlos Manuel de Céspedes, al que consideraba dictatorial por exigir que su autoridad fuera acatada.

Como la situación perjudicaba al joven movimiento insurreccional, así como al prestigio de la Revolución ante la mirada internacional, no pudo continuar por mucho tiempo.

En abril de 1969 se convocó, en el pueblo libre de Guáimaro, una asamblea con representantes de los tres departamentos de la Isla levantados en armas: Oriente, Las Villas y El Centro, como solía llamarse a Camagüey, para formar un gobierno nacional que rigiera por igual en toda la República.

Historiadores han documentado que durante el encuentro, por encima de las diferencias de cada líder insurrecto, prevaleció su amor a la patria y el afán de lograr la independencia de Cuba al costo que fuera necesario.

Es así como, a seis meses de declararle la guerra al colonialismo español, el 19 de abril de 1869, con la firma de la Constitución de Guáimaro, la Patria tuvo ley y el Ejército Libertador orden.

Para el investigador cubano, Lucilo Tejera Díaz –en un artículo publicado en la Agencia Cubana de Noticias–, aquella primera Ley de leyes que acordó y aprobó un grupo de patriotas en representación del pueblo de Cuba, expuso al mundo que la contienda libertaria era una vía impostergable y así debía ser reconocida.

Mostró, además, la radicalidad del proceso al abolir de facto la esclavitud en Cuba, pues la Constitución tenía efecto para todo el país, no solo en los territorios levantados en armas.

Si bien la aplicación de lo acordado en Guáimaro «fue muy limitada y en muchos casos una traba para la guerra independentista, por la intervención de lo civil en lo militar, indisciplinas y el regionalismo que a la larga llevó a no ganar la contienda en aquella primera gesta libertaria, sí sentó un precedente para el futuro», aclaró.

CONSTITUCIÓN DE JIMAGUAYÚ: APORTE AL FORTALECIMIENTO DE LA LUCHA INDEPENDENTISTA

Integrantes de a Asamblea Constituyente de Jimaguayu

Integrantes de a Asamblea Constituyente de Jimaguayu

El 24 de marzo de 1895, los cubanos empuñaron nuevamente las armas en la llamada Guerra Necesaria para alcanzar definitivamente la independencia de Cuba del colonialismo español, un intento frustrado en la anterior contienda.

La base de esta nueva etapa de lucha se sustentaba en la unidad promovida por el Partido Revolucionario Cubano, liderado por José Martí. Sin embargo, con la caída del Apóstol meses después –el 19 de mayo de 1895–, los mambises no estuvieron exentos de diferencias políticas que pusieron en peligro la efectividad de disímiles operaciones militares contra el yugo opresor.

Una vez más, como aclaró el especialista Eduardo de Jesús Figueredo –en artículo publicado en Radio Cadena Agramonte– fue necesario «aunar voluntades bajo un estatus jurídico que proporcionara las herramientas para el buen desempeño de las acciones encaminadas al derrocamiento del régimen colonialista español que mancillaba a nuestra nación».

El lugar escogido para esta ocasión fue Jimaguayú, «zona donde el 11 de mayo de 1873 muriera en combate el insigne Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, sobre quien recayó el peso de la redacción de la Primera Constitución de la República en Armas, nacida en Guáimaro, pocos meses después del grito de libertad en La Demajagua en 1868».

La Constitución de Jimaguayú, aprobada el 16 de septiembre de 1895, creó una plataforma para lograr la organización interna de la Revolución. Lo más relevante de ese documento firmado en la localidad camagüeyana, explicó Figueredo, «fue que hallaron fórmulas adecuadas para superar las contradicciones en el mando civil-militar –que tanto daño ocasionó durante la Guerra de los Diez Años–, y adoptaron el ordenamiento apropiado para las condiciones de la guerra».

En Jimaguayú los insurrectos se nutrieron del documento redactado en Guáimaro, en 1869, para evitar reincidir en los errores. Por eso, establecieron un Consejo de Gobierno con prerrogativas administrativas y legislativas, mientras proporcionaban plena autonomía al mando militar, algo que no ocurrió en la Guerra de los Diez Años.

También se determinó, en el artículo 24, que «si en dos años la guerra contra la metrópolis española no estaba ganada, debía convocarse a otra Asamblea Constituyente».

Es así como dos años después, el 2 de septiembre de 1897, se convocó una asamblea mambisa con el fin de redactar una nueva Carta Magna y elegir el Consejo de Gobierno que regiría en el próximo bienio.

ASAMBLEA DE LA YAYA: LA LUCHA CONTINÚA

En 1897, a dos años de iniciada la Guerra Necesaria, la lucha continuaba y los mambises no descansarían hasta lograr la independencia de la Isla.

Es por eso que, cumpliendo con lo establecido en Jimaguayú, el 10 de octubre de 1897, en el potrero de La Yaya, a 14 kilómetros de Sibanicú y a 53 kilómetros de la ciudad de Camagüey, 24 delegados en representación de los seis cuerpos del Ejército insurrecto se reunieron para suscribir una nueva constitución.

La Yaya constituyó un retroceso con respecto a su antecesora, según el periodista Pedro García –en artículo publicado en la Revista Bohemia–, pues determinó que el Secretario de la Guerra del Gobierno mambí sería el superior jerárquico del Ejército Libertador, lo que ponía al General en Jefe, al menos constitucionalmente, bajo sus órdenes.

Así renacieron las «contradicciones entre el mando militar y el civil mambises, que tanto daño hicieron en la Guerra del 68», dijo García.

El ejemplo de las Constituciones mambisas se hizo eco en los años venideros. Con la invasión militar de Estados Unidos en la Guerra de Independencia en 1898 se frustró la victoria casi lograda de los mambises sobre el colonialismo español. Fue así como los representantes del gobierno norteamericano en la Isla promovieron la redacción de una Ley de leyes para la «nación soberana» que facultara a los círculos de poder de Washington a intervenir en Cuba siempre que estimaran conveniente.

Aunque no era mucho lo que podía hacerse ante tal humillación, por el poder que ejercía Estados Unidos sobre la Isla en ese momento, los mambises que habían luchado en la manigua por la verdadera independencia y soberanía de Cuba repudiaron con fuerza ese apéndice de la Constitución de 1902, conocido como Enmienda Platt.

Las ideas de esos mambises fueron defendidas años más tarde por los cubanos que redactaron la Carta Magna más avanzada de América en su momento: la Constitución de 1940, firmada en Guáimaro el 10 de octubre de ese mismo año.

A decir del abogado, intelectual y político Dr. Armando Hart, desde luego, «sus medidas más progresistas nunca se cumplieron porque los gobiernos corrompidos y entreguistas lo impedían»; sin embargo, «la lucha posterior por hacerla cumplir y respetar fue el punto de partida de un proceso que nos conduciría al socialismo».

De ella se nutrió la próxima Constitución, firmada años después del triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959. Como explicó Pedro García –esta vez en un artículo del periódico Granma–, la Constitución de 1976, proclamada el 24 de febrero de ese año, «se debatió en cada centro docente y de trabajo, unidad militar, cuadra citadina, finca y cuartón campestre, el pueblo debatió el proyecto y le hizo correcciones y adiciones».

El sistema democrático en Cuba no ha sido un proceso estático, sino que por su carácter participativo está en constante transformación, afirmó García.

Por eso, Cuba es hoy resultado del perfeccionamiento de cada Carta Magna con el paso del tiempo, y su sistema democrático es consecuencia del interés prioritario de conservar los logros y perfeccionarlos según el momento histórico.

Teniendo como referente esta historia constitucional, en el V Pleno del Comité Central del Partido se informó que están en marcha estudios para una futura reforma de la Constitución, que deberá reflejar las principales transformaciones económicas, políticas y sociales derivadas de los acuerdos del 6to. y 7mo. congresos del Partido y de los objetivos de su Primera Conferencia Nacional; y ratificará el carácter irrevocable de nuestro socialismo y el papel dirigente del Partido en la sociedad cubana. La reforma recogerá las experiencias adquiridas en estos años de Revolución, particularmente en la organización y funcionamiento de los órganos del Poder Popular y el ejercicio de los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Asamblea Nacional del Poder Popular

Asamblea Nacional del Poder Popular

A 150 años de historia constitucional cubana, continúan defendiéndose los mismos intereses de los primeros mambises alzados en la manigua. Siguen siendo la independencia y soberanía de la Isla el más preciado horizonte.

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